Capítulo 24

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CONFIANDO

NOZOMI

El movimiento de las sábanas me indica que ya se está levantando. Abro los ojos para verlo de espaldas al borde de la cama, seguramente dirigiéndose al baño como de costumbre. Solo que esta vez se voltea y me da una ligera mirada, algo que no estaba asimilando tan bien. ¿Por qué me mira? Es posible que siempre lo haga, pero su mirada y su postura son las de un gato en guardia, de esos que levantan la oreja para no ser sorprendidos por quien lo acecha.

Entonces recuerdo el consejo de Cladis: tengo que sonreír. Así que sonrío levemente, entrecierro los ojos y él simplemente exhala y despeina mi cabello sobre mi frente. Luego se levanta y se va.

Exhalo al igual que él, pero nerviosa. Nunca creí que sonreír fuera tan incómodo.

De repente, alguien llama a la puerta. Me sorprende que haya alguien despierto a estas horas. Me acerco a la puerta del baño y escucho la ducha. Está ocupado, así que camino hacia la puerta principal. Estoy a punto de girar la perilla, pero ¿es una buena idea? La voz del otro lado me convence, es Verónica, pidiendo que le abra.

—¿Y Fran?—, pregunta una vez que abro la puerta.

—Está bañándose—, respondo y me hago a un lado para que pase, pero ella niega de inmediato.

—Es que no lo vi ayer, ¿está bien?—, pregunta con un rostro preocupado.

—Sí, está bien—, le digo para tranquilizarla.

—Qué bueno, okay, dile que lo esperamos abajo para desayunar—, dice y se retira.

La puerta del baño se abre y Francisco me observa cerrar la puerta, dudoso.

—Era Verónica, dijo que te esperan en el comedor—, digo, mirando su pecho mojado, algo que me pone nerviosa, sobre todo cuando pienso que sus caderas están debajo de la toalla.

—Bueno, en ese caso ve a ducharte también, te espero—, dice secándose el cabello con otra toalla.

Yo simplemente asiento y me dirijo al baño.

Caminamos por los pasillos de la mansión, puedo escuchar los ronquidos de los que duermen y parece extraño que sigan haciéndolo, pero parece que él lo sabe, tiene mi cinta en una de sus manos, parece jugar con ella en lo que llegamos a las escaleras, pero de un momento a otro se detiene y mira la cinta que nos une por varios segundos.

—Hoy no lo necesitas— me dice y se acerca, puedo sentir su toque en mi muñeca, desabrochando el cinturón.

No digo nada porque realmente se ve muy concentrado en desabrochar, pero algo extraño sucede, siento su respiración cerca de mi, se siente como si el lobo estuviera olfateando su comida antes de devorar, trago saliva y mis manos empiezan a temblar.

Él mismo parece controlarse, pero más que eso, empieza a quitar el cinturón y segundos después me toma de la mano y bajamos las escaleras como si no hubiera pasado nada, quizás para él fue así, pero no para mi.

Al llegar al comedor, todo sigue vacío, sin embargo, están Cladis, Verónica y Fredom, hablando como si no fueran diferentes de alguna manera, y viéndolos así, solo me afirman que los vampiros son capaces de aceptarnos, son capaces de ser buenos y una muy buena prueba de eso es Francisco.

Cladis me mira con atención y al notar la ausencia del collar, una sonrisa se dibuja en sus labios. Le devuelvo la sonrisa, sin darme cuenta, contagiada por su alegría. Seguramente le complace ver que he tomado en serio su consejo.

Fredom me observa por un fugaz instante, y en su mirada puedo detectar un dejo de extrañeza. Sin embargo, rápidamente desvía su atención hacia Francisco, con quien inicia una conversación.

Dama de un vampiro ✓Where stories live. Discover now