Capítulo 33

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NOCHE DE "BIENVENIDA"

La noche es densa, sin estrellas ni luna a la vista. Un silencio envuelve al imponente castillo que se alza ante mí. El auto se detiene, y al bajar, mis ojos se llenan de la imagen de vampiros, una multitud que parecía no tener fin.

—Vendré por usted, mi señor—, dijo el chofer con una reverencia antes de alejarse en la oscuridad.

Un vampiro, al que no reconocí, aparece con una sonrisa en el rostro.

—Bienvenido, señor William Shakes—

—Gracias—, respondí aún con cierta cautela.

—Venga por aquí, el Gran Señor Robny ansia conocerlo—, me invita, con un gesto hacia la entrada del castillo.

Eché un vistazo a mi alrededor, observando la multitud de vampiros que nos rodeaban. —¿Junto con este batallón?—, pregunté con curiosidad.

El vampiro sonrió con una mueca que no pude descifrar. —Solo es la guardia principal—, respondió con simpleza.

Entramos al castillo, y la oscuridad me envolvió por completo. Solo la luz tenue de las antorchas iluminaba el camino, como si el futuro jamás hubiera llegado a este lugar.

La multitud de vampiros había desaparecido, y en su lugar, solo veía mujeres humanas vestidas de blanco simple.

—¿Alimentadoras?—, pregunté en voz baja.

El vampiro a mi lado volteó la cabeza y asintió con un gesto grave.

Una puerta frente a nosotros se abre con un crujido, revelando una habitación enorme y vacía, a excepción de un trono imponente en el centro. La luz de las antorchas apenas iluminaba el espacio.

—Espere aquí, pronto vendrá—, me dijo el vampiro con una voz que resonaba en la habitación. Y sin más preámbulo, desapareció por una puerta lateral.

Me quedo solo en medio de la inmensidad, con mis pensamientos girando en torno a la decisión de haber dejado a mi esclava en la mansión.

Ya vino, sus pasos son sigilosos, mucho mas que sus pensamientos, preguntandose quien soy y la incertidumbre de si estaré de su lado.

Aparece ante mí, vestido como un rey, con una corona plateada que brilla bajo la luz de las antorchas. Su rostro es severo, pero sus ojos brillaban con una inteligencia que intimida.

—Señor William, ¿no?—, preguntó con una voz profunda que llenó la habitación. Caminó hacia el trono y se sentó con una gracia natural.

—Pensé que no me conocía—, respondí.

—Pues no—, dijo con una sonrisa fría. —Pero sé que se llama William y que ha venido a mis tierras sin venir a mi primero—.

Finjo sentirme avergonzado por mi falta de protocolo. —Me —, dije inclinando la cabeza con una sonrisa de lado. —He oído que en estos lugares los humanos saben de nuestra existencia. Tenía que verlo con mis propios ojos—.

Lo miré fijamente, buscando una señal de su reacción. Su expresión era indescifrable, una mezcla de ira y curiosidad.

—¿Y qué le parece?—, preguntó, extendiendo sus manos hacia mí.

—El paraíso—, respondí sin dudarlo. La belleza de los vampiros, la opulencia del castillo, la libertad de vivir sin las ataduras de la sociedad humana... Todo era un sueño hecho realidad.

Su respuesta pareció satisfacer al Gran Señor Robny. "Es tan fácil", pense con una sonrisa que no llegaba a sus ojos.

—¿Y vive en la mansión Garden?—, preguntó con curiosidad.

—Así es—, respondí —Era la única con habitación disponible—.

Asintió pensativo, como si analizara cada palabra. —Espero que su estadía sea larga—, dijo finalmente. —¿Algo de tomar?"—

—Pues no va a ser tan larga—, respondí con voz firme. —Como le decía, solo quería ver con mis propios ojos. Y sí, muchas gracias por la bebida—.

—Entiendo—, dijo con un tono neutral.

De repente, un forcejeo llamó mi atención. Al voltear, vi a dos hombres arrastrar a una mujer hacia mí. La pobre chica me suplicaba con la mirada, sus ojos llenos de terror.

—Solo pide por tu alma—, le dije con frialdad. La piedad no era una opción en este mundo.

Después de beber, el Gran Señor Robny me hizo una propuesta inesperada. Me ofreció un lugar en la realeza, un puesto de poder y prestigio.

—¿Cómo un trabajo?—, pregunté con curiosidad.

—Si lo quiere ver así, sí—, respondió con una sonrisa arrogante. —Todo quien tenga un título de la realeza tiene su respectivo encargo—.

La idea de un puesto de poder era tentadora.

—De todos modos, no me quedo—, dije finalmente. —Gracias por la bienvenida—.

Me doy la vuelta para irme, pero su voz resuena en mi mente. Era la mente del Gran Señor Robny, llena de ira y desafío.

—¿Se atreve a desafiarme?—.

—De acuerdo, que tenga buena noche—, me despidió el Gran Señor Robny con una sonrisa forzada.

"Tendré que vigilarlo como a los Elordi" lo escucho en su mente.

No pude evitar una risa interna ante su comentario. La idea de que me consideraba una amenaza era simplemente entretenida.

Un vampiro de la guardia me acompaña hasta la salida, observándome con recelo. Yo, a mi vez, lo observaba con una mezcla de diversion y desafío.

Al salir del castillo, un auto me esperaba para llevarme de vuelta a la mansión. Sentí la mirada de los demás vampiros sobre mí, pero no me importó. Mientras no me siguieran cuando me fuera, todo estaba bien.

Y si lo hacían, bueno, siempre podía contar con el poder de Francisco Elordi. Dereck dijo que era un poder único en toda la existencia, lo que fuera que quería decir, pero es verdad, es un poder que deseo tener.

De regreso en la mansión, escucho los pensamientos de Francisco Elordi, pensamientos llenos de amor y confusión.

—Lo más trabajoso en esta vida es el amor—, dije en voz alta, más para mí que para él. Francisco no es el único enamorado, pero para mi desgracia, el amor de mi vida no existe más. Solo me queda su cuerpo y la esperanza de volver a revivirla.

"¿Quién diablos es?", pensó Francisco, intrigado por mis palabras.

—No estoy seguro de que sea algún diablo—, respondí con sarcasmo.

Un torbellino de emociones me invadió, tristeza, desesperación, un anhelo por lo que ya no podía tener. ¿Y si la mujer que amé no quería volver a la vida?

Observé a uno de los esclavos bebiendo sangre. Sabía que era un cazador inofensivo, así que no le presté mucha atención. En cambio, me dirigí a mi habitación, donde me esperaba mi esclava, acostada en la jaula.

Al escuchar mis pasos, levantó la vista hacia mí con temor. Su miedo era palpable, tanto en sus ojos como en sus pensamientos. Era evidente que no quería morir. Y por suerte para ella, no lo haría, al menos no todavía.

Me senté en el sofa, observándola en silencio. Su belleza era cautivadora, pero su mirada reflejaba un profundo dolor y una súplica silenciosa por la libertad.

En ese momento, una idea comenzó a tomar forma en mi mente. Una idea audaz y peligrosa, pero que quizás era la única oportunidad que tenía de recuperar lo que había perdido.

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Dama de un vampiro ✓Where stories live. Discover now