𝟖. 𝓗𝓮𝓫𝓫𝓮𝓵

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Sin embargo, el castaño no pensó lo mismo.

—¡Oye! —exclamó apartándose—Ugh. Dije que sin besos, idiota.

Y seguido de eso, Louis lo tomó del brazo y lo sacó de su habitación haciéndolo tropezar, cerrando la puerta en cuanto todo su cuerpo estuvo afuera sin importarle los tartajeos del muchacho con aquel fuerte vocablo alemán.

—Hubiera sido mejor traer a su amigo. —reflexionó para sí pasando una mano por su frente. Recordando al hombre que acompañaba a su cita la noche anterior—Se veía que no era tan suave como él a la hora de tener sexo.

Caminó hasta el lugar donde había dormido con el joven de cabellos dorados y estiró las sábanas en un intento blando de tender la cama. Manoteó las almohadas para intentar regresarlas a su forma original y miró fuera de la gran ventana el pobre escenario que se mostraba ante sus ojos.

Era su último día en Alemania y para entonces estaba harto del lugar.

Todo empezó a derrumbarse cuando arribaron al hotel. Al parecer, un inesperado problema ocurrió con los trámites y no había ninguna reservación de habitaciones en el edificio para Louis y sus acompañantes, así que Vanessa tuvo que retirarse un par de horas a buscar algún otro hotel en el que se pudieran acomodar.

Louis se quejó cuando notó que el nuevo lugar en donde pasaría su estadía realmente no era lo que el anterior. El aire acondicionado no servía, las camas eran rígidas y rechinaban ante el mínimo movimiento, no tenía una buena vista de la ciudad y los muebles estaban polvorientos y crujían si alguien se recargaba en ellos.

—Es lo que pude conseguir, estrella. —se había explicado su manager—Tranquilo, sólo estaremos aquí para dormir, pasaremos todo el día fuera, hay muchas cosas pendientes.

Ahí la ansiedad llegó de manera enredada y amenazante.

Jil Sander era una de las diseñadoras más prestigiosas de Wesselburen. Sus drapeados y sus líneas suaves en sus prendas habían servido para mostrar la calidad de su trabajo. Aunque estaba retirada, sus colecciones seguían siendo icónicas y el haber recibido un llamado de ella para modelar sus prendas para una de las revistas más conocidas era realmente un gran paso para el muchacho de ojos topacio.

Así que cuando Vanessa salió de las oficinas de Vanity Fair, Louis movía su pie sin parar contra el suelo esperando buenas noticias, manteniendo sus esperanzas en alto y rogando internamente por que todo hubiera salido como lo había previsto.

Su semblante cambió cuando notó la mirada apagada y suplicante de Vanessa al acercarse a él.

—Louis. —comenzó—Estrella, sólo... no es como si lo fuera todo, ¿de acuerdo?

El modelo jadeó ahogando un sollozo y las lágrimas salieron de sus ojos sin alguna limitación mientras se abrazaba a sí mismo.

—No llores, cielo. —lo abrazó acariciando su espalda—Por favor no llores. Lo siento.

Se pudo resumir en un par de palabras; Louis no cumplía con algunos requisitos para la revista. Para Jil sí, para la exclusiva no.

Vanessa realmente no se había preocupado, ya que la mayoría de las solicitudes tenía solución, pero cuando los editores mencionaron algunas cosas sobre el físico de Louis, ella se negó rotundamente. Era definitivo que ella jamás haría que a sus modelos se les denigrara por cuestiones estéticas como las que aquellos ejecutivos le mencionaron, mucho menos someterlos a procesos arduos y pendencias específicas para que "cumplieran los estándares de belleza".

𝐌𝐄𝐑𝐀𝐊𝐈 ✦ 𝑳.𝑺Donde viven las historias. Descúbrelo ahora