-Imagino, por vuestro bien, que sabéis perfectamente por qué os mantuvimos con vida tratando vuestra herida en lugar de remataros para poner fin a vuestra extraña especie.- el guardián rompió el silencio, admirando aquella espada oscura perfectamente tallada, dirigiendo de vez en cuando la vista hacia aquél ser, del que sólo podían distinguirse los afilados ojos amarillos en medio de su rostro envuelto en sombras.

Pero a pesar de aquellas palabras, el encapuchado no respondió, y fué en ese momento cuando el mismo reparó con asombro en la tela que ahora cubría la herida y la misma aún ardiendo como si su regeneración no hubiera tenido efecto alguno. Y no pasó mucho tiempo para que los cascos de Beskerming al acercarse resonaran por todo el lugar.

-Más os vale sernos de utilidad, porque no tengo reparo alguno en torturaros y mataros para obtener lo que nos interesa.- Cortó él, con un tono de voz cargado de odio.

-Si lo que buscáis es a la portadora, o a lo que queda de ella, mal hacéis en retenerme porque ni yo mismo sé a dónde ha ido ahora, pero de algo estoy seguro, ya no está en el castillo sino en alguna parte de este bosque.- Respondió el encapuchado, intentando de alguna manera incorporarse pegando su espalda a la costilla de la choza.

-¿A qué os referís con que ya no está en el castillo?, ¿Qué ha hecho el Rey con ella?.- Las preguntas por parte del caballero rubio no tardaron en llegar.

-Se ha escapado.- Fué lo único que el sombra respondió.

Y ante la idea de que el sujeto pudiera estar jugándoles una broma, Beskerming arremetió contra él, apoyando su pata derecha sobre la herida, provocando de esta manera que el encapuchado contuviera el grito de dolor.

-Yo os advertí, que no repararía en torturaros de ser necesario, esto no es un juego de niños y yo no estoy aquí para perder el tiempo.- Sentenció el centauro, con el rostro sombrío dando a entender, que continuaría presionando su pata de ser necesario.

-¿Cómo que se ha escapado?, la portadora no tiene la capacidad de defenderse a sí misma.- Replicó el guardián, mientras el mismo Phyl guardaba silencio analizando la situación.

-Argh... eso, estaba lejos de ser juzgado como alguien sin defensa, es una bestia fuera de control.- Prosiguió el sombra entre quejidos de dolor, con un sudor frío empapando todo su cuerpo.

-¿De qué estás hablando?- El guardián pareció apresurarse.

"Si os habéis puesto así es por que algo ha pasado con la portadora"

En aquél momento Sión reparó en sí mismo, desde la aparición de aquella espada y la propia pérdida de la cordura. Beskerming y Phyl pronto llegaron a la misma conclusión cuando se miraron entre sí, y en ese momento, el centauro fornido bajó la pata al suelo.

-Os lo he dicho ya, de nada servirá retenerme más, el portador se ha escapado y está lejos de ser humano, no así y no de esa manera. Iba en rastreo de ella cuando os cruzasteis en mi camino y ahora he perdido su paradero, solo sé que está en este bosque y que ha tomado dirección al Gezer.- Finalizó el Heraldo. Parecía mentira que toda aquella hostilidad había llegado a su fin luego de las amenazas del temerario centauro y el propio dolor de ver que la tela que recubría la herida ahora presentaba una mancha de sangre.

-¿Gezer?, ¿Por qué iría al río desolado?- Phyl, quién no había dicho una sola palabra desde el inicio, habló.

-No lo sé, es el rumbo que ha tomado, ni siquiera sé si ha llegado hasta ahí.- Murmuró.

-No importa, debo traerla de regreso, vosotros... no acabéis aún con él hasta que haya regresado con la portadora.- Agregó el guardián, clavando aquella espada sobre el suelo cubierto de heno mientras tomaba la suya propia, colocándosela a la cintura mientras dirigía su marcha al exterior.

La Pluma PlateadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora