Capítulo 15

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MISTERIO

FRANCISCO

Salí del Castillo con un nudo en el estómago y una punzada de culpa perforándome el pecho. Era la primera vez que me escoltaban guardias a la salida, sus miradas inquisitivas taladrando mi espalda como si fuera un criminal. La desconfianza se cernía sobre mí como una sombra ominosa, un recordatorio constante de que ya no era el mismo.

La imagen de Nozomi me perseguía sin tregua. Desde el primer momento en que mis ojos se posaron en ella en La Esclavitud, algo en ella me había inquietado. Su fragilidad, su terror, la forma en que se aferraba a la vida como si fuera lo único que la sostuviera en ese abismo de dolor.

Mi insistencia en liberarla había levantado sospechas, encendiendo las alarmas entre los miembros del clan de Robny. Ahora, me encontraba atrapado en una red de mentiras y secretos, tejiendo una telaraña que me asfixiaba lentamente.

El recuerdo de la pesadilla de Nozomi me atormentaba igual. La había visto convulsionarse entre las sábanas, murmurando palabras incoherentes, atrapada en un abismo de terror. Su mente, aún marcada por las torturas y el abuso, luchaba por escapar de las garras del trauma.

Me había jurado a mí mismo ayudarla a superar la adicción a ese líquido misterioso, un elixir que parecía succionarle la vida con cada gota, pero ahora, la culpa me carcomía por dentro.

Y también había cometido un error al contarle a Robny sobre mi conocimiento del líquido. La mirada fulminante que me había lanzado durante la salida me perseguía como un espectro. La certeza de que alguien me vigilaba me erizaba la piel. Cada crujido del suelo, cada sombra en la pared, se convertía en un enemigo invisible.

Al llegar a la mansión, me encontré con Verónica en los pasillos. Su belleza inmortal, acentuada por su cabello largo y suelto, contrastaba con la oscuridad del lugar. Su voz, apenas un susurro en la noche, rompió el silencio opresivo.

—¿Robny te llamó? — preguntó.

Asentí con la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta. El recuerdo de lo sucedido me inundó de nuevo, una ola de rabia y tristeza me invadió.

—Me obligó a beber— murmuré, mi voz temblorosa por la vergüenza y la impotencia.

Las palabras se atascaron en mi garganta, incapaces de expresar la humillación que me consumía.

Vero colocó su mano con suavidad sobre mi hombro, un gesto de consuelo en medio de la tormenta.

—No sé qué tienen en la cabeza— dije, mi voz cargada de rencor —Este lugar es un infierno, donde la vida humana no tiene valor.

He presenciado horrores inimaginables en mis misiones, he visto la oscuridad que anida en el corazón de los hombres, pero nada se comparaba con la depravación y la crueldad que reinaban en este lugar.

—Especialmente con las mujeres— añadió Verónica, su voz teñida de dolor.

Ella era la prueba viviente de la barbarie que habia en el clan. Rescatada de las garras de la Esclavitud, había encontrado refugio en nuestro grupo. Al igual que Nozomi, al principio había sido presa del miedo y la desconfianza, pero con el tiempo, comprendió que solo queríamos ayudarla. Fredom le había concedido la inmortalidad, liberándola del ciclo de dolor y sufrimiento. Y yo, a su lado, la había guiado para que se adaptara a nuestra nueva realidad.

Verónica se había convertido en nuestra hermana menor, ahora, Nozomi también necesitaba esa esperanza, esa luz que la guiara fuera del abismo.

Una de las puertas se abre de golpe, interrumpiendo la tensa conversación. Un sobresalto recorre nuestros cuerpos, pero al ver que se trata de la habitación de Fredom, nos relajamos momentáneamente. Él sale de su habitación y cierra la puerta tras de sí con un gesto firme.

Dama de un vampiro ✓Onde as histórias ganham vida. Descobre agora