13. Superficialidad.

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        — Tengo prisa, te llamo luego.

Dice una vez que termina de colocarse y le da un breve beso en los labios.

        — No me eches tanto de menos... estaré disponible en cuanto empiece Semana Santa y no tenga nada que estudiar.

Suelta él de repente, le dedica una suave pero perfecta sonrisa y sale de allí. Bárbara, en cambio, dibuja una sonrisa completamente falsa y en cuanto oye la puerta principal cerrarse, la borra por completo para lanzar un bufido perceptible. Con movimientos rápidos, busca su móvil y una vez que lo encuentra, busca un número en la agenda y le da al botón de llamar. Espera, espera, espera. De repente, una voz sale del otro lado de la línea.

        — Sí, todo va bien. ¿Podríamos vernos en una hora? Sí, allí estaré.

Cuelga entonces con el rostro apagado. Pobre chica, tiene una relación ella sola, ya que su novio no parece aportar demasiado a su relación. Y cuando estas cosas pasan, una reina siempre debe quedar impune del dolor, ya sabéis, nada de dejarse ver débil. Ellas siempre tienen la delantera para conseguir lo que desean y que la adoren por encima de cualquier cosa. ¿Desde cuándo se ha visto que una reina no imponga la disciplina en sus plebeyos? Nunca descuides las espaldas, puede que los traidores aparezcan pronto.

*    *    *    *    *    *    *    *    *    *    *    *    *

        — Yo creo que estás un poquito paranoica.

        — ¿Paranoica? ¿En serio? —Alza una ceja Bárbara mientras coloca en su rostro una expresión de incoherencia acerca de las palabras de su amiga que se encuentra enfrente de ella, sentadas en la mesa de su cafetería favorita.— Lleva meses evitándome y dice quedar con la niñata esa. Pero yo sé que no es eso.

        — Todas saben que Víctor te quiere, y que no te pondría los cuernos. Y menos con Carolina. Ellos se odian, ¿recuerdas?

        — No creo que sea con "esa". —Suelta de manera despectiva cambiando su expresión de nuevo por una mueca de asco.

        — ¿Entonces... con quién? ¿De quién sospechas?

La morena se para a pensar entonces en todas las chicas que se paran a hablar con su amorcito, que son muchas. Y suspira molesta ante ese pensamiento. Parece realmente concentrada al pensar en todas y cada una de las chicas que siempre le dieron mala espina como amigas de su querido novio.

        — Tendré que fijarme más en todas esas guarras que se le acercan.

Helena pone los ojos en blanco al escucharla y niega con suavidad. Sabe que su amiga está perdiendo poco a poco la cordura, que no es demasiada. La mira atentamente, pero no sabe qué decirle ya, porque sabe que nada la hará cambiar de opinión. Está completamente convencida de sus sospechas y hasta que no tenga pruebas de lo contrario, no parará de buscar respuestas para conocer la historia. Cómo, porqué, quién.

        — Está bien. Ya me dirás quién es... —La princesita decide levantarse de la silla y suspira profundamente.— He de irme, llámame cuando sepas algo.

La morena parece hacer caso omiso, porque sigue con su mirada en el vaso que está medio lleno, mientras sigue con la mente perdida en todas las chicas posibles sospechosas. Helena no puede menos que bufar cabreada e irse por donde ha venido, evitando hacer un comentario ofensivo. El mayor defecto de la rubia es el no poder evitar en ciertas ocasiones ser verdaderamente sincera. Puede que a simple vista no parezca para nada un defecto, pero creedme si os digo, que eso los han llevado, tanto a ella como a Daniel, que también padece ese mismo fallo, a las peores situaciones y líos que os podáis imaginar. Quizá por eso él empezó a ir a kárate. Hay que aprender a defenderse, ¿no?

Bajo vigilancia.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora