Pertenencia pero libertad.

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A Yoongi luz del sol lo hizo despertar, con el dolor de cabeza más terrible que recordara desde hace años. Se había quedado dormido en el sofá de la sala de estar, después de que los vio, por la ventana.

La primera cosa que pensó al despertar fue que se había tratado de un sueño.

Después se miró las manos, iluminadas por el sol.

La luz entraba en esferitas, a través del follaje de algún árbol, y le pintaba dedos y palmas con un patrón desigual. Primero vio, sin pensar. Después cayó en la cuenta.

De que hacía tres años desde que se había visto las manos bajo la luz del sol por última vez.

El hechizo estaba roto.

Y en primera instancia, en lugar de alegrarse, se horrorizó. Verse las manos, reflejando una luz blanca sobre su piel comenzó a marearlo. Una sensación de vacío en el estómago le hizo querer vomitar, y la repulsión emborronó la visión de sus manos, que parecían esfumarse, difuminarse con la luz blanca y ondularse hasta perder los bordes.

La palabra “no” desesperadamente se adueñó de su mente, sin dejar espacio a nada más, y cuando la puerta de enfrente se abrió, se encontraba todavía en medio de un caos de pensamientos.

Era el príncipe Jungkook.

—¡Estás…! —dijo, con un tono entre sorprendido y atemorizado.

Yoongi no dijo nada, todavía intentando tranquilizar su mente.

—Nada más te había llegado a ver de noche, y pensé… Pensé que no estarías —explicó Jungkook, sacando una hoja de papel doblada desde dentro de sus bolsillos, pero volviendo a introducirla después—. Supongo que te lo diré de frente.

Pero los dos se quedaron callados unos segundos. Cuando Jungkook finalmente lo dijo, se sintió completamente irreal.

—Me voy a llevar a Jimin.

Hubo duda en su voz, y conforme lo decía, había confirmado que no había sido buena idea decírselo de frente, porque Yoongi se había puesto lívido.

Por un instante, Jungkook no supo qué iba a pasar, porque Yoongi había lucido fuera de sí, pero fue un instante tan pequeño que pronto sospechó que tal vez había sido producto de su imaginación. El anfitrión de cabellera obscura había tomado asiento en un movimiento rápido y despreocupado pero, no obstante, podía sugerirse que se le habían terminado las fuerzas de las piernas súbitamente.

—¿Y eso lo has decidido por ti mismo…? —preguntó Yoongi, haciendo una pequeña mueca de indiferencia con los labios—. ¿O…?

—Jimin quiere venir conmigo —confirmó Jungkook, sorprendido de la reacción ambigua e inestable que estaba obteniendo. Quería simplemente irse y no navegar esas aguas.

Yoongi nuevamente fue incapaz de disimular que se encontraba perdido y Jungkook comprendía, más o menos. Habían pasado juntos una noche. Habían flirteado por encima de la mesa. Habían jugueteado con la idea, la habían llevado a cabo. Jungkook se sentía una basura de persona por haber jugado con Yoongi y después haberse decidido por Jimin, sin darle más explicaciones.

—Lo que pasó entre nosotros fue… —comenzó, sintiéndose a la vez avergonzado y culpable—. Lo lamento. No quise jugar contigo ni mucho menos… Fue sólo…

Yoongi lo interrumpió, con la exasperación mal contenida en el rostro.

—¿Crees que eso me interesa, principito?

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