Hasta que Harry encontró el par de lentillas entre las almohadas fue que ambos entendieron en donde se encontraban o lo que sucedía.

Un suspiro por parte de la pelirroja salió, haciéndola sentir mejor, pues no había dejado tonto a la eminencia de Gryffindor. Un problema menos en su lista de preocupaciones.

Harry, por su parte, finalmente vio con claridad el uniforme de la chica. El color amarillo resaltaba gracias a la tela negra que conformaba la túnica. Y el tejón en el centro del escudo le pareció gracioso.

Poco después miró a la persona que con tantas ansias esperaba comprobar que estuviera bien. Con los dientes mordiéndole el labio y sus manos aferradas a sus rodillas, esperaba a que hilara más de dos palabras.

—¿Te conozco? — no se inmutó por la pregunta. No podía reclamarle el desconocerla totalmente. Nunca había hecho un esfuerzo por hablarle, y si lo hubiera intentado, no estaría segura de haber dicho más de 4 palabras antes de morderse la lengua.

—No lo creo. Jamás hemos hablado, o estado en la misma habitación— de pronto, sintió su espalda relajarse. La presión en sus manos desapareció para dar paso a una ligera capa de sudor —Bueno, hemos estado en la misma habitación, pero no solos—.

Las palabras comenzaban a cruzarse frente a sus ojos, el diccionario imaginario en su cabeza comenzaba a reducirse hasta ser capaz de darle unas cuantas frases cortas.

La risa del chico no logró más que presionarla, si bien no podía presumir de tener una perfecta dicción como la profesora Mcgonagall, creía que por lo menos tenía una voz agradable y con sentido.

—Puedes tachar esas dos cosas de tu lista. Ya hemos hablado y ahora estamos en una habitación... solos— inconscientemente, Harry había hecho una intensa pausa antes de finalizar su oración, la connotación con la que había sido hecha hizo que los bellos de los brazos de Amélie se erizarán. Y fue este uno de los tantos momentos en que agradecía su capacidad de evitar sonrojarse. De no ser así, viviría con las mejillas coloradas.

Caso contrario con Harry, deseó estar nuevamente dormido pues no bastó de mucho tiempo para que cayera en cuenta de que sus palabras no habían sido las mejores. Antes de que pudiera disculparse, la mano extendida de la hufflepuff estaba posada frente a él.

—Amélie Bellum, un placer golpearte con una bludger— le dio un ligero apretón antes de que su agarre se volviera confuso. Pues, aunque Amélie hubiera sido muy explícita, creía que se trataba de una broma —Oh, no lo recuerdas—.

Un hilo de preocupación saltó en el interior de ella, se vio representado con la vena en su frente que se encontraba abultada y mucho más notoria que las demás.

Dejó su asiento para casi ponerse sobre Harry, lo tomó por los hombros y lo obligó a que la mirada a los ojos —¿En qué año estamos? Dime que, si recuerdas eso, por favor—.

A Harry le pareció graciosa la pregunta, y le pareció aún más divertido responderle bromeando. Le diría cualquier otro año menos el verdadero. Pero la angustia en su rostro hizo que se sintiera mal tan sólo de pensar jugar con ella.

—Tranquila, no he perdido la memoria— se otorgó el derecho de -igualmente- tomarla por los hombros, la sacudió un poco pero su cara de interrogación no desaparecía —1995— sacar una idea de la cabeza de Amélie no era tarea sencilla.

Un segundo suspiro de alivio salió de su boca. Dicho aire exhalado chocó directo con la nariz de Harry, quien sorprendido descubrió un aroma a chocolate amargo. Cuando Amélie se dio cuenta de que estaba haciendo algo que ella misma odiaba, se alejó de él. Ella era muy exigente con su espacio personal, por lo que procuraba no invadir el de otras personas. 

Los hufflepuff no somos débiles ~Harry Potter~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora