Capítulo 3

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Me fijé mejor y vi que el destello azul era la joya del museo, que la llevaba en el bolsillo. Era la que él robó. Rápidamente le miré a la cara, para evitar posibles sospechas. Sus ojos no hacían más que observarme, incomodándome.

—Tienes que irte—farfulló él, clavando sus ojos sobre los míos.

—¿Qué? ¿Por qué?—pregunté confusa. ¿Me secuestraba y luego me dejaba ir así como así? Esto no era una película, no podía ser posible.

—Pues porque es tu oportunidad, es tu momento de huir de aquí, de escapar—dijo hablando tan rápido que apenas conseguí entenderlo. No paraba de mirar hacia la puerta una y otra vez, asegurándose de que nadie venía.

Al ver que iba a responder, se apresuró a interrumpirme poniendo una mano sobre mi boca, pegándome a él e indicando silencio.

Oímos pasos bajar por las escaleras. Parecía que trataba de no hacer ruido, como si fuera un padre que estuviera seguro de que pillaría a su hijo haciendo una travesura. Los pasos sucedieron de manera lenta, pero segura, hasta que se detuvieron en el último peldaño de la escalera y pudimos vislumbrar una sombra alargarse, como asegurándose de algo.

"Mi secuestrador", resulta que aún no sabía su nombre, se separó de mí y puso un dedo sobre sus labios, siseando como forma de pedir silencio. El frío me envolvió al no sentirlo cerca, y lo vi acercarse con pasos sigilosos y silenciosos, para luego cerrar la puerta estruendosamente. Ese acto me sobresaltó, confundiéndome más.

Vimos la sombra erguirse y, segundos después, pasos de antes subiendo las escaleras.

Solté todo el aire que hasta ahora no me había dado cuenta de que hallaba reteniendo e, incapaz de continuar llamando "mi secuestrador", "el chico", y más, le hice una pregunta.

—¿Có-cómo te llamas?—pregunté dubitativa, poniéndome a la defensiva por si acaso, y temiendo su reacción.

—¿Necesitas saberlo?—respondió él, dejándome sin palabras. Suspiró—. Me llamo Logan...—al recibir mi mirada curiosa acabó la frase—: Johnson.

Miré las paredes preguntándome qué sucedería ahora. Dijo que había de irme, pero, ¿cómo hacerlo? y, sobretodo, muy importante, ¿por qué me ayudaba? Él fue quién me raptó, él fue quién me hizo sentir el mayor miedo de mi vida, y él fue quién robó una joya antigua e importante de un museo. No sé, solo no me entraba en la cabeza. Era demasiado... Ridículo e irracional.

Y entonces hizo algo increíble: se arrodilló delante de mí, sacándose el anillo del bolsillo y mostrándomelo, haciéndome abrir los ojos sorprendida. Lo que me faltaba.

—¿Me estás pidiendo matrimonio?—no pude evitar preguntarle, con los ojos a punto de salirme de la órbita. A ver, no es que pensase eso, solo que lo parecía, y quería asegurarme.

Me miró con cara de "¿Tú eres idiota?".

—¿Qué? ¡No!

Solté un suspiro de alivio, recibiendo un rodamiento de ojos de su parte.

—Quiero que te pongas el anillo—me susurró, como si de un secreto se tratase.

Se puso de pie cogiendo mi mano y eligiendo el dedo anular para segundos después colocarme con cuidado la joya. Yo observaba sus actos, ya que parecía que esperaba algo muy, muy grande. Y tal vez no andaba tan desencaminado.

Inmediatamente sentí mil mariposas en el estómago, y mi piel se erizó. El anillo me mandaba millones de corrientes eléctricas, pero en vez de resultarme desagradable, me producía el efecto contrario. Me sentí como si estuviese en las nubes, como si volase. En ese momento todos mis problemas desaparecieron e incluso creí que toda clase de deseos podían hacerse realidad. Sentí como si me rodease de un aura, y así debía de ser, porque la sala, minutos antes a oscuras, ahora se hallaba con las paredes reflejando un azul eléctrico muy potente. Sentí mi energía subir y llenarme de algo que me parecía poder. Me estaba sintiendo poderosa, como si pudiera con todo, como si todos los problemas que tenían fuesen insignificantes. Como si, incluso el mundo, fuese una hormiga para mí. Una hormiga que podía aplastar sin problemas.

La magia que estaba sintiendo, se acabó, apagándose lentamente, hasta tener solo al anillo en el dedo.

—Lo que pensaba—murmuró el chico, ahora llamado Logan.

—¿Lo qué pensabas? ¿Qué es lo que pensabas?—no pude evitar preguntarle, dominada por la curiosidad.

A cada paso que daba, nuevas cosas descubría, más preguntas salían a flote, y yo no encontraba los remos para llegar hasta la respuesta. Y ahora aquello. ¿Lo que pensaba? ¿Acaso era un alienígena y por eso me raptaron? ¿Para hacer pruebas conmigo? Mi mente no podía más, me ahogaba entre tantas cuestiones no respondidas, me ahogaba entre el estrés que comenzaba a actuar sobre mí. Solo, me ahogaba.


La Joya de la NinfaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora