Quería golpearla, acabar con ella, con su mentira, decirle todo a mi padre … pero algo, aun no sabía qué, me contuvo. Decidí esperar a que se marchara y se fuera a reunir con su infame amante. Detrás de ella me fui yo, para el asombro de mi padre.
Como había leído los mensajes sabía perfectamente en que café se reunirían, no me hizo falta seguirla, así no corría el riesgo de ser descubierta y que decidiera suspender el encuentro. Me tomé mi tiempo. Di un largo paseo por la Habana vieja durante unos treinta minutos. Luego me llegué hasta el café. Allí estaban. El intentaba ser efusivo con Electra, pero ella lo despreciaba una y otra vez.
Desde donde estaba no podía escuchar lo que decían, por lo que me llegué hasta el café, muy concurrido ese día. Las mesas estaban llenas de turistas, y era muy fácil confundirse entre la multitud. Me senté en una mesa de dos junto a un joven turista que solo sabía reírse. Desde allí me era factible parar el oído y saber lo que hablaban Santiago y Electra:
––Necesito que me digas lo que quieres pronto, no puedo ni quiero estar tanto tiempo contigo. ––Aseveró perturbada, Electra. ––Has hecho cosas horribles, de las que jamás pensé que fueras capaz. Enamorar a mi hijastra con el único propósito de acercarte a mí. ¡Eso es de locos!
––Es que estoy loco por ti, mujer. ¿Acaso no lo entiendes?
––Sí, lo entendí hace mucho tiempo. Por eso quería librarme de ti. Un buen revolcón está bien, Santiago, pero 'para mí no significas nada más. Amo a mi marido.
––Si lo amaras tanto no te hubieras enredado conmigo.
––¡Fui débil! ¡Una verraca!
––No me voy a salir tan fácil de tu vida Electra, lo siento. Si es necesario seguiré metiendo en la cama de la gorda para estar cerca de ti.
No pude contenerme más y salí de mi asiento disparada hasta la mesa de los dos canallas. Se quedaron boquiabiertos al verme:
––¿Así que la gorda? ¿Ya no soy tu gordi o la chica de las masitas? ¡Que ruin has salido, Santiago!
Mi mirada fija en su rostro, derribó su postura segura, serena. A Electra las manos le temblaban y los ojos comenzaban a tornarse acuosos. Solo atinó a preguntarme:
––¿Kira? ¿Qué haces aquí?
—Qué hago aquí? ¡Vine a acabar con su show! Yo sabía que tú no serbias Electra, pero no me imaginé que Santiago fuera tan vil.
Los clientes del café veían la escena con curiosidad, pero algo desorientados, pues la mayoría no entendían español. Los dependientes del establecimiento me hacían señas de que me retirara o bajara la voz, pero yo no atendía a sus reclamos.
––¿Cuánto tiempo más pensabas engañarme, Santiago? ¿Te creíste que iba a tragarme toda la vida la historia de que estudiabas en la universidad! ¡Eres un manipulador!
––¡Baja el tono, Kira! ––Exclamó con Violencia.
––Sino… ¿Qué? ¿Me vas a pegar? ¡Todavía no ha nacido el hombre que ponga una mano encima!
Mis palabras lo impresionaron y bajó la guardia. Electra estaba más quieta que una estatua, pues conoce el genio que me gasto.
––Es cierto. Te engañé. Yo sabía quién tú eras, Kira. Así es la vida, lo siento.
––¡Me usaste! ––Dije llorando. Las personas en el café contemplaban aquella terrible situación con notable tristeza y lástima. Electra también comenzó a llorar. Por primera vez, vi un lado más humano en mi madrastra. Se dirigió a Santiago y le dijo con rostro duro:
––Márchate, Santiago. Ya has hecho demasiado mal.
Él bajo su cabeza. Se paró apenado de la mesa. Vio como todos lo juzgaban severamente y se marchó raudo. Yo permanecía parada. Electra me indicó que me sentara en el asiento. Dudé, pero al final accedí.
––Estás muy nerviosa, Kira. Tenemos que conversar despacio.
––Yo no tengo que conversar nada contigo. Me quedó clarísimo el tipo de persona que eres. Ahora me voy a tomar un buen jugo y un gran pedazo de pastel que vas a pagar tú. Luego me iré a la casa y le contaré todo a papá.
––No hagas eso. No le va a hacer bien.
––Ya se acostumbrará a la verdad.––Afirmé segura de mis planteamientos. Pensé que eso debilitaría a Electra, pero ella aún tenía una carta bajo su manga.
––Si haces eso, sí le cuentas a tu padre todo lo que has presenciado, nunca sabrás la verdad.
––¿La Verdad? ¿Qué verdad? ¿De qué estás hablando?
––De tu madre. ––¡Deja a mi madre fuera de esto! Ella no está aquí para defenderse de tu veneno. ¡Ni siquiera está en el país!
––En eso te equivocas. ––Dijo con una sonrisa en el rostro, disfrutando de su momento. ––Tu madre no está en los Estados Unidos como piensan tú y tu padre! ¡Está más cerca de lo que te imaginas!
Aquellas palabras fuero n un golpe. De pronto, mi pasado me enviaba destellos a través de esta perversa mujer. Ella era la única clave para entender el abandono en sus redes , y no al revés, como pensaba yo hasta ese momento.
Si quieres saber más de mi historia y el paradero real de mi de mi madre, no dejen de leer el próximo capítulo. Y no olviden que mi nombre es Kira.
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Mi Nombre es Kira.
RomanceLas angustias, tristezas y alegrías de una estudiante de Biología, cubana , gorda y apasionada.
Capítulo 4: Falso amor.
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