Cuando el juego comenzó, parecía que los gemelos estaban empatados, hasta que Dae-hae ganó la carrera virtual, gritó y brincó contento con la victoria. Ji-hae sonrió, si su hermano era feliz, entonces ella también, se acercó sigilosamente a su tío.

—Lo dejé ganar—susurró—, es un secreto, ¿prometes no decirlo?

—Lo prometo—dijo Jin-hyuk.

Ambos colocaron el dedo índice en sus labios, sería un secreto que quizás, cuando sean grandes será revelado mientras estén hablando.

Jugaron otras rondas más hasta que Dae-hae se aburrió, Twister fue el siguiente. Mattias ya sabía jugarlo, pues era muy utilizado en las pijamadas que hacía con sus amigos. Jin-hyuk y Ji-hae fueron los primeros, pero el primero casi aplasta a la niña tratando de poner la mano derecha en el círculo amarillo y el pie izquierdo en el círculo azul.

Un fallido intento de ser contorsionistas.

Sucedió casi igual con Mattias y Dae-hae, sólo que este último accidentalmente provocó que el escandinavo cayera.

—Lo siento, ¿estás bien?

—Sí, no te preocupes, he hecho esto muchas veces, podría ser contorsionista si no hubiera sido chef.creo que si hubiera sido chef habría sido contorsionista—comentó entre risas.

—Ahora, es el turno del tío Jin-hyuk contigo—dijo Ji-hae.

—Creo que él ya tuvo suficiente de este juego, ¿qué tal si...?

—Vamos, por favor—suplicó, haciendo ojitos de cachorro, Dae-hae le imitó, tratando de convencer a los adultos para que cumplieran con la petición. Cuando se trata de eso, los gemelos son muy unidos.

—Bien, lo haremos—asintió Mattias—, pero después jugaremos otra cosa.

Jin-hyuk se ubicó en el tablero otra vez, esperaron a que alguno de los niños dijera qué color y dónde poner la parte del cuerpo correspondiente. Al empresario no le estaba gustando mucho, sentía que en cualquier momento ninguna de sus extremidades soportaría otro estirón o movimiento que desafiara sus capacidades físicas.

Sospechaba que se trataría de una venganza por parte de sus sobrinos, pues ellos, aunque aparentan inocencia, si quieren ser unos pequeños demonios lo serán. A menos que sus padres estén presentes, sólo les temen a ellos. Tae-woong y Seon-hee son amorosos y cariñosos pero si se portan mal no dudarán en reprenderlos.

En este caso, ninguno tenía malas intenciones con que los siguientes en el juego fueran Jin-hyuk y Mattias.

—Mano izquierda, círculo azul.

—¿Alguien se ha lastimado jugando esto?—preguntó Jin-hyuk.

—No, es para todas las edades—respondió el ojiazul—, sería muy tonto que alguien salga herido en Twister. Es divertido, perfecto en días de lluvia, campamentos y pijamadas. Creeme, mis amigos y yo jugábamos todos los sábados y domingos.

—Esta será la última vez que lo juego.

—No seas aguafiestas, abuelo.

Cinco minutos después, Jin-hyuk terminó cayendo sobre Mattias al no seguir resistiendo el estiramiento digno de un número de circo. Los niños abrieron la boca cuando vieron lo que pasó. No creían que su tío fuera tan débil en un simple juego que no requiere tanto esfuerzo.

—Sí, definitivamente no volveré a jugar Twister nunca más—dijo el empresario, su rostro estaba demasiado cerca al de Mattias, podían besarse si quisieran pero había menores presentes.

Mattias rió.

—Necesitas practicar, con gusto puedo enseñarte.

—No, gracias, he tenido suficiente por hoy.

Se levantaron, ambos sabían que deseaban tocar los labios del otro, aunque no era el momento adecuado para momentos íntimos y románticos. Jin-hyuk asumió que si eso pasara, Ji-hae y Dae-hae lo contarían a sus padres, recibiría un regaño de parte de su hermano y es lo que menos necesitaba.

El motivo de Mattias era el mismo, debía comportarse decente, a pesar de que un beso no tiene nada de malo, creía que los niños no estaban listos todavía para saber sobre la homosexualidad, además de que sentiría pena aún si lo explicara de una manera en la que comprendieran.

—¿Viste? El tío casi besa a Mattias—comentó Ji-hae a su hermano sonriendo sorprendida, quien asintió.

—Oh no, claro que no—dijo el sueco rápidamente—, sólo cayó encima de mi, es todo.

—Tenemos siete años, no somos tontos, el tío Jin-hyuk estuvo a punto de besarte—dijo Dae-hae, cruzando los brazos, Ji-hae hizo lo mismo.

—¿Ustedes saben que es la homosexualidad?—Mattias alzó una ceja.

—Sip, es cuando un príncipe ama a otro príncipe, o una princesa ama a otra princesa—explicó el pequeño.

Los dos adultos se sorprendieron, no sabían que los gemelos conocían sobre el tema, pues hay padres que prefieren hablarlo cuando sus hijos sean lo suficientemente grandes para entender. Pero ese no el caso de los niños Kim, sin importar cuán corta fuera su edad lo comprendían claramente.

¿Quién les habrá explicado? Pensó Mattias.

¿Lo saben gracias a la escuela o a sus padres? Se preguntó Jin-hyuk.

—Tío, ¿por qué no lo besaste si se aman?—inquirió Ji-hae.

—¿Cómo sabes eso, sobrinita?

—Eres muy cariñoso con él, más de lo que eres con nosotros y eso lo hacen los adultos cuando están enamorados, como papá y mamá, él le da muchos besitos y dice cosas muy bonitas.

—Saben mucho más para alguien de su edad—comentó Mattias anonadado con la actitud de los niños frente al romance de la gente mayor—, yo sólo sabía un poco gracias a los cuentos que mi madre leía para dormir, también a las películas de Disney. Mi favorita es Aladdín.

—¡También es la mía!—exclamaron los mellizos al unísono.

—Y la mía—dijo Jin-hyuk sonriendo.

—¿En serio?

—Por supuesto, ¿por qué no? Es la historia de un chico pobre que se enamora de una princesa, con ayuda de un genio logra su cometido, la moraleja que deja es muy bonita, nunca finjas ser alguien más cuando el amor va más allá de las apariencias.

—¿Podemos verla?—Ji-hae estaba emocionada, ella y Dae-hae no eran los únicos fanáticos de las historias románticas cinematográficas de Disney.

—Claro—asintió Mattias, aunque todavía era temprano para la hora de peliculas.

Los gemelos tenían algo en mente, ver Aladdín sería el momento perfecto para que el amor entre su tío y el chef fluyera con normalidad, sin que supieran que estaban ahí para interrumpirlos en caso de que quisieran besarse.

Sólo quieren ver el romance en vivo y en directo, pues en sus pequeñas mentes creen que si existe en los cuentos de hadas, entonces también en el mundo real.

Hay que reconocerlo, parecen unos pequeños cupidos. 

Chef de mi corazónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora