--- ¡Pero no es justo que le pongáis la faena a la última persona que llega! ¡Entonces siempre me toca a mí! ---se quejó, aunque se estaba riendo.
Sin más, fue a dejar sus cosas en una pequeña taquilla para luego ir al baño y ponerse su uniforme.
Así es, Doyeon trabajaba en una simple cafetería, la cuál destacaba por sus dulces, para así poder pagarse los estudios. Era algo que, aunque fuera cansado, disfrutaba de hacer debido a los compañeros que tenía y la amable clientela a la que debía servir.
--- ¡Ya estoy! ---dijo mientras ataba el delantal a su cintura y tomaba una pequeña libreta y un boli.
No todo el mundo estaría dispuesto a trabajar cinco horas después de una larga jornada escolar, pero ella sí. Incluso aunque tuviera todo el cansancio del mundo, atendía a aquellas personas amablemente, encandilándolas con su dulce tono de voz; incluso ha llegado a hacer que personas que llegaban con mal humor tuvieran una sonrisa en su rostro con solo oírla hablar.
--- ¡Doyeon! ¡¿Cuántas veces te he dicho que no robes comida en el trabajo?! ---exclamó la anciana mientras la miraba con una cara de reproche.
Bueno, siempre tenía alguna distracción--- ¡Lo siento, Nana! ---exclamó mientras tomaba de nuevo la bandeja para dirigirse a la mesa a la cual iba aquel pedido.
El ambiente poco a poco se fue apagando, ya que a esas horas de la noche no solía pasar mucha gente. Llegó un momento en el que el local se quedó completamente vacío. La chica suspiró mientras estiraba sus brazos.
--- ¡Do-chan! ¡Tienes que atender en la mesa 5! ---exclamó su compañero---. Por lo que se ve, un cliente de última hora.
Soltó un bufido. Volvió a colocarse su delantal para ir al sitio indicado. Mientras, iba pasando las hojas de la libreta hasta encontrar una totalmente nueva, ya que las otras ya estaban ralladas. Al lazar la cabeza el boli se le resbaló de las manos de la sorpresa--- ¡¿Shu-san?!
¿Acaso Yui le había dicho que estaba ahí? Ya que ella era la única que sabía de su trabajo. Se quedó durante unos segundos en shock, con su mirada fija en él.
--- Se te ha caído ---fue lo que salió de sus labios con un tono algo perezoso.
Al salir de su trance, se agachó para poder tomar de nuevo el boli. Mientras, el Sakamaki aprovechaba sus despistes para analizar su figura. La falda negra que llevaba era más corta que las del uniforme colegial, algo que le gustaba ya que podía ver más sus blancas piernas. Además, el delantal le quedaba bien.
--- ¿Qué haces aquí? ---preguntó en un tono de voz más bajo, ya que antes al chillar llamó demasiado la atención.
--- Es una cafetería. ¿No se supone que la gente viene a tomar algo? ---soltó una pequeña risa al ver el ceño fruncido de la contraria---. Simplemente te vi desde afuera y quise acercarme por curiosidad ---miró durante unos segundos a su alrededor---. No me esperaba que trabajaras y menos en un lugar como este.
--- Hay muchas cosas que no sabes de mí ---se encogió de hombros. Quitó la tapa al boli y dió pequeños golpes en la hoja--- ¿Vas a pedir algo? ¿O sólo pasaste a saludarme? ---su mano tembló levemente al oír de nuevo su risa burlona.
--- No se que pedir. Todo es demaisado dulce ---contestó con su típico tono perezoso. Cerró uno de sus ojos--- ¿Qué me recomiendas?
Se quedó durante unos segundos pensativa, hasta que tuvo una idea y una pequeña sonrisa apareció en sus labios--- ¡Ya se! ¡Espera aquí! ---ni siquiera le dijo que había pensado y no pudo evitar reír al ver como la miraba de forma extraña.
No tardó mucho en volver con las manos ocupadas--- ¡Aquí tienes! ---su dulce voz hizo que una cálida corriente recorriera el interior de su cuerpo. ¿Cómo podía hacer que con su simple voz una calidez brindara en el interior de su cuerpo? Decidió ignorarlo. Mientras, la femenina puso sobre la mesa un trozo de pastel y un vaso---. Es pastel de limón y café. Ya que no te gusta lo dulce elegí lo menos empalagoso y no le puse azúcar a la bebida ---aquello le sorprendió, pero lo vió como una buena decisión--- ¡Espero que te guste!
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𝐌𝐄𝐋𝐈𝐅𝐋𝐔𝐎 ━ 𝐒𝐡𝐮 𝐒𝐚𝐤𝐚𝐦𝐚𝐤𝐢 ©
RandomMelifluo. Un sonido excesivamente dulce, suave o delicado. Que llega a deleitar a cualquier persona que lo escuche. Incluso aquel chico de cabello rubio, indiferente a cualquier cosa, llegó a quedarse prendado del sonido que provenía de las cuerdas...