Capítulo 20

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ODIO

CLADIS

Una hora había transcurrido desde su partida, y la habitación se sentía más oscura sin su presencia. Aún resonaban en mi mente sus últimas palabras "Te extrañaré". Me había prometido volver lo antes posible.

Comprendía que lo hacía por nuestro bien, por la humanidad. Eso era lo que lo distinguía de los demás, de aquellos que solo venían a reforzar las filas de Dereck, una fuerza opuesta al poder de Robny. Por eso, estaba a su lado, dispuesta a derramar sangre si era necesario.

Fredom me dijo que Francisco no podía alimentarse de otro ser humano, una promesa que había hecho tras dañar a una persona.

Nozomi estaba en buenas manos, sin duda las mejores.

Abrí la puerta con cautela, asomándome para asegurarme de que no hubiera vampiros cerca. La habitación contigua era donde se encontraba Nozomi. Entré sin dudarlo, con el temor de encontrarme con algún vampiro acechando.

Nozomi se levantó sobresaltada, confundida quizás por mi presencia. —¿Estás bien?—, le pregunté mientras me acercaba a ella.

Negó siendo honesta, por alguna razón podía sentir su miedo.

La abracé con fuerza, consciente de nuestra vulnerabilidad en este lugar sin la protección de nuestros amos.

—Descuida—, le susurré, —si quieres, podemos dormir juntas—. Esperaba que eso la calmara.

Me miró fijamente, nuestros rostros a escasos centímetros de distancia. Su belleza pálida era evidente a la luz tenue.

—Solo que tenemos que preguntarle a Verónica si podemos quedarnos juntas—. Recordé las palabras de Fredom, asegurando que ella nos cuidaría y nos traería comida en caso de que algo saliera mal.

Nozomi asintió con la cabeza. Decidí que era necesario hablar con Verónica, aunque salir de la habitación implicaba un riesgo. —Te acompaño—, me dijo ella.

—Pero en silencio—, le advertí. —Si los vampiros nos ven, estamos en problemas—.

Caminamos juntas por los pasillos de esta enorme celda con fachada de oro, como la había descrito Fredom. Al llegar al siguiente pasillo, divisamos una serie de puertas. Según mis recuerdos, la puerta más oscura era donde se encontraba Verónica con uno de los vampiros.

Llamé a la puerta con la clave secreta que Verónica nos había enseñado. La puerta se abrió y la vi de pie en el umbral, con sus ojos rojos y su cabello ondeando.

—¿Podemos dormir juntas?—, le pregunté, señalando a Nozomi y a mí.

—Será menos trabajo—, respondió con voz grave antes de cerrar la puerta de golpe.

Nos miramos con Nozomi y ambas sentimos un gran alivio. —Ya está—, le dije. —¿Quieres almorzar con Oliver?—, le ofrecí mi mano.

Sin dudarlo, aceptó mi invitación. Confiadas de que nadie nos vería, bajamos las escaleras con cautela. Era importante no despertar sospechas, así que debíamos evitar cualquier comportamiento extraño. El simple hecho de estar sin nuestros vampiros podía llamar la atención.

Al entrar en la cocina, Oliver nos ve y deja de hacer lo que estaba haciendo. Nos hace una señal para que nos acercáramos a él.

—¿Qué diablos hacen aquí?—, nos susurra con enfado. Todos los que estaban en la cocina nos miraron con recelo, pero Oliver les lanzó una mirada fulminante haciendoles volver a sus tareas.

Dama de un vampiro ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora