Quince eternos minutos más tarde, alguien llamó al timbre. Se incorporó con rapidez y fue corriendo hasta la puerta. Al abrirla encontró a su primo al otro lado. Quedó petrificada al verle con una camisa blanca que le quedaba espectacular.

―¿Vas a dejarme entrar? ―preguntó Manuel tras unos segundos.

Valeria despertó del trance en el que se había sumergido y asintió, abriendo un poco más la puerta para dejarle pasar. Fue entonces cuando se percató de que llevaba algo en una bolsa de papel y recordó el motivo por el que su primo estaba allí. Cerró la puerta y al girarse de nuevo, le encontró quieto y mirándola.

―Vamos al salón ―propuso Valeria, caminando por delante de él para guiarle―. Hace mucho tiempo que no vienes ¿verdad?

―Desde que os fuisteis...

Y es que no había querido volver ni siquiera para acompañar a su madre para vigilar que todo estuviera bien. Tampoco cuando su tío le pidió a su madre que fuera a hacer una limpieza general antes de que ambos volvieran. No había sido capaz.

―Bueno... ¿Qué es lo que me has traído? ―Valeria fue directa al grano cuando se sentó en el sofá.

Manuel hizo lo mismo y se quedaron mirando durante un largo rato antes de darle una respuesta. Le ofreció la bolsa de papel y la chica la cogió, rozando sus dedos en el proceso. Algo en ella se revolucionó tanto que temió que su primo pudiera ser capaz de leer en su cara lo que le sucedía por dentro.

―Ábrelo y lo sabrás ―respondió él.

Las manos de Valeria temblaron mientras sacaba un paquete cubierto con papel de regalo. Con ansia se deshizo del envoltorio y descubrió una libreta artesanal de su color favorito: morado.

―Es... Es precioso.

―Aún hay más, Val. En la primera página...

Abrió el cuaderno por donde él indicó y vio una dedicatoria de su puño y letra que decía:


Tú me inspiraste para retomar una de mis pasiones. Ojalá plasmes aquí todos tus sueños, fantasías y anhelos... O lo que desees, ya que es para ti. Me alegro de que hayas vuelto a mi vida, Val.


Debajo de la dedicatoria estaba la impecable firma de Manuel. No tenía mala letra y desde ese instante supo que le encantaba su forma tan elegante de escribir.

―Muchas gracias, la usaré mucho, te lo prometo.

Guardó el cuaderno en la bolsa de papel, la soltó en la mesa auxiliar y se acercó a Manuel para abrazarle. Cuando se separó de él, sus cuerpos quedaron a escasos centímetros de distancia. Valeria no pudo evitar fijarse en los labios de su primo, tan carnosos que llamaban al pecado. Suspiró, recordando el beso de su sueño, y se retiró antes de dejarse llevar demasiado.

―¿Quieres tomar algo? ―preguntó ella en un intento porque no se notara que algo en ella había cambiado.

―¿Tienes café? Me apetece ―Manuel sonrió.

Valeria fue hacia la cocina para preparar el café. El ruido de la cafetera le dio la sensación de que amortiguaba el sonido de su corazón desbocado. Mientras el café se vertía sobre la taza, se llevó una mano al pecho para calmar sus desesperados latidos. «Qué me pasa?», se preguntó a sí misma.

Volvió al salón como si nada y con la taza entre las manos.

―Le he echado un poco de leche y azúcar, espero no haber metido la pata... ―dijo.

Manuel cogió el recipiente cuando ella se lo ofreció y bebió varios sorbos.

―Está justo como me gusta ―aseguró él para tranquilizarla.

La chica le observó mientras bebía. Volvió a fijarse en sus labios y sintió la necesidad de probarlos, de arder en un fuego que podría calcinarla por completo. Su corazón de nuevo la delató.

―Como sería... ―murmuró ella.

―¿A qué te refieres? ―Quiso saber Manuel.

Valeria ocultó sus labios tras sus manos al darse cuenta de que había dicho en voz alta lo que creía haber pensado.

―¿Cómo?

―¿Qué?

Ambos rieron por lo absurda que les pareció la situación.

―Ahora en serio, ¿a qué te referías antes? ―indagó Manuel.

―Solo pensaba en voz alta... ¿Quieres más café? ¿Agua? ¿Cerveza?

Manuel captó la indirecta de su prima y no siguió preguntando, pero su curiosidad tardaría en ser saciada.

―No, tranquila, así estoy bien. De hecho, debería irme ya. ―Se levantó del sofá mientras hablaba―. He decidido crear una tienda online para vender cosas artesanales y tengo muchas tareas por delante.

―¡Oh! Eso suena genial, me contarás como te va ¿no?

Su primo, que había conseguido avanzar hasta la puerta del salón, se detuvo y giró su cuerpo para mirarla.

―Por supuesto que sí.

Después de eso, desapareció por la puerta y Valeria solo oyó el sonido de la principal al cerrarse. Solo entonces se preguntó si él había salido huyendo. «¿Y si de alguna manera ha intuido lo que pasaba por mi cabeza y se ha asustado...?»

Sucumbir a lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora