—Espero que disfrutes de tú hospedaje en esta cálida casa—Comentó el espectro con un tono de cinismo. El muchacho sólo lo miró asustado mientras perdía la esperanza de salir de su infierno personal.

Vincent se llevó una de sus manos a la cabeza mientras salía del cuarto ya bloqueado, le hubiera encantado haber acabado con ese desgraciado pero no podía negarse a la petición de la albina. Él había hecho su vida miserable y le debía todo por toda la eternidad. La albina que había estado al lado de la puerta le agradeció al espectro con un abrazo, de alguna forma, él se sintió mejor consigo mismo. La chica separó el abrazo y estaba apunto de entrar al cuarto, pero el hombre corrupto le bloqueó el paso.

—No vayas allá—Fue lo único que le dijo a la contrario sin verla a la cara. Esta última se quedó callada durante unos segundos para después responder.

—Me dijiste lo mismo hace unos minutos—Comentó la de ojos grises con una media sonrisa, el de ojos blancos no respondió. Simplemente le dejó el paso a la contraria.

El chico al oír cómo la puerta se abría le entró el pánico y se fue a una esquina del cuarto, su cordura y esperanza eran como una cuerda floja que estaba apunto de romperse, porque él era frágil como un espejo, tan hermoso, pero tan débil. Miró sus manos lastimadas y llenas de moretones, observó a la albina de reojo mientras esta se arrodillada frente a él.

—¿Tienes hambre?—Le cuestionó la chica tratando de ser amable, el contrario se quedó pensativo, de tanto miedo y pánico que sentía en ese momento se había olvidado del porque estaba acá, por el hambre. Asintió de una forma leve, no le importaba sí la comida estuviera envenenada, eso sería un milagro para él.

Ella suspiró y sólo fue a por algo de comer, como mucho tenía algunas frutas y frituras en la casa, llevó todo lo que tenía juntó con un vaso con agua.

—Aquí tienes, no es mucho, pero es algo—El ladrón no podía entender cómo se tomaba de una forma tan normal esta situación, aunque eso sólo era uno de sus pocos pensamientos de su mente, miró la comida y el hambre nuevamente volvió hacia él, comenzó a devorar todo dándole igual si algo estuviera envenenado. Ashley se sentó junto al chico y recordó cómo había comprado todo eso cómo un intento desesperado de dejar de comer corazones, cosa que obviamente no funcionó.

Cuando el pobre chico terminó siguió mirando a la chica de reojo, con los brazos alrededor de sus rodillas que cubrían casi todo su rostro. Volviendo a ese silencio sepulcral e incómodo. La albina suspiró, de alguna forma este silencio y tranquilidad le ayudaba bastante, era como si estuviera en paz alejada de todos los problemas que tenía junto a Vincent, odiaba ver a familias destruidas por su culpa, porque no era culpa de esta nueva vida o su "corrupción". No. Todas esas familias eran destruidas por su culpa.

Pero ella no sabía que hacer, no tenía otras opciones, vivía en una sola línea recta ya escrita y lo único que debía hacer era seguirla, intentaba dibujar otra línea pero cómo mucho sólo eran pequeñas manchas que luego se eliminarían de esa hoja de papel. La pobre chica trataba hacer otras cosas, dibujar, cantar o lo que fuera con tal de quitar esos miedos de su mente, pero...nada funcionaba. Seguía siendo sólo una muñeca corrupta caminando en una cuerda floja que poco a poco se iba rompiendo hasta caer en ese profundo vacío sin esperanza.

Ella miró al chico y volvió a suspirar llevándose una de sus manos a su cabeza, "¿debería hablarle?", no sabía que hacer, los más seguro es que no quisiera hablar, eso era casi una realidad. Pero la curiosidad la invadía y sólo le hizo una pregunta.

—¿Por qué entraste a la casa?—Le cuestionó la muñeca mirando a ladrón, el contrario la observó de reojo y luego miró hacía el lado contrario. No quería hablar de eso, pero necesitaba hablar de eso, ha estado tanto tiempo solo, tanto tiempo encerrado en una habitación pintada de blanco rodeado de una soledad que irónicamente sería su única compañía. Con la cordura al borde de la cuerda floja del abismo, decidió hablar.

—Tenía hambre—La albina se sorprendió y miró al pelirrojo, no creía que le iba a contestar—Mucha hambre, no había comido en días y estaba desesperado, tú ventana estaba abierta así que entre, la peor decisión que he tomado en mí vida—Sí, se había desahogado, pero aún tenía cosas que contar, así que ignorando por completo a la chica continúo hablando.

—No tengo nada, estoy solo y lo único que puedo hacer es robar—Suspiró dejándose llevar por toda la ira contenida y gritó—¡Cómo si fuera una maldita rata que rebusca comida en la basura porque si no se muere de hambre! ¡No he tenido a nadie en toda mi vida, ni siquiera las personas que se suponen que eran mis amigos están aquí ahora, me olvidaron! ¡Ni siquiera mis padres saben que existo, no se quiénes son! ¡Y ahora estoy atrapado aquí por la culpa de mí maldita suerte y ese ser!—Después de decir todo eso comenzó a llorar, porque recién ahí se había dado cuenta de lo miserable que era su vida, no tenía a nadie que lo apoyará, a nadie que lo escuchará, era tan miserable que a la única persona que le contó sus problemas fue a su secuestradora. Mientras el chico no paraba de llorar, sintió cómo una mano se posaba en su hombro, volteó a ver observando cómo la albina lo miraba con una sonrisa.

Así se quedaron por un largo tiempo, rodeados de un silencio calmante y expectante, la muñeca apoyaba al ladrón mientras él seguía llorando, como si se fueran amigos, pero no eran nada más que almas desconocidas.

. . .

Tal vez las acciones egoístas no son tan malas como se cree, mientras ayudan a alguien está bien, ¿no es así?. O tal vez son malas porque a esa persona no le importa lo que le pasé a la otra, sólo quiere sentir esa sensación una vez más, cómo la adrenalina.

Y tú, querido lector ¿algunas vez has realizado una buena acción debido a un pensamiento egoísta?.




¿Esperanza? (Pausada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora