Capítulo 11: El principio del fin

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Albafica y ella caminaban vigilantes mirando alrededor por las calles del pueblo. Habían evacuado Rodorio y las casas colindantes; y refugiado a todos sus habitantes en el Santuario.

Albafica miraba preocupado a Sofía. No había dicho ni una palabra en toda la noche. Se veía como el sol empezaba a ascender a los cielos e iluminar débilmente las calles.

Si darles tiempo a reaccionar se encontraron rodeados de decenas de espectros. -Dime que éstos no reviven por favor. -Albafica miró con preocupación a Sofía. Movió la cabeza en señal de confusión. Albafica y Sofía se colocaron espalda con espalda para hacer frente a los espectros. Ella empezó a disparar sus flechas mientras Albafica lanzaba rosas demoníacas contra los espectros. Sofía flecha que disparaba, flecha que daba en el blanco pero pronto se quedó sin flechas y empezó a atacar con su Puño Meteoro. Albafica le recordó que no se separase de él. Llegó un momento en que fueron superados y Albafica abrazó a Sofía y empleó la técnica Rosas Piraña para formar un escudo de rosas a su alrededor y repeler los ataques de los espectros.

Cuando creían que todo estaba perdido una inmensa bola de fuego procedente del cielo impactó en el centro mismo del lugar donde se encontraban. Medio pueblo saltó por los aires. Albafica y Sofía salieron despedidos por los aires a varios metros.

En cuanto el pitido ensordecedor en sus oídos cesó, se levantó como pudo para buscar a Albafica. Lo encontró a varios metros. Estaba tendido en el suelo con una lanzada atravesando la armadura. Sangraba muchísimo, Sofía asustada le sacó el vástago de madera del pecho y presionó con las dos manos sobre la herida. Se concentró y llamó con su mente a Shion. «Shion ayúdanos». Él que apareció fue Harukei de Altar. Sofía cogió en brazos a Albafica y Harukei los trasportó dentro del Templo de Atenea.

Sofía cayó de rodillas con Albafica en brazos. Todos se giraron hacia ellos. Sísifo corrió hacia ella pero fue detenido por Harukei. -No los toquéis o moriréis.- Aspros gritó que había que limpiarla de la sangre de Piscis lo antes posible o moriría ella también. Forcejeó con Harukei para llegar hasta ella pero fue nokeado por El Cid y Teneo.

-Estoy bien...-Dejó con cuidado el cuerpo de Albafica y tiró de su armadura para quitársela. Albafica gimió de dolor. Se dió toda la prisa que pudo para sacarle la armadura intentando moverle lo menos posible.
-Aguanta, Albafica.- Las vestales habían traído paños y agua templada que dejaron cerca. Sentía la mirada angustiada de los caballeros sobre ellos. Cogió los trapos, el agua y limpió la herida todo lo que pudo. Pero la hemorragia no cesaba. Miró que ningún órgano estuviera dañado. La lanzada no había penetrado más que un par de centímetros gracias a la armadura.

Recordó aquella noche en que tuvo que sacar del agua y coser a Sísifo. Sus lágrimas se mezclaban con la sangre que la cubría, la sangre de Piscis. -Rezó como nunca lo había hecho, presionando su herida con todas sus fuerzas. -Albafica, por favor. No puedes dejarme. Necesito que cuides mi jardín de rosas.- Apoyó la frente sobre su pecho. -Albafica murmuró algo y apoyó su mano sobre la cabeza de Sofía.

Se produjo un silencio ensordecedor, como si hubieran sido privados del sentido del oído. Giró la cabeza para mirar. Lo que vió le heló la sangre.

Una hermosa mujer de largos cabellos violeta con ojos ojos verdes portaba un báculo. A su lado un caballero con una armadura que desprendía una luz blanca cegadora.

Todos los caballeros, incluso el Patriarca y Harukei de Altar posaron una rodilla en el suelo en señal de respeto e inclinaron la cabeza.

Aquella mujer se arrodilló enfrente de la Santa de Plata, al lado de Albafica y con suavidad retiró sus manos de la herida para poner las suyas.

Más allá del tiempo [Saint Seiya: TLC] [FINALIZADO] #FL2020Donde viven las historias. Descúbrelo ahora