Capítulo 7

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BUENO PARA SER VERDAD

La noche me envuelve mientras estoy sola en esta enorme habitación. El vampiro ha decidido cenar aquí antes de ir a una reunión importante.

Sus palabras aún resuenan en mi cabeza —Si quieres mirar hacia afuera, te recomiendo que no abras las ventanas como la puerta, por tu seguridad. Si te sientes insegura, puedes ponerle seguro a la puerta. Tengo una llave—. Me mostró la llave dorada antes de irse, una clara advertencia para que no piense en escapar.

No es que tenga la intención de hacerlo. La realidad es que no puedo. Desde aquí arriba, puedo observar la seguridad de toda la mansión. El jardín está rodeado de arbustos tan altos que parecen paredes. Si quisiera salir, tendría que treparlos, y eso no es lo peor. Los vampiros están por todas partes.

Me acerco a los ventanales y contemplo la oscuridad. La luna llena ilumina el jardín, creando un paisaje fantasmal. A lo lejos, puedo ver las luces de otras mansiones. Me pregunto qué estará haciendo el vampiro en este momento. ¿Estará hablando con otros vampiros? ¿Estará bebiendo sangre?

Trato de alejar esos pensamientos de mi mente y observo la enorme habitación. Lo primero que veo es la jaula en la esquina, que parece más cómoda que la celda. Tiene un colchón rojo oscuro y dosel que le da privacidad. Me entra la curiosidad y entro, abrazando la pequeña almohada. Se siente bien, pero nada comparado con la cama del vampiro.

Un escalofrío me recorre la espalda al pensar en la puerta. Imaginar que alguien pueda entrar me aterroriza. Recuerdo las palabras del vampiro y, sin pensarlo dos veces, le pongo el seguro. Me siento un poco más segura al hacerlo.

Luego, me dirijo hacia los ventanales de su oficina, que, como todo lo demás en este lugar, es oscura. Entro con la esperanza de encontrar algo que me ayude a comprenderlo mejor. Por ahora, solo sé lo que todos dicen, que es un vampiro cruel.

Una fotografía en el escritorio capta mi atención. El vampiro tiene una sonrisa ladeada, un hoyuelo en la mejilla y sus ojos son de un azul oscuro intenso. A su lado está Fredom, el otro vampiro, también sonriendo. La imagen me resulta extraña. Parece que de fondo hay un lugar futurista, con paredes grises y personas vestidas de negro, pero no se distingue bien porque todo está borroso. Apenas se alcanza a ver un letrero que dice "Zona".

Recuerdo que el príncipe es un extranjero. Regreso mi mirada al vampiro que me hirió en el almuerzo. Tiene el cabello castaño claro, casi rubio, es mucho más fornido y alto que mi amo, pero tiene los mismos ojos azules. Hay algo en ellos que me parece familiar, ambos comparten la misma mirada y cierto encanto en la sonrisa.

Mis dedos recorren la contraportada de cada libro del estante, sintiendo la textura áspera del papel y la tinta. No hay mucho más que explorar en la oficina, así que me siento en el sofá a esperar su regreso.

El sonido de la manija de la puerta me hace estremecer. Me levanto, abrumada por la repentina presencia del vampiro.

―¿No deberías estar durmiendo? ―pregunta mientras cierra la puerta.

―Oí la puerta y... ―balbuceo, todavía adormilada.

―Está bien ―dice con una voz tranquila, dirigiéndose hacia la habitación. Abre el armario y saca dos prendas, lanzando una camisa hacia el sofá. Supongo que debo ponérmela para dormir.

Se va al baño, probablemente para ducharse y relajarse. Al salir, solo lleva una camisa holgada y bóxers, lo que me obliga a desviar la mirada. Espero que no haya notado mi impertinencia.

―¿No vienes? ―me pregunta, mirándome fijamente. Mis mejillas se encienden de emoción ante la idea de compartir su cama, que sin duda es mucho más cómoda que la mía.

Apaga la luz, dejando solo la lámpara encendida. Se sienta en la cama y me mira expectante.

―¿Cómo te sientes? ―pregunta con una voz suave, llena de preocupación.

Ante su mirada, prefiero desviar la vista. No quiero que vea la confusión y el miedo que se esconden en mis ojos.

―Espero no tengas pesadillas otra vez―añade, su voz apenas un susurro.

Me cubro con las sábanas, buscando refugio en su calor.

―Estoy bien, no tendré pesadillas―le digo con voz temblorosa.

Apaga la lámpara, dejando la habitación en una penumbra acogedora.

Al día siguiente, Oliver no está presente para servir el desayuno. En su lugar, hay otro vampiro, uno que no conozco. Me pregunto qué le habrá pasado a Oliver, por qué no está aquí.

Su ausencia me recuerda que, a pesar de todo, el vampiro que duerme a mi lado sigue siendo un ser cruel. Un depredador. Y yo, su presa.

Ha pasado una semana desde que me compró, y ha sido una experiencia formidable, lo que también me atemoriza. Siento que en cualquier momento él puede hacerme daño, que esta amabilidad es solo una fachada.

Esta mañana, mientras desayunábamos, Fredom mencionó que había solicitado una esclava para él. Me miró por unos segundos, incómodo, y yo me sentí aún peor. Sin embargo, también me sentía segura al estar junto al vampiro. Mientras comía con una mano, me sostenía la cintura con la otra, sentándome sobre sus piernas. Me siento extraña en esta situación, pero no puedo hacer nada al respecto.

Fredom continuó hablando, diciendo que el Gran Señor Robny había aprobado la solicitud de mi amo. Él no parecía prestar atención, como siempre inmerso en sus propios pensamientos.

―No tengo tanta hambre ―dijo finalmente, masticando de mala gana.

―¿En serio? ―preguntó Fredom, preocupado―. ¿No estarás enfermo?

Tomó un pedazo de carne con su tenedor y me miró, llevándolo a mi plato. Me sorprendí y, agradecida, comencé a comer. Él me miró expectante, esperando una respuesta.

―Sabe bien...―le dije finalmente.

Ambos vampiros retomaron una conversación que no lograba entender. A veces, era como si hablaran en otro idioma.

Regresamos a la habitación y me realiza una última revisión. Me siento completamente bien después de una semana de reposo.

―Bien, parece que estás mejor―comenta mientras deja de observar mis heridas y se dirige al escritorio.

Yo me quedo en el sofá, curiosa por saber qué haré ahora. Sé que los vampiros se alimentan de nosotros y que debemos hacer lo que ellos quieren, pero él no me ha dicho nada al respecto.

Al parecer, nota mis inquietudes porque dice ―La otra semana viene ropa de tu talla, así que por el momento puedes descansar.

Toma asiento y abre una gaveta, observando una placa que no le pongo mayor atención. La verdad es que necesito saber si voy a realizar el mismo trabajo que los demás.

No sé por qué, pero una parte de mí quiere hacer algo. Creo que por primera vez quiero sentirme útil, tanto como sea posible para no regresar a La Esclavitud. También quiero conocer al resto de los esclavos y congeniar con ellos.

―Francisco― lo llamo así porque él mismo lo pidió. Se encuentra de espaldas a mí, dándome el perfil de su rostro y dispuesto a escuchar, así que continuo ―¿Cuándo podré ayudar como los demás?

Su respuesta es inmediata ―Estaba pensando en no dejarte hacerlo.

Asiento, sin comprender todavía qué es lo que tengo que hacer para él.

―¿Entonces qué haré?―tenía miedo de estar aquí, encerrada junto a él.

Se empieza a reír sutilmente:

―Hasta el momento nada, aún debes mejorar.

Me quedo en silencio, pensando en cómo matar el tiempo. No me siento cómoda porque esto es demasiado bueno para ser verdad.

No puedo evitar sentir que hay algo más detrás de su amabilidad. ¿Qué secretos guarda? ¿Qué planes tiene para mí? Solo el tiempo me dará la respuesta.

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Dama de un vampiro ✓Where stories live. Discover now