Capítulo Cuarenta y Cinco

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Cambió su imagen de perfil a nuestro anillo, lo había colocado en algún recipiente de madera pulida, supongo que algún escritorio y tomó la fotografía. No obstante, publicó el mismo anillo con la carta del restaurante del hotel, añadiendo una descripción. ¡Y para hacerlo más extraordinario! Subió esas fotos a su cuenta de Instagram.

Tecleo una respuesta provocando que la Galia diabla se golpee la cara y desaparezca en decepción no sin antes dejar un mensaje de que «volvería».

Volvimos a tratarnos de usted, me comentó todo lo que hace y lo que iba a hacer luego para ir al campus donde es el verdadero curso, le pedí que tomara fotografías mientras se transportaba, en realidad era una excusa para que me siguiera escribiendo, pero en el fondo también las necesitaba para ver si así termino de escribir la primera historia que tengo en mente desde los dieciséis para volverla a publicar en la plataforma literaria.

Mientras aquí son las doce del nuevo día, Gael me decía que allá son las diez, casi por ser las once de la noche. Siempre quise preguntar eso, tener a alguien en algún diferente país y saber que hora es allá y reírme de la hora que es aquí.

Parecía que nada de lo que me hubiera dicho había causado efecto en él, era como estar conversando con una persona normal, no parecía tener sentimientos rotos, sus estados aparte de sus fotos era normal. Nada había cambiado. En cambio, yo si había expresado hasta el cansancio las canciones tristes, de esas que te traspasan el alma y que cada palabra coincide con tu jodida vida.

Pero ahí está mi corazón de necio, en primera fila, como si le gustara sufrir.

En la mañana siguiente, procuré tratar a Gael como lo hacía conmigo, como personas maduras y que jamás tuvieron algo en común, creo que es otra manera de aprender y entender que las cosas no han cambiado entre nosotros.

Al llegar de madrugada, no sabíamos que ya tenían una cabaña reservada de dos pisos, pero solo había dos camas así que, a la hermana menor por ser solo menor, le tocó dormir en el suelo con muchas sabanas para que no muera de frío. Y fue ella la primera en levantarse y tomar el desayuno para salir a explorar.

—¡Date prisa, Galia! ¡Comienzo a envejecer! —se queja Adela.

Sigo buscando entre las almohadas mis audífonos para el paseo que nuestros tíos nos darán, al encontrarlos bajé enseguida las escaleras, me abotoné el abrigo y los amarré como me gusta a la cintura. Había un sol estupendo, daba un extraordinario brillo al lago que se encontraba casi cerca de la cabaña y, entre muchas otras también.

La cabaña tenia bases de piedras, tenia sus corredores alrededor de toda la planta baja, el techo estaba pintado de un color casi naranja, en el segundo piso se podía ver las flexuras del techo, esas inclinaciones daban un aire más apartado a lo que se ve en la ciudad. Una casa de campo puede relajarte completamente con solo verla.

Estaba equipada con más de lo necesario, TV cable, un enorme televisor, muebles al mismo estilo de la cabaña, una cocina de inducción, microondas, y muchas más comodidades, pero Adela no quería pasar más tiempo entre paredes de madera, quería explorar.

Caminamos por el centro del pueblo encontrando unos puesto que resultaron ser demostraciones de artesanía, una feria para ser exacta. En uno de esos puestos colgaban enormes atrapasueños, de diferentes colores, pulseras artesanales y zuecos de madera con tallas distintas, llaveros con lo que les representa al pueblo, como la catedral y cosas católicas, animales exóticos, todo tallado en madera. Estaba embelesada con todo lo que podía ver.

—Él te ha escogido —me volteo a ver el joven que habló a mi espalda, frunzo el ceño sin entender con claridad lo que dijo—, el atrapasueños, te ha gustado mucho porque él te ha escogido.

Te Vas A Enamorar De ÉlDonde viven las historias. Descúbrelo ahora