90. Empieza la guerra.

Comenzar desde el principio
                                    

Al darme cuenta rápidamente me levanto y me dispongo a salir de ahí con prisas y sin dar ninguna explicación del susto que llevo encima.

—¿Pero a dónde vas? —cuestiona Brent siguiéndome.

—Llego tarde a un sitio —digo sin detenerme.

—Luego seguiremos jugando por si te apetece la revancha —grita finalmente el castaño.

Yo no digo nada más y saco mi teléfono móvil. Cuando lo miro tengo cinco llamadas perdidas y más de diez mensajes de Dylan. Llevo una mano a mi cabeza al verlo, soy horrible. Llego una hora tarde al encuentro.

Corro lo más rápido que puedo y me detengo en seco cuando llego al comedor y me encuentro con Dylan sentado junto con mi hermana Susan. La sangre me hierve de una manera abismal. ¿Qué hace ella ahí? O mejor dicho, ¿qué hace ella en lo que se supone que iba a ser una cita entre Dylan y yo?

Me planteo si acercarme a ellos o volverme con la misma y seguir jugando a videojuegos con mis amigos. Por lo menos allí me sentía cómoda.

Ver a mi hermana riéndose con mi novio me da celos. No me gusta sentirme así pero después de todo lo que me dijo aquel día en casa me es inevitable sentirlos y pensar que en cualquier momento va a intentar ir a más con Dylan y que ahí estaré yo sentada en primera fila para verlo y perderlo.

Zarandeo mi cabeza e intentar quitar esas ideas de ella. Respiro profundamente y me armo de valor para caminar hacia ellos.

—Hola —saludo con mi mejor sonrisa tomando asiento enfrente.

—Pensaba que ya no vendrías —comenta Dylan desviando su mirada desde mi hermana hacia mi.

—Es que perdí la noción del tiempo —respondo sin dejar de sonreír.

—Mi hermanita y su puntualidad —añade Susan ganándose una mirada fulminante por mi parte.

—¿Y tú que haces aquí querida hermana? —enfatizo el querida aunque en este momento sea de todo menos eso.

No sé qué he hecho yo en otra vida para que en esta mi hermana mayor me quiera quitar a mi primer novio.

—Como dejaste solo a Dylan alguien tenía que acompañarle.

Frunzo el ceño al oírla. ¿Quién se cree que es y por qué Dylan no dice nada?

—Ya dije que se me fue la hora —recalco con una sonrisa de oreja a oreja.

Dylan está demasiado callado y eso me hace pensar que se ha molestado. Maldito fue el momento en el que acepté ir a jugar a los videojuegos con Brent, ya sabía yo que no iba a traerme nada bueno.

El resto de la comida es horrible. Mi hermana no deja de hablar, Dylan le ríe las gracias y a mi apenas me mira. Me siento incómoda como si no fuera mi lugar y ni siquiera sé que decir ante los comentarios o historias que suelta mi hermana.

—Yo creo que me voy ya —suelto armándome de valor. Mi madre siempre me ha dicho que si no me siento cómoda en un lugar no tengo por qué quedarme en él.

Mientras me levanto Dylan agarra mi mano y me detiene.

—¿Ya te vas? —Yo asiento—, si apenas llevamos una hora juntos —comenta por lo bajo intentando darme pena. Yo desvío mi mirada de él a mi hermana y de mi hermana. Una hora me ha bastado para aburrirme como una ostra y sentirme incomodísima.

Cumpliendo los catorceDonde viven las historias. Descúbrelo ahora