Estoy en paz, me siento segura y amada. No quiero alejarme de este hombre. Lo siento cálido, vital... Lo siento mío.

-Estaba tan asustado. -Susurra contra mi pelo y luego planta besos a lo largo de mi rostro, enviando pequeñas descargas hacia un lugar en el que no había pensado. Me sonrojo escandalosamente -Pensé que no despertarías y cuando te pusiste mal ayer... -Su cuerpo se pone rígido -Te perdía Ana, mi mayor temor se hacía realidad...

Mi corazón da un giro dentro de mi pecho y afianzo mi abrazo alrededor de este hombre al que parezco importarle mucho.

-Estoy bien. -Murmuro, intentando tranquilizarlo, aunque sé que es en vano, cuando le diga que no lo recuerdo ni a él ni a mis hijos se volverá loco -Tengo algo que decirle. -Me avergüenza tratarlo de tú, ya que no lo conozco. Bueno, sí, pero no recuerdo la confianza que teníamos.

Levanta las cejas, sorprendido -Dígame, Sra. Grey. -Besa mis nudillos y esas deliciosas descargas viajan a través de mi cuerpo.

-No recuerdo quien soy. -Suelto y veo como en sus hermosos ojos grises crece la sorpresa. ¡Cómo no noté esos ojos antes! Parecen platino líquido que traspasa mi alma. Me apresuro a continuar -Cuando desperté estaban dos niños aquí, como me dijeron mami, supe que eran mis hijos, de otro modo no lo habría adivinado, ya que no logro recordarlos. Ni siquiera sé mi nombre... Mis ojos se llenan de lágrimas y el dios griego que es mi esposo, o al menos eso creo, me abraza con fuerza, haciéndome sentir el amor que siente por mí.

-Eres Anastasia Grey, mi esposa. -Murmura luego de sentarse a mi lado -Estamos casados desde hace casi siete años y tenemos dos maravillosos niños, Theodore Raymond Grey y Phoebe Grey. Yo soy...

-Christian Grey. -Lo interrumpo, ese nombre llegó a mi mente y salió de mis labios tan rápido que no pude detenerlo.

-Sí, ese soy yo. -Sonríe de lado, derritiéndome -Parece que sus recuerdos siguen ahí, Sra. Grey. Hablaré con la doctora Harrison. -Besa mi cabello pero no le permito levantarse.

-Hablame sobre mí, sobre mis hijos, sobre... Nosotros. -Me sonrojo, parece que es algo natural en mi -¿Yo... siempre... Me sonrojo?

Ríe y es un sonido que me encanta, mi cuerpo reacciona y me siento en su regazo. Me hago más pequeña, hasta quedar acurrucada con mi cabeza sintiendo el palpitar de su corazón.

-Sí, nena, siempre. -Responde -Tú... Eres perfecta, Ana. -Besa mi cabello -Nuestros hijos son los niños más maravillosos, siempre lo decimos. Y nosotros somos muy felices, nos amamos.

Lo miro, intentando leer la verdad en sus ojos. Mi mirada viaja a sus labios e inconscientemente muerdo mi labio inferior. Esa acción parece tener un efecto en Christian, ya que siento que algo crece en sus pantalones y golpea una de mis piernas. Mis mejillas se tornan de color rojo intenso, a pesar de saber que soy la esposa de este hombre, por dios, hemos tenido sexo.

-Ese es el efecto que tienes en mi, nena. -Esta vez son sus palabras las que provocan algo en mí, ya que mis labios chocan contra los suyos en un beso voraz que amenaza con consumirnos a ambos.

Nuestras lenguas bailan una danza que al parecer conocen perfectamente mientras mis manos trazan su rumbo en el desordenado cabello de este hombre que no puedo creer que sea mío. Mi cuerpo toma el control hasta que siento un fuerte golpe en mi cráneo, él lo nota y e seguida se aparta.

-¡Mierda, Ana! ¡Te operaron hace dos semanas! -Al ver mi rostro de confusión, su mirada se dulcifica, ya que hace un momento parecía que estaba a punto de echar chispas -Te operaron de un tumor cerebral, hubieron complicaciones, te indujeron al coma y te despertaron ayer, pero... -Se calla. Le doy una mirada tierna, animándolo a continuar, pero no lo hace -Voy a buscar a la doctora. -Frunzo el ceño pero no insisto, si él no piensa darme respuestas la doctora deberá hacerlo.

-Dile a Ted y Phoe que entren. -Sonríe ampliamente ante mi petición y automáticamente imito su acción. Sale de mi habitación y nuevamente me invade esa extraña sensación de que algo me falta.

Mi sentimiento de soledad no dura mucho, ya que dos pequeños huracanes entran en mi habitación y saltan para estar a mi lado nuevamente. Me acuesto y se acurrucan junto a mí, haciéndome sentir plena y feliz.

-Niños, necesito que sepan algo... -Murmuro -mami no puede recordar nada. -Me observan sin comprender -Algo salió mal y no tengo memoria. No recuerdo cuando jugamos o cuando los llevo a la escuela... -Les digo, esperando que comprendan mi explicación.

-Tú nunca nos llevas a la escuela, mami. Por eso no lo recuerdas. -Mi pequeño ríe al igual que su hermana y me quedo sin respiración.

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Espero que les gustara, he aquí el nuevo cap! Las invito a visitar mi otra historia, cincuenta secretos.

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Cincuenta Sombras en el Ayer©.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora