6: Un relato de protagonista dudoso

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—¿Comprar? Estas loquito, niño. ¿Dónde compraría algo tan fantástico? ¿Y para qué comprar algo que puedes crear? Le quita la diversión a todo, ¿no crees?

—¡¿Lo hiciste tú?!

—Y diez como estas. Mi sueño es montar una juguetería y que esa juguetería tenga muchos hijos que se extiendan por todo Larem hasta que no haya una sola esquina sin una «Juguetería Claxon». —Irguió su rostro con una sonrisa soñadora y satisfecha entre sus imaginaciones—. No habría nunca más un niño que se aburra por los mismos juguetes repetidos con los que todos juegan.

—¡Eso es fantástico!

Por primera vez no me daba miedo mostrar todo mi entusiasmo inmediato por una noticia, descubrí que se me hacía más fácil alegrarme con los sueños de otros que asumir los míos.

—¿Yo puedo ser parte? —pregunté.

—Solo si aprendes, claro.

—A ver, ¿qué es eso que tienes ahí?

—¿Este? —Señaló el aparato con lentes, tuercas y resortes que lo vi armando la última vez—. Es mi gran invento del año, para la feria.

—¿Hay una feria de inventos?

—Inventada por mí. —Me guiñó un ojo—. Desde que cumplí ocho le manifesté la idea a mis padres y ellos me ayudaron a difundir el evento. Se organiza anual. No tienes idea de lo mucho que Larem lo necesitaba sin saberlo, el año pasado más de cien niños asistieron y casi veinte participaron.

—¿Siempre ganas tú?

Él notó la acusación en mi voz, por lo que me regaló una sonrisa de complicidad que me desarmó al no ser capaz de comprender su tranquilidad ante mi denuncia.

—Yo no participo, solo hago una exhibición especial que todos esperan como a Santa en navidades.

—Oh.

Ahora me sentía como un idiota avergonzado, tuve que esconder el rostro, lo que hizo a mis lentes tambalearse y por reflejo mi índice reaccionó colocándolos de vuelta a su lugar.

—¿Qué edad tienes? —pregunté para pasar el mal trago.

—Quince hace un mes.

—Ya yo tengo trece. Hoy cumplo —le conté con una sonrisa de orgullo.

—Felicitaciones.

Sin embargo, lo dijo la parte automática de su cerebro, su verdadera concentración estaba dedicada del todo al aparato entre sus manos, el cual operaba con pinzas, lupa y sumo cuidado.

—¿Qué hace ese experimento? ¿O qué se supone que hará algún día? ¡Yo adivino! —Salté moviendo las manos para que no me dijera—. Es algo cuadrado, con lentes y mucho mecanismo... ¿Es una cámara?

—¿Por qué haría otra cámara? La próxima vez que trabaje en un proyecto de imágenes, será una filmadora. Sería fácil, solo una cámara que fotografíe una mayor cantidad de fotos por segundo, y haría un segundo invento que leyera esas imágenes y las proyectara en grande. Tal vez haga un cinematógrafo antes de la juguetería, solo por diversión.

Como si no fuese consciente de que sus palabras me dejaron estupefacto, con la boca abierta y los ojos inmóviles, siguió calibrando la utilidad de cada pieza en su experimento y consultando un plano del proyecto cada dos segundos.

Me ignoraba con tanta facilidad que decidí seguir insistiendo.

—¿Pero eso qué es?

Todavía concentrado en sus cosas, dijo:

La masacre de Nunca Jamás [Completa]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora