¿Qué ella no podía superar el hecho de que su hijo fue raptado por unas horas y llevado a una manada por un alfa que en ese momento era un total desconocido para todos? Pues no; ella no lo había superado y muy difícilmente lo haría.

— ¡Papá! —volvió a chillar Yeray.

— Está bien —refunfuñó Emma— Si crees que llevaré ventaja por ser más fuerte que esos debiluchos, mandaré a Vega —solucionó de momento— La derrota será más vergonzosa para ellos porque han sido golpeados por una alfa más joven y fuerte que ellos.

— Me apunto —comentó Vega, apareciendo por allí al escuchar su nombre— ¿A quién dices que debo golpear, papá?

Yeray emitió un pequeño gritito de pura frustración, ocultando nuevamente su cara en la almohada, esta vez añadiendo un par de mordiscos a la fina tela que no tenía culpa alguna. ¿Por qué se quejaba de los dos alfas que le habían sido destinados si su padre y hermana eran sin duda alguna las peores?

— Especialmente a Asiel —comentó Emma en respuesta— Pero Melanie también deberá llevarse lo suyo, porque tu hermano ha gritado y cito « ¡Los odio a los dos! » a los cuatro vientos —Vega asintió, comprensiva— Por cierto, mi nieto o nieta acaba de quedarse sin seguro en la habitación que le pertenecerá en esta casa, espero que hagas lo mismo en ese departamento tuyo, porque luego solo traen complicaciones con esas malditas hormonas revolucionadas de adolescentes —refunfuñó a regañadientes.

El rostro de Vega se tornó en una mueca de puro horror, pues por nada del mundo tenía pensado instalar un seguro en ningún sitio. ¿Qué su hijo o hija quería privacidad? Pues no tendría nada de eso, porque las puertas permanecerían abiertas las veinticuatro horas del día.

— Sí, claro —comentó la alfa más joven— Mira lo que ha pasado conmigo —levantó sus manos en un claro gesto de «por ahí no voy a pasar una vez más» — Las puertas permanecerán abiertas en todo momento.

Emma asintió, comprensiva.

— ¿Y cuando tú quieras tener sexo, genio? —inquirió la alfa mayor— Los primeros años serán relativamente fáciles porque son unos angelitos inocentes, pero después todo se complica —prosiguió con burla— Créeme, tú eras un maldito grano en el culo y muy acertada cuando querías joderme el... —

— Cerraré las puertas solo un rato y después volverá la prohibición —le interrumpió Vega— Nos estamos desviando del tema, papá.

Sin pudor alguno, la alfa más joven señaló a su hermano, quien solo deseaba desaparecer para olvidar aquel vergonzoso momento. ¿Cómo aquellas dos podían hablar de un tema como ese con tanta facilidad?

— Cierto —comentó Emma, chasqueando su lengua— ¿Qué tan grave es el motivo por el que voy a golpear al dúo, hijo? —inquirió hacia Yeray— O, bueno, Vega en su defecto.

Entonces Yeray lo pensó.

Si su hermana podía hablar tan abiertamente de ese tema con su padre, ¿por qué él no podía hacerlo? ¿Por qué no podía contarle lo que sucedía y pedir un poco de ayuda para resolver aquel problema que lo estaba matando lentamente?

El beta se incorporó sobre su cama, quedado entonces sentado en forma de indio para mirarlas de hito en hito. Inevitablemente, sus mejillas comenzaron a tornarse rojizas y su cuerpo comenzó a temblar levemente debido a los nervios y el bochorno del momento.

No obstante, sentía que debía hacerlo; que podía confiar en ellas.

— Hace unos días... —comenzó a relatar con timidez— Cuando sucedió todo con Liam y... mmm... nos hicisteis reunirnos aquí para hablar sobre lo que sucedería con el cachorro... —prosiguió— Melanie y Asiel me pidieron un tiempo porque necesitaban pensar en... mmm... ciertas cosas.

Alfa, quiero cachorros ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora