– Lárgate Hoseok, eres solo una porquería humana. – No podía permitir que le disparara, lo más probable es que el mismo hombre robara sus prendas y joyas, las cuales ya tenían nombre: Park Jimin.

– ¡Regrésame mi comisión, mi maleta y mi violín, bastardo! – Su voz sonó grave, ronca y muy enérgica, estaba furioso pero no podía ni moverse de su lugar.

No quería un maldito agujero en su frente.

– No te voy a dar nada, lacra, regresa a tu vida de mierda. No eres para la música, energúmeno. Supéralo, vete o te mato. – Jimin decidió que fue suficiente show para soportar; rodó sus ojos y de su abrigo, que lo protegía de la madrugada gélida y llena de neblina, sacó su arma y apuntó directo a la cabeza del hombre.

– Aleja tu asquerosa mano de esa arma de mierda ahora mismo. – El hombre rio y se negó, incluso hizo ademán de burlarse del asesino y este rio al verlo. No quería ser violento ese día, pero ese viejo de mierda lo estaba irritando. – Te dije que dejaras esa arma de mierda. Uno, dos, tres... – Disparó, la bala rozó la cabeza del hombre, apenas se evitó que sangrara.

El señor miró al chico que estaba frente a él y asustado dejó el arma en el suelo lentamente, Hoseok se paró para ello y se alejó un poco de ambos, pero se mantenía allí aún.

– Ahora, dale su puta comisión, devuélvele su maleta y su violín. Ladrón de porquería. – Su voz era grave, tosca y colérica. Sus manos no se movieron ni un solo segundo y el arma seguía posicionado como lo estuvo justo como cuando disparó.

El referido asintió desesperadamente, entró en la taberna con rapidez y Jimin se acercó para colocarse en medio de la puerta para evitar que el ladrón la cerrara en su cara. Hoseok observaba temeroso lo que sucedía y miraba al hombre atractivo que estaba delante de él. Era rubio, sus facciones no se podían apreciar bien en el ambiente, pero Jung podía jurar que eran suaves, su nariz era pequeña y sus labios eran gruesos eso era lo poco que podía apreciar en medio del hosco lugar.

– Está todo aquí, está todo aquí. Perdón señor Jung, perdón. – Jimin sonrió cuando oyó el apellido.

¿Jung? El mismo maldito apellido que se tenía en la lista de las pocas familias coreanas que mantenían su ingente fortuna. El rubio vio que Jung tomaba sus pertenencias y pretendía irse, pero lo detuvo.

– Verifica que todo esté allí y solo en ese instante, nos iremos. – Su mirada hostil iba contra el mayor de los tres, tendría unos cuarenta años, supone que es así por su apariencia poco juvenil a comparación de los dos jóvenes que tenía en frente.

Hoseok abrió la maleta y se aseguró de que todo esté allí, mientras el hombre famélico los observaba claramente asustado, temblaba y mordía sus labios cuando sentía la mirada del rubio sobre él.

– Está todo aquí. – Jimin sonrió y con la mano disponible le dio un palmazo amistoso en la espalda al hombre, le dio una despedida y aún con la arma en su mano, le dijo a Hoseok que lo siguiera.

Cuando salieron de aquel local, Jimin aún apuntaba en dirección a la puerta de la misma, Hoseok le indicaba cómo retroceder y él lo hacía. No podría traicionarlo, después de todo, le salvó la vida.

– ¿Por qué sigues apuntando? – Jung miró la sonrisa ladina del hombre a su lado, este lamió sus labios y miró por un instante a los ojos marrones claros del mayor.

– Porque no sabemos si el malnacido decide salir para dispararnos en la espalda, así que antes de que lo haga. Lo asesinaré yo. – Lo dijo como si fuera un simple juego de niños, su sonrisa sádica fue algo que Hoseok grabó en su mente.

Monster; Hopemin.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora