Pasado

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La miraba. 

Siempre la miraba cuando escuchaba sonar la campanita que colgaba del techo encima de la puerta y ella entraba mirando que aquella mesa estuviera libre.

La miraba cuando se sentaba en la misma mesa de la sala. La única mesa de la esquina izquierda al fondo, porque estaba pegada a la ventana. 

La miraba cuando le pedía al camarero un café con leche templada y un croissant sin calentar, sin mermelada ni mantequilla para untar. 

La miraba mientras tenía esa costumbre de abrir el croissant y comer primero, con gusto, la masa del relleno y dejar para el final la capa exterior, enrollarla y mojarla en su café. Algo curioso que me hacía sonreír desde la primera vez que la vi. 

La miraba cuando de su mochila sacaba ese libro viejo sin título, con la tapa algo desquebrajada y borrosa. No sé cuántas páginas tendría o cuánto tiempo le dedicaría a leerlo, pero si sabía que era el único libro que le había visto traer desde que la vi por primera vez. 

La miraba cuando entre página y página sonreía o hacía una mueca graciosa mientras arrugaba su entrecejo y mordía su labio inferior. 

La miraba cuando sus gafas se deslizaban por su nariz y ella como un acto reflejo con un toquecito se las subía.

No lo miraba porque quería ver que aquella mesa del fondo estaba libre.

No lo miraba cuando me sentaba en mi rinconcito pegado a la ventana alejado de las demás mesas para poder disfrutar de mi desayuno favorito. 

No lo miraba cuando daba cada sorbo a mi café. 

No lo miraba cuando me concentraba en sacar cada miguita del interior de mi croissant. Era mi parte favorita de aquel alimento francés tan rico, porque era blandito y sabía dulce. Dejaba para el final la corteza y con la forma de un rollito lo mojaba en el café como tenía costumbre. Cualquiera que me viese pensaría que era raro o curioso, pero a mí me gustaba hacerlo así desde pequeña.

No lo miraba cuando las gafas se dejaban caer por mi nariz y cada dos por tres tenía que subirlas para poder seguir leyendo mi libro favorito. Mi libro más viejo y más especial. El diario de mi abuelo, con doscientas quince páginas escritas a mano llenas de recuerdos de sus vivencias, sus aprendizajes y donde hablaba del amor de su vida. Mi abuela.

Nos mirábamos cuando le pedía la cuenta.

Nos mirábamos en nuestra única conversación antes de que ella saliera y volviera a escuchar otra vez esa campanita de la puerta, pero esta vez para irse.

-Hasta luego, muchas gracias por todo.

-A ti, hasta luego. Que tengas muy bonito día.

-Igualmente para ti.

Y se iba. Pero sabía que volvería.

Y me iba. Pero siempre volvería.

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⏰ Last updated: Oct 19, 2019 ⏰

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Miradas desde el pasadoWhere stories live. Discover now