El tiempo no te pudo borrar

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«Dame un beso, y empieza a contar; luego dame veinte, y luego cien más.»

Villa Cripte – Afueras de Gran Bretaña 1773

Lady Evangeline volvió a releer aquellas últimas líneas de su diario, y al percatarse de que las lágrimas comenzaron a recorrer sus mejillas, optó por cerrarlo de golpe. Un leve quejido escapó de sus labios; su mano, que estaba envuelta por un fino guante de seda, se dirigió al secretero de su faldón mostaza, sujetó el pañuelo que traía sus iniciales bordadas, y limpió aquel rastro húmedo que se había formado.

Cada vez que releía aquel cuaderno que escribió hace ya tanto tiempo volvía a llorar. Siempre volvía al mismo punto, cuando evocaba el recuerdo de aquel amor que partió hace mucho, un enorme vacío se formaba dentro de si. El tiempo no había curado sus heridas.

El sexto día del décimo mes siempre era difícil, ya que simbolizaba el aniversario de su pérdida.

Habían pasado catorce años desde que su prometido partió a la guerra. William Pitt, el primer gran ministro de Gran Bretaña, optó por atacar las colonias francesas de: Senegal, Martinica y Nueva Francia, y eso implicó que gran parte de los hombres, entre nobles y campesinos, fueran enviados a esa guerra sin sentido.

El recibir a los tenientes en su domicilio fue difícil, aún hoy recordaba a flor de piel el miedo que sintió dentro de si. La última noche que estuvieron juntos, cuando intercambiaron caricias en su lecho, él le juró que volvería, prometió darle la boda con la que siempre había soñado. Pero eso jamás pasó.

Las horas pasaron, los días se hicieron meses, y estos finalmente se volvieron años. Sus cabellos, antes negros comenzaron a aclararse, algunas arrugas comenzaron a formarse, pero él jamás volvió.

Nunca obtuvo una carta informando su fallecimiento, jamás obtuvo la visita de algún oficial. El cruel silencio y la fría indiferencia de la sociedad era lo único que recibió a cambio. Quedó devastada, jamás logró reponerse, jamás volvió a amar a alguien con la misma intensidad.

Lady Evangeline quedó sola, con un hijo en el vientre. Con los sueños deshechos y las esperanzas destruidas. Y esto provocó que fuera apodada la desdichada de villa Cripte, el pequeño pueblo alejado de Gran Bretaña donde vivía.

Su mansión fue la herencia que dejaron los padres de su prometido, el Sr y la Sra Botemhard fueron personas muy buenas con ella, amaban a su nieto como si fuera su propio hijo. Pero un padre nunca olvida, y con el pasar de los años, la salud de ambos se fue deteriorando. Sin señales de su pequeño, la vida había perdido todo sentido para ellos. La primera en partir fue Lady Botemhard, y pocos meses después, su esposo la acompañó a la cripta familiar.

La casa era un pequeño santuario para ella, durante todos esos años procuró no hacer demasiados cambios en la estructura, los muebles se habían mantenido tal y como los padres de su prometido lo dejaron, la platería, los candelabros, e incluso los trabajadores se mantuvieron igual. Se negaba a soltar el pasado, y eso le terminaba jugando en contra en más de una ocasión.

Sé quedó quieta, tratando de calmarse. Observó al frente, y su vista se detuvo en el movimiento ondeante de la vela que era provocada por su respiración.

Podía jurar que lo vía allí. Su amado la observaba y le sonreía como antes. Escuchaba que la llamaba, ella le respondía, pero él no podía escucharla.

Sus dedos se acercaron de forma peligrosa a la flama, pero antes de que lograra quemarse, unos golpeteos en la puerta la sacaron de su ensoñación, inmediatamente, volvió a observar el cuaderno de tapa roja y lo escondió en su cajón, sujetó la llave que reposaba a su lado izquierdo, y tras asegurarse de que este se encontrara a salvo, habló.

El tiempo no te pudo borrarWhere stories live. Discover now