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Rondaban las doce de la noche y aún no podía conciliar el sueño. En su regazo se encontraba la pequeña caja. Agarró su teléfono y miro la hora por décima vez en la noche. 00:13. Tenía sueño pero no podía dormir. Dejo el teléfono y la caja en su mesita de noche. Se sentó al borde de la cama y sus pies tocaron el frío piso de madera. Un escalofrío le recorrió desde la punta de los pies asta el último cabello de su cabeza. Lentamente y con intenciones de hacer el menor ruido posible, se levantó. Camino por los oscuros pasillos de su casa. Bajo lentamente por las escaleras -donde casi se mata-. Llegó a la cocina y prendió la luz. Agarró un vaso y se sirvió leche. Se recargo en una pequeña mesa que estaba ahí y tomo un pequeño trago del lácteo. Suspiró y dejo el vaso a medio tomar en la mesa. Miro a su alrededor y agudizó el oído. Los sonidos nocturnos le sanaba el alma. Estaba un poco triste. Se había peleado con Madara el día de ayer, cuando se levantó. Madara es la persona más importante en su vida y le dolía saber que este no le dirigía la palabra. Ni siquiera se había dignado a llegar después de su pelea del Martes en la mañana.
Se terminó su vaso de leche. Pero cuando se dispuso a apagar la luz de la cocina un extraño sonido le llamo la atención. De pronto la luz del pasillo se prendió y el sonido de la puerta cerrándose y de llaves siendo tiradas a quien sabe dónde llegaron a los oídos de Óbito. Apagó la luz y salió de la cosina. Con un poco de tristeza miro a su tío Madara quitarse los zapatos. Madara levanto la vista y miro a Óbito —. Ya-ya me iba — menciono el menor dándose media media vuelta para largarse a su cuarto.

— Espera Óbito — murmuró Madara. Óbito volvió a mirarle —. Las cosas no terminaron muy bien el Martes — hablaba recordando la intensa, estúpida e innecesaria pelea y solo porque es un orgulloso, ambos lo son, y siendo sinceros, Madara quiere a Óbito como a un hijo —, fue estúpido de mi parte enojarme por una estupidez así — definitivamente Óbito era la única persona que lograba que Madara se tragara el orgullo —. Me iba a disculpar contigo después de que regresaras pero tuve un imprevisto y tuve que viajar — así que por eso no había aparecido —, pero mira lo que traje de mi viaje — estiró los brazos mostrando a un gatito de pelaje blanco y muy bonito. Los ojos de Óbito brillaron y se acerco para cargar al animal. Cuando tuvo entre sus brazos al felino se sintió muy feliz, los gatos son los animales que más le gusta y Madara lo sabía bien —. Le di de comer y ya no me dejó en paz — menciono Madara. Óbito río y lo miró —. Tampoco te di un regalo de cumpleaños.. así que.. puedes tomarlo como uno — añadió, un un leve rubor en sus mejillas. Óbito sintió una hermosa calidez en su pecho —. Por cierto, ¿Que haces aquí a esta hora? — preguntó.

— Am.. no podía dormir — respondió y dejo al gato en el suelo — y vine por un vaso de leche — bostezo —, pero ya tengo sueño — se rió y arrastrando los pies se encamino a las escaleras —. Buenas noches — subió las escaleras dejando a Madara con el gato.

— ¿Que miras? — le pregunto al gato que lo miraba con aquellos penetrantes ojos azules. El gato solo le maullo.

Madara camino a la cocina, agarró una lata de atún y la dejo en la mesa donde minutos después se quedó dormido viendo cómo el gato se comía el atún.

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Cascadas salían de sus ojos y se pegaba la frente con la mesa con frustración—. ¡Soy un cobarde! — grito y su amiga castaña rodó los ojos.

— Y un estúpido — murmuró con fastidió. Los dos amigos se encontraban en su aula, solos, ya que los demás estaban en la ''dichosa'' kermés
—. Solo se la tienes que dar, ¿Para que el drama?

Óbito recargo su barbilla en la mesa y miro a su amiga con los ojos llorosos —. Pero.. eso ya lo intente Rin ¡Tu viste que salió mal!

Escena retrospectiva.

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