Tras mi primera clase tenía una hora libre la cual aproveché para seguir leyendo la celestina. Me senté en esa cafetería muy diferente a la que yo iba a trabajar. Sillones beige cómodos y sin mostrar su interior, mesas de cristal y madera de roble, buena y brillante. En la cristalera todo tipo de pasteles  y madalenas.

El café humeante sobre la mesa siendo ignorado, estaba demasiado ocupada en las letras sobre el papel. Alguien carraspeo su garganta delante de mí, mis ojos subieron por todo su cuerpo enchaquetado.

—Profesor Gómez. — mi voz sonó suave pero decidida.

— ¿te molestaría que compartiéramos la mesa?—

Agité mi cabeza sonriente y él se sentó en la silla frente a mí. Su Café para llevar reposó sobre la mesa de cristal brillante y reluciente, mesa en la que deje mi libro cerrado. Su café junto al mío lo delataba, solo había venido a buscar algo caliente que tomar pero al notar mi cuerpo sobre el confortable sillón se detuvo.

—Adicionaste. —Habló sonriente y asentí. —no te lo debería decir, pero están pensando seriamente en darte el papel.—

Todo a mi alrededor comenzó a dar vuelta, como en una noria, despacio. Había olvidado esa audición a la que me presente por obtener una respuesta de Zayn "Quería protegerte" aún recordaba sus ojos mirándome como si así pudiese  saber que estaba pasando por mi cabeza.

—Angie. — dijo ante mi silencio.

—No es se-seguro ¿verdad?— su cabeza dijo que no.

—Tengo trabajo que hacer. — Dijo cogiendo su café para llevar. — Nos veremos en clase. —

Su figura dejo de ser visible para mí cuando cruzo la puerta pero yo seguía mirando como si estuviera allí. Me daba miedo, mucho miedo estaba tan cerca de lo que siempre había soñado que me asustaba.

Tenía unos seis años cuando decidí que quería ser actriz, era navidad y los alumnos  realizaríamos una obra teatral. Yo era una pastora, no hablaba solo la dejaba unas ofrendas al recién nacido en el portal acompañada de otras dos pastorcillas. Cuando la obra terminó iba caminando de la mano de mi madre por las calles alumbradas por las luces navideñas. Un pequeño abrigo rosa tapaba el disfraz de pastorcilla.

En la calle silenciosa mi voz se hizo sonar  fuerte y decidida diciendo un "Mamá, de mayor quiero dedicarme hacer lo he hecho hoy, ya no quiero ser una princesa" mi madre no se lo tomó enserio, yo era una niña de seis años a esas edades no se sabe lo que se quiere ¿no? "cuando seas mayor ya decidirás" me respondió ella, pero yo ya lo había decidido en aquel escenario improvisado en el salón de actos de la escuelas de aquel pueblo perdido entre las montañas.

Después de las clases salí despacio del edificio grande y llamativo, en la puerta estaba el coche blanco de Harry con el esperándome al lado. Sonreía, con sus rizos rebeldes cayéndole por la frente y los hoyuelos en sus cachetes. Me abrazó cuando estuve lo suficiente cerca.

— ¿Qué tal todo?— habló animado.

—Bien—

— no lo parece. — entramos en su coche. —cuéntame. —

—Tal vez me den el papel. ¿Qué pasa si no soy capaz? ¿Si no puedo hacerlo bien?—

Harry conducía por las calles de Manhattan, me llevaba al trabajo, su abuela ya estaría allí en su cocina sin mucho que hacer mientras la rubia revisaría alguna de sus revistas. La lucecita roja  lo hizo parar y me miro con sus ojos verdes esperanzas y su sonrisa tranquilizadora.

—Si no lo haces bien la primera vez, lo harás bien la segunda. —acarició mi mejilla y levantó mi barbilla, así nuestros ojos se encontraron. —Y además yo estaré ahí lo hagas como lo hagas. —

Cuando llegamos a nuestro destino yo baje del vehículo blanco después de besar la mejilla del conductor, él se quedo allí para seguir conduciendo cuando yo entré a la cfetería. Cuando mi turno terminó, después de que Jame se fuera por la calle solitaria y silenciosa, Natacha y yo cerramos la puerta del local.

— ¿Que harás en navidad?—Preguntó mientras cerraba la puerta

—Nada. — contesté tras ella.

—Pero la tienes que celebrar. — se giró rápida hacia atrás para verme.

—Quizás el año que viene. —

La abrace y me aleje de ella. Camine bajo el cielo alumbrado únicamente por la luna y alguna estrella que se resistía a l luz de la ciudad. La calle vacía e insegura, nunca se sabe que te puedes encontrar en uno  de los callejones de esa zona de Bronx, las farolas apagadas o al menos la inmensa mayoría de ellas. El frio hacia visible el aire que salía del mí para poder coger mas aire cargado de oxigeno y así llenar mis pulmones una vacios.

La cama estaba vacía y desecha, Zayn miraba por la ventana, escuchó la puerta abrirse y mis pasos al entrar, pero no me miró a mí, no abandonó lo que estuviese mirando tras el cristal sucio.

—Zayn. —

Como no me contestó me acerque a él curiosa, quería saber qué era lo que miraba. Miré en   la misma dirección que él lo hacía, solo vi la oscuridad de la noche invadiendo todo a su paso, no sé si el estaría viendo algo diferente o tal vez leía algo en aquella oscuridad que yo no podía leer.

Besó mi frente con delicadeza y caminó hasta su chaqueta en una esquinita de la cama. Se la puso en su cuerpo desnudo y me miró, su mirada intentaba hablarme pero yo no la entendía.

— Me voy pequeña. —

Si se iba, lo decía enserio se giró y camino hasta la puerta. Pero yo no quería que lo hiciese me gustaba que estuviese allí, era agradable, su presencia me gustaba. Mi voz lo paró pero no me miró.

—Hace frio. — El abrió la puerta. — vete mañana. —

— No puedo, tengo que irme ahora. — Salió por la puerta. —Ten cuidado, Angie. —

Cerró la puerta y la soledad se hizo acto de presencia. Sabía que no se podía quedar conmigo toda la vida, que se iría, pero esperaba que al menos esperara una noche más, solo una. Para que la cama no estuviera fría, para que sus brazos me arropasen, para que él me cuidas. Su calor me protegía o al menos eso sentía yo.

Libérame.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora