Tiene los ojos más oscuros y profundos que he visto jamás. Parece como si pudiera perderme en ellos solo con asomarme. Y de pronto no existe nadie más. Ni la música, ni el alcohol, ni mi misión, ni las personas que hay en ese local exclusivo y cerrado. De pronto solo existimos él y yo. Y aunque debajo de mis infinitas capas de piel se esconde un corazón de hielo, sé que entre él y Kamelia Denver Wood ha surgido un amor a primera vista.

— Creo que no estás ni chispeada ni achispada. Solo un poquito embobada. ¿Quieres que te limpie las babas? —bromea Silas con picardía, y yo aprieto los dientes conteniendo mi genio. — Sí, por favor. Límpiamelas con el orgullo y los millones de dólares que vas a perder en unos meses por mi culpa.— pienso para mis adentros e inspiro hondo. Tranquila. Concéntrate. Recuerda que estás borracha.

Me tambaleo un poco y Silas me vuelve a coger. Esta vez por los hombros.

— Cuidado. — me advierte entonces frunciendo el ceño— Sé que no tendría que meterme pero no deberías beber así, señorita achispada..

Oh,vaya. El capullo millonetis tiene corazón y se preocupa por borrachas desconocidas. Qué sorpresa.

— Lo tendré en cuenta para futuras juergas. Juegos. Jornadas... lo que sea... Gracias señor...— balbuceo intentando mantenerme en la línea de adicta a los Long Islands

— Silas. Me llamo Silas. — responde él con una sonrisa, como si disfrutara viendo en primera fila la corrupción de una joven borracha, y eso me dice que mi actuación está siendo creíble.

— Silas. S.i.l.a.s— repito fingiendo que a mi cerebro de garbanzo alcohólico le cuesta adueñarse de su nombre porque es más difícil que pronunciar la palabra "Esternocleidomastoideo"— Espero no olvidarlo. Ya sabes que estar achispada tiene un coste...— Giro sobre mis talones y vuelvo a mi reservado sabiendo que me está comiendo con los ojos.

Recuerdo las palabras de Nancy bombearme la conciencia y mientras camino, contoneo mis caderas al ritmo de un compás binario. A Silas MacMillan siempre le han gustado las mujeres altas, de piernas tonificadas, con cintura de avispa, sugerentes senos, y sobre todo de pelo lacio y rubio. Y para mi suerte, soy exactamente su prototipo. Y porque me he pasado los últimos ocho meses ejercitándome y alimentándome a base de suero de proteína, huevos, pollo y yogurt, y yendo más a salones de belleza que a la iglesia.

Durante el resto de la noche Silas y yo no dejamos de comernos con la mirada. El tiempo pasa, pero nosotros no. Parece como si no nos importara nada de lo que sucede a nuestro alrededor. Ni siquiera las numerosas serpientes y arpías que intentan coquetear a Silas y mis impulsos de querer estrangularlas. Él parece estar preso en mis hipnotizantes ojos verdes, tanto como si dejar de hacerlo le matara. 

—Si solo supiera la de veces que entrené en frente de un espejo para conseguir tener esta mirada seductora y atrapahombres... Yo no nací siendo una badass. De hecho, siempre me caracterizaron mis ojos de corderillo degollado, pero tuve que reinventarme para poder vengar a mi padre. —pienso, y sacudo la cabeza ahuyentando el hilo de mis pensamientos. Debo concentrarme. 

Mientras me tomo otro Long Island, ante mí aparece un hombre de ojos claros, pelirrojo y ataviado con una camisa negra y pantalones de cuadros hortera, aunque seguramente valgan más que mi falsa identidad.

— Hola. —me saluda con una sonrisa

Le respondo con cara de póker y doy otro trago a mi cóctel, ignorándole. 

— ¿Quieres bailar?— me pregunta con esperanza en la mirada, y yo niego con la cabeza. Lo siento, pero esta noche no. Tengo una misión que cumplir.— ¿Tomar algo? ¿Otro Long Island quizás?— insiste, pero yo vuelvo a negar con la cabeza

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⏰ Última actualización: Aug 19 ⏰

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Dulce venganza a mi jefe ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora