Entonces de inmediato sé que hacer.

Sé que desear, que pedir.

Azzio no me recuerda...Teresa puede que esté muerta y solo es cuestión de tiempo para que yo me le una.

Retiro el llamador de mi cuello y lo sostengo en mis manos, la esfera delicada tintinea ligeramente.

Los detalles de flores entrelazadas en dorado forjado, la delicada cadena en cuencas que se mira tan elaborada. Es absurdo percibir como en un objeto se guarda tanto poder.

A penas decido concentrarme y dejar que la energía salga de mí, los golpes en la puerta suenan con insistencia.

Frunzo el ceño, el reloj de mesilla de noche indica las 11:49 pm, a esta hora nadie debería vagar por los pasillos.

Con paso corto avanzo hacia la puerta, colocó de nuevo el collar en mi cuello y lo guardo entre mi suéter color vino. Cuando estoy frente a la madera es que recuerdo lo ocurrido con Francesca  y detengo mi mano en el pomo.

–¿...Quién es?

–¡Soy yo, Samuel! –La voz del rubio se escucha urgida y aun cuando tuvimos una discusión es inevitable que me preocupe. –¡Es sobre Azzio, es urgente!

¿Azzio?

Los latidos de mi corazón aumentan y no dudo en abrirle la puerta. De inmediato me enfrento con la mirada azul celeste de Samuel, el tono delicado y brilloso que ahora se ve extraño. –¿Qué pasa con Azzio? ¿Dónde está?

–Ha regresado esta noche, se encuentra en el dormitorio ¡Debes venir! Todo lo que repite es tu nombre, cosas sobre ti.

Y por supuesto estoy a punto de ir tras él es solo que...–¿Dice cosas sobre mí? ¿Cómo recuerdos?

Samuel asiente, estirándose para tomar mi brazo. Por acto de reflejo me alejo. Es imposible que Azzio me recuerde así como así y menos vendría a la academia sin pasar por mi cuarto si es que me buscara con urgencia.

El rubio me mira con sorpresa, indignado por no dejar que me toque. –Sam...tú sabes que Azzio no recuerda.

Entonces abre y cierra la boca, pensando en que decir, frunzo el ceño, esto es extraño, mucho.

Y es cuando su careta se rompe y la sonrisa de animal venenoso se ensancha por su rostro, es sumamente anormal, al estilo del gato de Cheshire. Sus ojos dejan ver un rojo sangre en vez del amable tono de azul.

Mi mente caótica de por sí registra el peligro, mi primer instinto es cerrar la puerta, lo que no puedo hacer porque su pie se interpone y me hace retroceder. 

Lo que se supone que es Samuel me jala del cabello con firmeza haciendo que un grito de dolor escape de mí, pataleo y golpeó su cuerpo desde atrás con mis piernas pero no logró herirlo, ni se inmuta. Pronto se vuelve más agresivo aprisionándome con su brazo libre, mi pecho es aplastado y apenas puedo respirar.

–Calma sello celestial, ahora si me obedecerás.

Abro los ojos en sorpresa como es que...

–¿¡Samuel reacciona, quien te obligo a hacer eso!?

Él ríe, y su risa me aterra a niveles extraordinarios. –No es Samuel con quien hablas querida. –El cambio radical en la voz hace que escalofríos se instalen en mi espalda.

Ese tono, el mismo tono aterciopelado y femenino que logré escuchar cuando el demonio Zharick me llevo al infierno, aquella mujer que habló con Azzio como si le conociera desde hace siglos.

Jezabel.

Esta vez, conociendo que me enfrento a un demonio, pretendo luchar tanto como pueda y atesto golpes al azar que no caen a su cuerpo para mi desgracia. Su agarre arde en mi cuero cabelludo y trato de girar pero la fuerza que ejerce es imposible de escapar.

Ángel Oscuro: El Sello Celestial © EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora