Aquellas palabras hizo que Osamu quitara ambas manos de su rostro de forma lenta, para verlo nuevamente a los ojos. Aunque no la poseía en los propios, podía ver la sinceridad en ellos.

-Piénsalo mejor, Dazai.- Vio cómo se cruzaba de brazos y se levantaba, haciéndolo sonrojar de forma inevitable cuando su cuerpo trabajado se hizo más notable. -¿Crees que el orfanato es el mejor lugar?

Apartó la mirada al no saber qué contestar. De una forma, Atsushi vino a su cabeza; ese pobre chico albino crecido en un orfanato, donde recibía abusos del director de este, todos aquellos maltratos e insultos que tuvo que soportar hasta que fue echado, huyendo lejos y viviendo en la calle. Ahora comprendía que no era un buen lugar para dejar al niño, que a pesar de no ser deseado no dejaría que lo trataran de tal manera.

-Él no merece eso.- Dijo en voz baja, abrazándose.

Chuuya asintió, sabiendo lo que pensaba. Conocía la historia del chico tigre, si, lo ha estado investigando desde que la Port Mafia se había interesado en la recompensa de su cabeza.

-Por supuesto que no, y por eso mismo lo vamos a criar como nuestro hijo, porque así será.

-Entonces bien.- El suicida se levantó del sillón para quedar parado quedando frente a frente de su contrario. -Nos turnaremos para cuidarlo.

El pelirrojo lo miró confundido.

-¿Eh?

-Así es.- Asintió determinado. -Será como si fuéramos padres separados: yo lo cuido por una semana, y luego tú por otra. Así, de manera intercalada.

-No.- Respondió Chuuya inmediatamente. -Te conozco, bastardo, no puedo dejarte sólo con un hijo mío dentro tuyo.

-Puedo cuidarme sólo, perchero. Tengo veintidós años, no cinco.

-¿Desde cuando te cuidas?

Ofendido, los ojos avellanas del castaños se entrecerraron.

***

-¡¿Qué cosa?!- Gritó una mujer pelirroja, realmente molesta. -¡¿Es en serio, Chuuya Nakahara?!

-¡¿Y qué otra opción tengo?!- Respondió él en su defensa.

Kouyou se llevó una mano a su rostro, acariciando su entrecejo mientras soltaba un largo suspiro. No podía creer lo que estaba diciendo su protegido, de verdad no lo podía creer.

-¿Estás seguro que es tu hijo?- Preguntó esta vez más calmada.

Chuuya se encogió de hombros y rascó su nuca.

-Pues... lo que pasó en Tokio fue hace una semana. Además, nunca he visto al infeliz ese hablar tan en serio.

-Ese Dazai es la mentira hecha persona, Chuuya. Sabe cómo eres y tal vez trata de aprovecharse de tus debilidades.- Advirtió. -Ten cuidado.

-Lo sé, anee-san, no soy idiota.- El pelirrojo se acomodó el sombrero sobre su cabeza y la miró serio. -También sabe qué le pasará si es un engaño.

-Así me gusta.- Sonrió orgullosa por un momento, para luego cruzarse de brazos y piernas acomodándose el kimono. -¿Estás seguro de hacer esto?

-Sí.- Volvió a responder sin vueltas.

-¿Dejar que tu hermoso departamento se infecte así con la presencia de esa cucaracha?

-Anee-san...

La mayor rodó los ojos y se levantó del sillón.

-Como sea. Sólo espero que seas consciente de lo que haces, Chuuya.- Y se retiró de la habitación.

Ya sólo, soltó un suspiro jalando hacia abajo el ala de su sombrero, cubriendo así sus ojos. Y maldijo internamente el beber de más en aquella miserable gala.

Consequence | Soukoku m-pregDonde viven las historias. Descúbrelo ahora