***


Estábamos afuera de la propiedad. Cuando salimos, Hudson intentó detenernos; afortunadamente Agnes intervino y no lo dejó refutar. Aunque no pasé desapercibido la mirada gélida que me dirigió.

El lugar era enorme, la mansión estaba separada de la vía pública por un camino que conducía al lugar interior del bosque y una reja. Esta no tenía candado, la imagen parecía sacada de una película de terror.

La estructura parecía que se caería con un pequeño temblor, las ventanas de la segunda planta están rotas.

¿Por qué no la habrán remodelado?

Los sonidos de unos cuervos me distrajeron un segundo.

Dejamos el auto estacionado afuera de la propiedad, le pedí a Forbes que esperara en el vehículo y tras varias insistencias de mi parte terminó aceptando.

— No te muevas de aquí, si necesito ayuda te llamaré.

Caminé por los alrededores observando el exterior, detrás de la mansión había un gran lago y un pequeño puerto. Hace tiempo que dejó de llover fuerte, se volvió una simple brisa.

Seguí avanzando hasta detenerme en el borde. Las aguas lucían calmadas, pero a la vez no me inspiraban confianza. Lo que se veía más adelante, en la lejanía, me paralizó.

Era el quiosco de mis recuerdos.

Ya había venido a este sitio antes, con mamá. En el otro extremo, siguiendo una dirección horizontal al quiosco; había una caseta con decoraciones de arquitectura arcaica.

Algo en mi interior gritaba que debía ir hasta allá.

Una mano se posó sobre mi hombro sobresaltándome, me giré con rapidez pensando que era Forbes. Sin embargo, me equivoqué.

Era el mismo sujeto que se apareció frente al Rosewood y en la estación de policía.

— Creo que la presentación sobra, niña —dijo él con una sonrisa nostálgica plasmada en su rostro.

— Landon —susurré. Sonrió aún más.

Landon se miraba relativamente joven para su edad, era más alto que yo, tal vez medía un metro ochenta o más. Algunas canas sobresalen de su cabello oscuro y es de tez clara, en su juventud debió ejercitarse.

— Encontré el diario —cada minuto que perdía trabajaba en mi contra. Así que fui directo al grano.

— Responderé todas tus dudas, niña. Y aclararé sus acertijos, mi bella Eloaiza solía jugar con las palabras. Era una mujer insolente, pero muy sabia.

— Primero quiero ir allá —señalé la caseta.

— Créeme, tu corazón no soportaría ver con tus propios ojos la verdad antes de escucharla —dijo con tristeza—. Sus mentes están conectadas, llamándose en silencio. ¿No es fantástico?

— Está bien —acepté. Aunque no entendí lo último que dijo, era un hombre que hablaba incoherencias.

— Hablaremos en orden, primero saldaré tus dudas con respecto al diario, ¿lo terminaste? —negué—, deberás leer la última página para saber tu historia.

¿Mi historia?

— Vamos, sube. —Me invitó a subir al bote—, iremos allá, donde todo comenzó — señaló el quiosco.

Hice caso a su petición y mientras movía los remos comenzó a hablar.

— Eloaiza siempre fue una mujer insegura y tímida, cuando sus padres murieron su hermano se hizo cargo de cuidarla, pero ese instinto de protección no fue normal y ella lo sabía. —Una sonrisa nostálgica se marcó en su rostro—. Me fui porque no supe manejarlo, era joven y cobarde.

— Ella le dejó esta propiedad a usted en secreto, ¿por qué?

— Descubrió la verdad, el oscuro secreto de su hermano y temió por su vida. — Se encogió de hombros—. Nadie me apoyaba más que ella, supongo que esta fue su forma de decirlo. Esta mansión pertenecía a sus padres. Luego de su muerte conocí  otra mujer, fue algo corto a decir verdad.

Seguramente por eso no le devolvió la vida a este lugar, si el hermano de ella sabía quién vivía aquí hubiese sido peligroso para él.

— ¿Qué hay con Sara Collingwood?

— Sara es solo una víctima, su único error fue conocer a la familia Bathory. —Nos detuvimos y posterior a ello me ayudó a bajar del bote—. Laura por otro lado, siempre envidió a su hermana.

— ¿Por qué? —Esa mujer no me dio buena espina cuando la conocí.

— Magnus Bathory, hermano de Eloaiza. Él se encaprichó con Sara, pero Laura estaba enamorada de él.

— ¿Qué pasó luego?

— Él la vio como una amenaza por un tiempo, pero después que él conoció al hijo de Sara su perspectiva cambió. —Me miró—. Algo más se convirtió en una amenaza para él.

— Ambrose Collingwood —asintió—, el paciente cero.

— ¿Estás segura de eso?, todos te han mentido, la única verdad es la que conocerás hoy.

— Eso es lo que intento descubrir, cada cosa que he hecho hasta ahora se siente correcto, pero no se si cada paso que he dado ha sido manejado por un titiritero —dije frustrada, miré mis manos.

— Marie Liz. —No le había dicho mi nombre—, todo es tan claro que me sorprende que no lo puedas ver.

— Ilumíneme —solté cansada.

— Él es único, por él todos seguimos en el juego. Dependemos de la efectividad de sus movimientos ganar, capturarlo es el objetivo de la mente detrás del juego.

El rey.

— Ambrose —susurré tan bajo que es posible que Landon no escuchara.

— ¿Te suenan conocidas las siguientes palabras? —preguntó atrayendo mi atención—. Su mejor obra maestra.

No es un simple ajedrez.

Él o la desconocida.

¿Estás enferma?

Tengo miedo de descubrirlo.

Eres diferente.

Sentí que la niña debía jugar.

La dama sostiene al rey.

— Yo soy la elegida —murmuré asustada.

— Yo soy la elegida —murmuré asustada

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
Paciente Cero |Terminada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora