-cobarde.

-no lo soy- me defendí queriendo aventarle mi taza en la cabeza, podría hacerlo pero me la descontarían de mi salario.

-lo eres- sentencio antes de ponerse de pie y llevar su taza vacía al fregadero.

Suspire.

Yami Umiko era una de esas chicas típicas en los clichés: era pretenciosa, grosera, pesada y superficial con las personas, las juzgaba sin siquiera conocerlas. Cargaba a todos lados una maleta llena de prejuicios. A mi también me había odiado al principio, después se había acostumbrado a mi.

Terminamos de limpiar la cafetería, nos quitamos el uniforme y ella se fue antes que yo dejándome sola en el lugar. Después de cerrar me fui a mi casa ansiosa por cenar lo que mi madre había preparado esa noche.


A decir verdad, la base de mis problemas no fue exactamente la relación de Aki y Young-Mi, eso solo fue el detonante de mis discusiones con Yami al no unirme a ella en su odio sin fundamentos. Mis problemas verdaderos, los que hicieron que varias personas me terminaran odiando, entre ellas Yami y un poco Jung, fue un chico guapo, brillante y no tan lindo como parecía serlo.

Cuando lo conocí me pareció alguien arrogante, extravagante, frío, idiota y todos los adjetivos malos que existen. Lamentablemente para mí, él no era así. Solo utilizaba esa mascara conmigo y con algunas otras personas que no cumplían con sus expectativas.

Pero antes de que Hide llegara a mi vida, recibí un golpe inesperado, algo que cambiaba mi realidad y me hacía querer unirme a Yami y actuar como esas chicas malas de las novelas.

Fue una mañana, una semana después de que Umiko y yo nos quedáramos a cerrar. Esa mañana en general no había tenido ganas de levantarme, tampoco de ducharme y alistarme para ir a trabajar, me dolía mi cabeza y la noche anterior me había dado fiebre. Pero tampoco quería quedarme todo el día en casa con mi madre, se había comenzado a obsesionar con el hecho de que debíamos parecer coreanas, casi hasta el punto de querer olvidar lo que habíamos sido en el pasado. Incluso había bajado cinco kilos, estaba esbelta y aun no le parecía suficiente. Así que tuve que levantarme, alistarme e ir al trabajo.

Era jueves y estaba nublado, las nubes presagiaban una tormenta que se desataría en cualquier momento, sin embargo no hice caso y deje mi paraguas al lado de la puerta del departamento.

Al llegar a Hanabi's coffe me dirigí a mi casillero para ponerme mi uniforme, luego recogí mi cabello, el cual no había ni peinado, e inicie un día más de trabajo. Todo iba bien, había recibido propinas y un chico lindo me había hecho sonrojar cuando intento coquetear conmigo pero termino más sonrojado el que yo. Supuse que mi día no sería un completo desastre como lo había pensado cuando abrí los ojos en la mañana. Error.

Habíamos tenido más clientes de lo normal, incluso un actor había ido a tomarse una café junto a su representante y su asistente; en los últimos días se había vuelto algo común que personas importantes del mundo del entretenimiento fueran a tomar café y comer algún pastelillo, estábamos frente a una de las empresas mas importantes de ese mundo, era comprensible. Umiko lo había atendido y había quedado encantada con él, tanto que en todo el día no hablo de Young-Mi, por supuesto que ayudo bastante que ella no se presentara en todo el día.

Usualmente Young-Mi llegaba a las tres de la tarde que era cuando sus clases en la universidad terminaban y se quedaba a esperar a Aki quien hacia practicas medio día en una empresa cerca de la cafetería. Luego comían una rebanada de pastel de chocolate con relleno de moras y se iban. Pero ese dia Aki llego sin ella.

-algo me dice que su paraíso se ha quemado- me dijo Umiko cuando lo vio entrar y dirigirse a la oficina de su madre. Akiko había salido muy temprano y no volvería hasta la hora de cerrar.

Idol. Un Cliché No Tan ClichéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora