No fue nada fácil infiltrarnos en las instalaciones de la isla, tanto los guardias como los androides estaban muy atentos, pero gracias a los poderes telequinéticos de Holly le fue fácil crear distracciones para así poder asesinarlos. Una vez dentro de aquel gran edificio que se encontraba en el medio de la isla, tuvimos que disfrazarnos y actuar de la forma más natural posible para pasar desapercibidos hasta llegar a la oficina de nuestra víctima, la cual quedaba en lo más alto del lugar.

—Solo hay una persona dentro. —confirmó Holly antes de mirarme a los ojos. —¿Estás listo? —

—Sí. —afirmé abriendo la puerta encontrando una gran oficina en al que la madera oscura predominaba, habían varios libreros y un escritorio bastante refinado en el centro. Pero lo que más llamaba la atención eran puertas francesas que quedaban tras este, las cuales permitían la entrada a un balcón en donde un señor de canas se encontraba fumando un puro.

—Bienvenidos. —saludo aquel hombre dándose la vuelta dejándonos ver su cara, la cual tenía facciones bastante duras. Sus ojos de color miel nos miraban con superioridad, casi con burla.

—Yo lo conozco. —susurró Holly anonadada. —Usted fue quien me advirtió de la suerte de Kozel el día en que murio. —agregó mirando al hombre arriba abajo.

—Es un gusto verte nuevamente conejita. —saludó aquel hombre expulsando el humo de aquel cigarro. —Aunque sabiendo que ustedes mataron a mi hijo, no sé si es tan agradable. —confesó riendo un poco. —Pero eso está en el pasado, aquí en el presente ustedes quieren saber porque ahora androides iguales a ustedes están repartidos allá afuera haciendo cosas horribles a su nombre. —

Aquellas palabras carentes de humanidad me dejaban pensando quien era la persona que teníamos en frente. ¿Cómo alguien podría estar tan tranquilo hablando con los asesinos de su hijo? ¿Qué tan descarado había que ser para restarle tanta importancia a algo que sucedió hace tan solo unas horas?

—Estas en lo correcto. — afirmó Holly cruzándose de brazos.

—En ese caso, te lo resumiré en dos palabras: Poder y diversión. —se rio un poco mientras decía eso. —Ustedes dos son una fuente ilimitada de poder, y luego de analizar cada hoja que contenía información sobre ustedes me di cuenta que podría sacarles mucho provecho mientras me divertía escuchando los gritos de desesperación de las personas. — explicó terminando de fumar su puro. —Y ya que Yure y Taylor están muertos, no creo que se molesten si utilizo un poco a sus creaciones. —

—Eres un malnacido. —espeto la de orejas de conejo con asco.

—Probablemente. —contestó el hombre cínicamente. —Pero volviendo al tema principal, hay algo que me llama mucho la atención. —llevo su mirada hasta mi a la par que sonreía ladinamente. —Y eso eres tu 0A. —

—¿Por qué te llamo la atención? —pregunté seriamente.

—Bueno, en los papeles que te describían como un hombre sin sentimientos, alguien frio y calculador que no le importa arriesgar a quien sea para cumplir su misión, la sencilla descripción de una máquina de matar. Sin embargo, veo que la miras a ella a cada momento. Tal vez... ¿Por qué te preocupa su seguridad? —aquello lo había dicho con un toque de burla en su tono de voz. —Así que dime 0A. ¿Eres algo o alguien? —rápidamente quise responderle, pero extendió su mano hacia delante indicando que me callara. —Quiero proponerte un trato. —soltó dejándome algo desencajado.

—¿Qué clase de trato? —una risita se escapó de los labios de aquel despiadado hombre antes de silbar, lo que provoco que Holly saliera disparada hasta llegar a la cornisa del balcón, de donde se estaba agarrando mientras que uno de sus clones robóticos le estaba pisando las manos.

Un complicado amor entre asesinos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora