Estaba recién afeitado y su piel tenía un aspecto suave y cálido. Si la besaba, ¿sentiría sólo sus labios o también el resto de su cara? ¿La rodearía con sus brazos para...?

—¡ Agata!

Agata dio un salto.

—¿Qué?

Kyle puso el puño bajo su barbilla y le hizo levantar la cabeza hasta que sus ojos se encontraron. Entornó los ojos y la miró con desaprobación.

—¿Necesitas volver a la cama?

«¿A la cama?» «¿Con Kyle?» Agata pestañeó para intentar borrar la imagen que se había formado en su mente.

—¿Por qué iba a necesitar ir a la cama? —¿estaba Kyle haciéndole una proposición?

Kyle dejó escapar un quedo gemido, abrió la mano y con el dedo gordo acarició el mentón de Agata

Ella se estremeció y se echó hacia adelante. La ca­ricia sobre su piel se transmitió por todo su cuerpo como un cosquilleo sensual. Jamás había sentido algo así. ¿Sería capaz de plasmar esas sensaciones en su li­bro?

— Agata , me miras como si fuera un regalo de Navi­dad. Si tienes la intención de seducirme, olvídalo, no me interesa. Y si sólo lo haces para documentar tu libro, busca a otro con quien practicar.

Agata echó la cabeza hacia atrás bruscamente y se apartó de Kyle llena de furia.

—Me dijiste que me mantuviera alejada de tus hom­bres.

—Y aún más de mí.

—No he hecho nada —protestó Agata.

—Supongo que tienes razón —Kyle se irguió y miró en torno como si se sorprendiera de encontrarse allí—. He venido a ocuparme de unos papeles. Tienes que decirme cuánto te costó la pizza para poder pagártela.

—No hace falta. Es lo menos que puedo hacer después del desastre que organicé.

—No tienes por qué comprar la comida con tu dinero.

—No me importa.

— Agata, soy yo quien paga la comida.

—¡De acuerdo! Tengo el recibo en el bolso. Iré a por él en cuanto acabe de limpiar.

—Bien. Quiero que pongas la lavadora.

—Por supuesto, estoy aquí para servir —masculló Agata, sintiendo que se ahogaba. Necesitaba quedarse a solas para recuperar el dominio de sí misma.

—Será mejor que no lo olvides.

—¿Qué?

—Que estás aquí para servir. No para ponerte a escri­bir cada vez que sientes el impulso de hacerlo.

El impulso que sintió en ese momento Agata fue el de tirarle a Kyle lo que tuviera más a mano. Se echó el cabello hacia atrás y pasó de largo junto a él.

—Sé perfectamente para qué estoy aquí, y te demos­traré que soy capaz de hacer mi trabajo mejor que na­die.

—Por ahora estás demostrándolo de una manera pe­culiar —dijo él, colocándose el sombrero bruscamente y saliendo de la habitación con paso firme.

Agata subió al segundo piso. Mientras limpiaba, pondría una lavadora. Dudó un instante antes de abrir la puerta del dormitorio de Kyle. Miró en torno y estudió el desorden tan característicamente masculino. Sacudió la cabeza y, tomando en sus brazos el montón de ropa con los pantalones vaqueros, bajó al piso inferior. La la­vadora y la secadora estaban en un cuarto junto a la cocina. Pondría la lavadora en marcha y comenzaría a lim­piar la casa.

Al lado tuyoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora