Capítulo 3: La fiesta

Comenzar desde el principio
                                    

Laurie rio descontroladamente.

—Ojalá mi hermana también se hubiera reído así en vez de liármela como me la lio —protestó la chica.

—Así que tú eres Jo y tu hermana Meg —terció Laurie.

—¡Ah, sí! Olvidé presentarme, en fin, tú ya lo debías saber, nos observas todo el día desde la ventana.

—¿Me ves?

—Te saludé una vez, pero tu tutor corrió las cortinas un poco antes de que Meg corriera también las mías —recordó Jo.

—Ah, es verdad —dijo Laurie aún sin recordarlo del todo—. Entonces, ¿no puedes bailar?

—Eh... depende, ¿crees que la gente fina soportará que tenga una macha del tamaño de un balón de fútbol en mi vestido?

—Seguramente no, pero yo sí.

—Vale.

Laurie se mordió el labio y probó de nuevo.

—¿Bailas conmigo?

Jo se señaló su vestido.

—Fuera, donde nadie pueda vernos —señaló Laurie.

—Vas a secuestrarme —resumió Jo, levantando las cejas.

—Eh... ¿no?

Jo rio.

—Bueno vale, vamos a bailar, pero cuando te pise recuerda que ha sido idea tuya —dijo Jo.

Laurie soltó una risita y salió con Jo al interior de la casa donde en efecto no había nadie.

Jo y Laurie no siguieron un modelo de baile, solo hicieron lo que el cuerpo les pedía, entonces en el baile interrumpió Meg, pero no andaba con los dos pies.

—¡Jo! —gritó ella acercándose a la pata coja—. ¡Me he torcido un tobillo! —Se percató en la presencia de Laurie—. Anda, hola —saludó.

Laurie le sonrió.

—Jo, ayúdame.

—¿Y qué hago? —protestó Jo—. ¿Te llevo en brazos?

—¿Podrías?

—¡Meg!

—¡No, claro, que no!

—Tal vez yo sí —dijo Laurie.

—Pero tú no vas a huir de la fiesta por nosotras, Laurie —protestó Jo.

—Me duele mucho —se quejó Meg.

—Laurie, vamos —urgió Jo.

Intentó levantar a Meg, pero sin intentos fueron en vano.

—Parecías menos pesada —informó Laurie.

—Eh... ¿gracias? —contestó Meg, confusa.

—Pediré ayuda —dijo Laurie antes de alejarse de las hermanas.

—¡Oh, Jo! ¡Qué vergüenza! —exclamó Meg—. ¡He tenido que quedar como una idiota!

—Ya estoy. —Laurie volvió en compañía de su tutor.

—¿Cuál es el problema? —preguntó Brooke.

—Hola —saludó Meg.

—Mi hermana se ha partido el tobillo y no puede caminar —explicó Jo.

—¿Seguro que no puede caminar por eso y no por lo borracha que está? —preguntó Brooke.

—Es su primera fiesta —la excusó Jo, mientras Meg reía a su lado.

Brooke miró a Laurie.

—Llevémoslas a su casa.

La puerta se abrió por la madre de las chicas, mientras las dos hermanas pequeñas asomaban detrás.

—¡Meg! ¡Jo! —exclamaron.

—Meg se ha partido el tobillo —informó Jo abriéndose paso entre las hermanas para que Brooke pudiera entrar con Meg.

—Gracias —dijo ella cuando estuvo en su sofá.

—¡Oh, Meg! —exclamó su madre—. ¿Pero qué has hecho?

—Ponerme los zapatos que no debería —dijo Meg enfadada mostrándoselos a su madre.

Las hermanas se lanzaron ayudarla, examinándole el tobillo o preguntándole que tal se encontraba.

—Gracias —dijo la madre de las chicas dirigiéndose a Brooke y a Laurie.

Ellos asintieron como respuesta y se retiraron.

—¿Ves lo que te digo, Brooke? —preguntó Laurie mientras su tutor cerraba la puerta.

—¿Uhm? —respondió él distraído.

—Son la familia perfecta, ¿no es así? —dijo Laurie con felicidad.

—¿La mayor no tenía el pelo quemado?


Mujercitas de Luisa May Alcott (Contemporáneo)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora