—... y así fue como me expulsaron del kínder —terminó de contar, luego, sintiendo mi presencia, alzó la vista y dio un resoplido para quitarse un mechón dorado de la frente y sonreírme —. Cabroo... AAAAAAH —su sonrisa se transformó en una cara de exagerado horror —. ¡¿Pero qué te pasó?!

Mamá alzó la vista ante el escándalo y su cara fue el triple de exagerada elevada al cubo en su máxima potencia que la de Jahir.

—¡Lucas! —dejó de freír la carne en la sartén y corrió hacia mí —. ¿Qué te sucedió, hijo?

—Nada —me aparté.

Mamá entrecerró sus ojos y me miró enojada.

—¿Cómo que nada? Mírate, parece que tuviste una pelea.

Pues de hecho.

Sí, como si Schwarzenegger y Rocky se hubieran puesto de acuerdo para darte una buena —comentó Jahir desde la isla sin dejar de picar las zanahorias.

—¿Que no se supone que tú ya te habías ido? —me volví a él.

—¿Me estás corriendo? —se hizo el ofendido.

—Sí.

Jahir se llevó un trocito de zanahoria a la boca y lo masticó.

—Genial, porque no me iré.

Obvio que no me molestaba que estuviera ahí, al contrario, su compañía me puso de buen humor después de tanta mierda en el día. Me puse a ayudarlos a terminar de hacer la comida, platicándoles lo que había ocurrido, claro, omitiendo esos detalles sobre Devon como lo de la foto y sustituyéndolos por otras cosas. Mamá y Jahir por su parte me escuchaban con suma atención, par de chismosos.

—Entonces ese tal Conall es un puto —concluyó Jahir cuando terminé de hablar, al instante se retractó como acto reflejo y se volvió a mamá —. Oh disculpe, no fue mi intención usar ese léxico tan vulgar en su hermoso hogar. Quise decir que ese tal Conall, es un ruin ser que no merece vivir.

—Está bien, pienso que también es un puto —concordó mamá, haciéndonos abrir como platos los ojos a Jahir y a mí.

—¡Mamá! —exclamé.

—¿Qué? —me miró —. Es la verdad, ¿qué no? —se volvió al rubio.

—Absolutamente —asintió.

—Bueno, eso nadie se lo quita, pero qué explicitud —dije, meneando el rostro, luego, en voz baja le apunté con mi cuchillo a Jahir y le susurré —: ¿Qué es lo que le hiciste? Ella no dice groserías.

—Mis anécdotas contienen muchas de ellas —con su índice alejó la punta del cuchillo y me guiñó el ojo, sonriendo, y después gritó:— ¡La comida está lista!

Todos comimos, charlando y riéndonos de los chistes de doble sentido que Jahir contaba y que mamá no entendía. Cuando terminamos, papá llegó y se quedó abajo para comer y platicar con mamá, ya que por una reunión de trabajo no había podido llegar para acompañarnos. Por nuestro lado, Jahir y yo nos subimos a mi habitación.

—Quedé llenísimo —se tiró de panza sobre la cama, luego se volteó para quedar mirando al techo y se alzó la playera que llevaba puesta para darse palmaditas —. Mira, estoy gordo.

Me dejé caer a su lado y le aventé un cojín.

—Esa panza es de borracho, no de comida.

—Oye, brou, yo nunca siento nada, pero siento lo de anoche —dijo apenado volteando a verme —. Admito que sí me excedí un poquito.

Incroyable Donde viven las historias. Descúbrelo ahora