Efectúa una pausa y reflexiona en voz alta:

—Es probable que esta isla esté hundida porque no la reconozco, pero creo que se encuentra en el espacio que corresponde a Suecia. —E indica con el índice la trayectoria del langskib—. Si seguimos en esta dirección arribaremos a algún punto de Dinamarca.

—¿Y si te equivocas y van camino de Groenlandia? No sé con exactitud en qué año estamos, puede que Erik el Rojo[2] haya fundado allí el primer asentamiento. O, peor todavía, quizá estos vikingos vayan con su hijo, Leifr Eiríksson, camino a Vinland. —Un estremecimiento me recorre por entero ante el mero hecho de expresar mis dudas.

—¿Vinland? —inquiere Cleo, se nota que mi aportación la ha desmoralizado todavía más.

—América. Los vikingos llegaron a Terranova quinientos años antes de que Cristóbal Colón arribase al archipiélago de las Antillas. Y luego fueron bastante más hacia el sur. —Me siento sobre la arena húmeda y escondo la cabeza entre las manos.

—Pensemos en positivo, mi amor, seamos optimistas. —Mi mafioso me acaricia la frente para borrar las arrugas que me quedan al fruncir el ceño—. No harían un viaje tan largo cargados de tres pequeños, usemos la lógica. Seguro que han hecho una incursión cerca de casa y ahora regresan al poblado.

—¿Y si no aciertas? —lo interrogo con cara de espanto, horrorizada por la posibilidad de que mis hijos se pierdan para siempre en el pasado.

—Si no acierto te prometo que cogemos un barco y los perseguimos hasta Islandia o hasta Groenlandia o hasta América. —Y por la resuelta entonación tengo la certeza de que no constituyen meras palabras.

     Efectúo un esfuerzo sobrehumano para reflexionar con claridad y comento:

—Tienes razón en algo, amor mío. Si se dirigiesen a América no irían en langskibs, que tenían por objetivo caer con rapidez y por sorpresa, atacar en un santiamén y robar lo que pudiesen cargar, sino que utilizarían los knörren[3]. Eran mucho más grandes y más robustos. Medían alrededor de veinte metros de largo y seis de ancho y en ellos llevaban pesados cargamentos. Eran unas moles de roble, simétricas y con una enorme vela rectangular que se desplegaba en un mástil fijo... Aunque igual me equivoco y por ahí los espera una nave nodriza. Y con ella cruzan el Atlántico. —Me pongo de pie y levanto los brazos, todo lo que nos rodea es simple vacío—. Además, ¿cómo encontraremos una embarcación para seguirlos?

—Pues la haremos con las manos o nos buscamos una ballena para irnos detrás de ellos, lo único que sé es que jamás me volveré a dar por vencido y que siempre estaré con mis bebés —afirma mi novio con convicción y así me demuestra que su amor es más poderoso que cualquier impedimento.

     El tiempo se paraliza mientras proceso el último comentario, que me despierta la memoria.

—¿Recuerdas cuando me secuestraste al poco de conocernos y que me llevaste a las islas Seychelles? —Él mueve la cabeza de arriba abajo y se pone un poco colorado.

—Pensaba que Kruger te había retenido en Sudáfrica. —Christopher pone cara de desconcierto, pues en aquellos momentos se hallaba conmigo por órdenes del Secret Intelligence Service.

—Lo siento, cariño, no me lo tomes en cuenta —se disculpa mi malhechor, pero yo pongo la palma hacia arriba para indicarle que no continúe—. En aquella época era demasiado egoísta.

—Esto ahora no es lo relevante, sino que escapé de allí a lomos de un delfín. —Los estudio de uno en uno—. En realidad me acompañaban unos cuantos y se rotaban. ¿Y si les pido ayuda a mis amigos marinos y nos largamos de aquí?

La médium del periódico #5. Las runas malditas.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora