Axel llevaba aún el pelo mojado cuándo abrió la puerta de su casa. Algunas gotas de agua habían humedecido su camiseta gris de tirantes, creando pequeñas manchas oscuras.

El agua había hecho que su cabello se oscureciese algunos tonos. Normalmente a estas horas era cuando más dorado y claro se le veía, pero ahora no se distinguía bien si era un castaño claro o un rubio muy oscuro.

Incluso sus pestañas estaban apelmazadas, aunque no le quedaba mal.

Mi vista viajó hasta sus brazos desnudos. Hasta entonces no lo había visto llevar camisetas de ese tipo, que dejasen sus músculos tan al descubierto. Sus biceps eran firmes y se notaba la diferencia entre el bronceado de la parte interior y superior del brazo.

—¿Te vas a quedar ahí mirándome todo el día? —su voz interrumpió mis observaciones —. Anda, pasa.

Asentí con la cabeza y le hice caso. Lo seguí hasta la mesa del salón, el sitio dónde habíamos estado estudiando la última vez que estuve en su casa. Axel salió de la habitación para coger algunas cosas y cuándo volvió, traía un trozo de tarta de limón, además de la calculadora y una libreta.

—¿Has desayunado? —preguntó. Asentí con la cabeza y él se sorprendió. Al parecer, había dado por hecho que no había comido nada antes de salir de casa.

—No soy persona sin desayuno. Ni sin el resto de comidas, en realidad.

—Es que como cuando te he llamado acababas de despertarte y después has tardado tan poco en venir, pensaba que igual te habrías saltado el desayuno para llegar a tiempo.

—Que va. Es solo que soy eficaz por las mañanas. Trato de compensar los minutos extras que me permito dormir —sonreí, orgullosa de la habilidad que había estado perfeccionando durante tantos años.

—Todo un talento. —A pesar de que puso los ojos en blanco, pude ver como se asomaba una sonrisa en sus labios, lo cual logró que la mía se ensanchara. Señaló la tarta y enarcó las cejas —. Entonces, ¿no la quieres?

—¿Qué? ¡No! —exclamé rápidamente —. Claro que la quiero —aseguré. Cogí el plato y me lamí los labios —. Así sí. Este es el tipo de motivación que necesito para estudiar.

Axel apoyó el brazo sobre la mesa y dejó su cabeza reposada en sus nudillos. Seguía con la expresión alegre mientras me miraba.

—Estás de buen humor —señalé —. Recuerdo que antes apenas me soportabas y, mira por dónde, ahora ya no parece que tengas como hobby chupar limones.

La expresión le cambió y por un momento me arrepentí de haber dicho eso. No parecía enfadado, más bien era como si se sintiese culpable.

—No es que no te soportara. Y tampoco voy chupando limones por la vida —parecía un poco incómodo hablando del tema —. No me gustan los cambios. Dejémoslo ahí.

—A poca gente le gustan —puntualicé —. Yo lo odio, por ejemplo.

—Se te nota.

Me encogí de hombros y seguí comiendo mi tarta hasta que no quedó una sola miga en el plato. Quizá debería habérmela dejado para después, porque ahora sí que no tenía nada de ganas de ponerme a estudiar.

Zoe & Axel ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora