2#: ¿Mascota chupa-sangre?

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—La puerta está siempre abierta —le advertí, cuando llegamos a mi casa—. A mamá no le gusta que lleve llaves, así que solo deja la puerta abierta cuando salgo.

—Lo sé. El último juego de llaves que tuviste, lo perdiste en el colegio mientras mirabas chicas.

—¿Podrías dejar de mencionar cosas vergonzosas, por favor? Es un poco injusto que tú sepas todo sobre mi, y que yo solo sepa la fecha en que naciste y falleciste.

—Oh —Ednar sonrió, como hacen los chicos apuestos cuando una chica los halaga—, ¿cuándo nací?, ¿y cuando fallecí?

Abrí la boca para responder, pero luego la cerré. Había olvidado la fecha que leí en el ataúd. No es que lo haya olvidado a propósito. A decir verdad, no soy de esas personas que tienen buena memoria luego de varias bebidas alcohólicas, y estar toda una noche en medio de un cementerio. Claro, si es que hay alguien que hace esas estupideces.

—Bien, ya quedó claro que lo olvidaste. —Suspiró, pareciendo decepcionado. Abrió la puerta de mi casa y recé por que mi madre no estuviera. Como era de mañana, podría estar en su club de extrañas o comprando cosas innecesarias en la tienda.

Caminó hacia mi habitación, como si supiera mi casa de memoria, y no le dio caso a las oscuras paredes o adornos de donde dormía. Supongo que luego de ver tantas veces este lugar en mi cabeza, ya se habrá acostumbrado.

—Deberías decorar mejor esta habitación, da miedo. —Comentó. Mis ideas de que le gustaran las cosas tenebrosas, al igual que a mi, se borraron. Me dejó sobre mi cama, sentado y se dirigió hacia el baño. ¿Los vampiros orinan y defecan?

Estaré con la duda por siempre. Él volvió con el botiquín a mi habitación. ¿Estaba aprovechando esta situación o algo por el estilo? Su sonrisa daba más miedo que cualquier cosa.

—Bájate los pantalones. 

Mis mejillas comenzaron a hervir al escuchar su petición. ¿¡Estaba loco!?

—¿Qué? —negué con la cabeza—. ¿Piensas que me desnudaré delante de un abusador?

—¿Abusador? Apenas te besé. —Murmuró, riendo. Se arrodilló delante mío y sacó del botiquín vendas y alcohol—. Al menos levántate el pantalón. No puedo curarte la herida así.

—¿Y tú que sabes sobre curar heridas? —fruncí el ceño y, a regañadientes, levanté mi pantalón hasta el muslo, mucho más arriba que la rodilla.

—Sé muchas cosas gracias a tu sangre, tus ojos, tus oídos y tu tacto.

—Eso es patético... —bufé. Desvíe la mirada, despreocupado, hacia mi reloj. Faltaban dos horas para ir al colegio, y lo mejor, es que era viernes. De seguro ya se preguntan: ¿quién podría hacer una fiesta el jue...— ¡Auch! —La herida comenzó a arderme más que las anteriores veces.

—El alcohol arde, ¿cierto? —preguntó él. Lo observé y terminó de limpiarme aquella. Me vendó la pierna y guardó lo que sobraba en el botiquín. Mi pierna parecía doler un poco menos.

Me acosté en mi cama y observé como Ednar volvía y buscaba algo en mi armario. ¿Y ahora qué hace?, ¿busca oro?, ¿sangre? Bufé y miré el techo. Cerré los ojos con lentitud.

—Quizás no debería ir a la escuela... —susurré para mí mismo.

—Oh, sí irás. Hoy tienes examen. Aparte, puedo ayudarte a caminar. Supongo que luego puede ayudarte Gerard.

—Tú no eres mi mamá —abrí los ojos y lo observé, enojado—. Si no quiero, no iré a la escuela.

Lo único que recibí de respuesta por su parte, fue mi uniforme lanzado hacia mi cara. No había sido demasiado fuerte, pero aún así, solté un gruñido. 

Sed de amor (Yaoi-Gay)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora