—Vaya, a mí me suena como un rechazo —mencionó Ango.

Dazai pataleó en su asiento y Oda suspiró.

—Aún no te ha dicho nada —espetó Sakunosuke—. No te sirve de nada precipitarte a una respuesta.

—Es más que suficiente —clamó, golpeando su vaso con sus dedos. Luego de lo sucedido con su compañero se había dirigido al bar; había entrado a su habitación solo para dejar su bolso y había salido pitando. Una vez con sus amigos, les contó todo. Ango casi se desmayó al oír que habían roto su castidad.

—Tal vez... —comenzó Oda, mas fue interrumpido.

—¡Creí que había hecho todo bien! Te hice caso —espetó con capricho—. Dejé de ser tan brusco con él, le mostré mis sentimientos. Y no sirvió de nada —suspiró.

—Dale tiempo, Dazai —musitó con gracia—. Estás exagerando todo, como usual.

—No estoy exagerando —se excusó en un tono calmo, propio de la decepción—. Tal vez me quiere, pero no me ve como material de relación. Odasaku, no soy un material de relación, ¿por qué me vería como material de relación? Chuuya busca cosas a largo plazo, porque le gustan las cosas estables, y yo no soy nada de eso.

Oda y Ango lo miraron con sus ojos bien abiertos y sus labios entreabiertos, absortos en la imagen lamentable que Dazai proyectaba. El Dazai de esos últimos meses era, de por sí, novedoso; sin embargo, este Dazai con la mitad de sus neuronas incomunicadas era algo que jamás creyeron presenciar.

—Dazai, creo que Oda puede tener razón —comentó Ango con cautela—, puede ser que estés exagerando. No te vendría mal descansar. De caso contrario, esto podría afectar tu rendimiento en tus labores, y eres un líder.

—Ango —suspiró Oda, escrutándolo como quien pide silencio en un funeral—. Creo que eso no es lo primordial —dicho aquello, se dirigió al menor nuevamente—. Si él te quiere ya lo sabrás; y si buscase algo estable de verdad nunca se habría involucrado contigo en un principio, ni se habría acostado contigo.

—Tienes razón —musitó, mirando su vaso con desconsuelo. Su pecho le dolía—. Supongo que debo darle tiempo.

-•-

Y luego de eso, los días pasaron y pasaron. Lo que fueron días formaron semanas. Tal vez una, tal vez dos.

Dazai creyó que llevaría mejor el rechazo; no obstante, su alfa interior lloraba y lloraba.  Sabía que podía insistir y fastidiar, pero no era el punto. Porque sabía bien que el amor no se forzaba y que el cariño no se arrebataba. Si Nakahara no lo quería en su vida, no se involucraría con él. Tal vez nunca fuese a sentir los labios de Chuuya de nuevo, ni su cuerpo unirse al suyo propio, y todo eso le dolía más que el vacío sin fin que lo devoraba desde adentro.

Y pese a eso, no había noche en que no sintiera el dolor en su pecho, ese dolor que no era suyo sino de su pareja destinada.

Lo que sí era cierto era que, hablando estrictamente, no había habido un rechazo como tal. Chuuya había jugado la carta del silencio, lo cual era peor desde cualquier punto de vista.

Chuuya decidió que no se aceleraría a una respuesta, mas podía decir que se le había ido la mano, y sabía que su compañero sufría por ello; y, a su vez, aquello lastimaba aún más al omega. Había querido sanar todas sus heridas unas semanas atrás, sin saber que él mismo las abriría luego.

Las noches que Dazai pasaba en Lupin, Chuuya sollozaba en su cama, molesto con Dazai y consigo mismo.

Los primeros días había evadido al alfa a toda costa. Se escapaba por muchas horas, paseando de tejado en tejado, mientras se sumergía en sus cavilaciones bajo la luz de la luna.
Sabía que había decidido apostar  y estar con Dazai, que se había autorizado a enamorarse de él; pero en el momento en el que debía elegir, la entereza de esa seguridad se convertía en un temor mordaz que lo apresaba. Le temía a las consecuencias, a perder aquello que se le había dado pero que aún no se animaba a tomar; temía equivocarse y arrastrar a su propia pareja a la ruina. Le aterrorizaba la idea de que aquella necesidad que lo unía con locura a Dazai se transformase en la perdición de los dos.

Sobre instintos y amores ||Soukoku||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora