—Uhm, bueno, es obvio, ¿no? —Jin no pudo contener una risita nerviosa—. Quise que vengas conmigo porque... este... quiero decir, tú...

Porque eres tú. Mi musa. A quien necesito.

Yoongi se giró entonces, enarcando una ceja y resaltando su expresión que con cada segundo que pasaba sin recibir una respuesta, se volvía más y más molesta.

—No sé cómo ponerlo en palabras pero-

—¿Sabes qué? No es necesario que contestes —Yoongi intentó sonreír, pero su verdadera postura se reveló en cómo empujó el interior de su mejilla con la lengua—. Iré a subir las cosas al auto. Nos iremos en cuanto termines de comer, es mejor aprovechar el día para movernos.

Antes de siquiera poder responderle, el menor se marchó del cuarto tras llevarse consigo su bolsa y la de Jin. El estruendo provocado por la palmada que se dio en la frente debió escucharse hasta el pasillo. Cuando pensaba que no podía ser más estúpido, se sorprendía a sí mismo.

—Quiero que me acompañes porque te quiero, Yoongi.

Otra palmada y se dejó caer sobre la cama, su golpe pareciendo el empujón que lo movió.

—¿Tan difícil es decir eso, Seokjin? —se reprendió en voz alta. Yoongi estaba demasiado lejos para escucharlo ya—. Tan estúpido.

Una vez que se sentó a comer y los minutos siguieron pasando, Seokjin entendió que aquello de llevar las cosas al carro no había sido más que una excusa del menor para alejarse de él. Subir las bolsas a la camioneta no debería tomarle demasiado tiempo, pero Yoongi siguió sin aparecer.

Se tragó los sándwiches en silencio y con rabia, desquitándose con la comida como un niño haría. Estaba enfurruñado consigo mismo y nada que se dijera sería suficiente para sentirse mejor o que escarmentara lo suficiente. Ni siquiera tenía hambre, pero comía por despecho.

Su última esperanza y consuelo era que Yoongi había sido lo suficientemente compasivo de su trasero lamentable para ayudarlo en su escapada. No significaba mucho para ellos como algo más, pero quizás si se esforzaba lo suficiente aún tenía una posibilidad...

—¿Ahora qué te pasa?

La voz de Yoongi, clara y confundida, fue el propulsor necesario para sentarse de golpe en la cama. Sonrió como pudo ante la pregunta y se limpió rápidamente de las migajas que quedaron en su barbilla, tratando de que su aspecto deplorable no fuera tan evidente. Tras contemplarlo un momento, el menor se encogió de hombros y avanzó hasta él; la distancia entre la puerta y la cama era de apenas unos pasos, pero el corazón de Jin pataleó violentamente al seguirlo con la mirada.

—Te he conseguido un teléfono, tal y como pediste —informó extendiéndole una caja no mucho más grande que su palma—. No es muy bueno, pero servirá hasta que consigas otro, creo.

—Gracias, Yoongi.

Yoongi asintió con la cabeza muy despacio como pensativo, para finalmente recostándose en su lado de la cama que habían armado.

—Si vas a encender el otro, quítale la tarjeta SIM primero. Lo último que necesitamos es que te localicen ahora.

Tal y como había prologado, el teléfono en cuestión era uno de esos baratos y de imitación que solían encontrarse en las estaciones de servicio. A simple vista era bastante bonito al ojo y la caja juraba especificaciones y atributos que podrían competir con un aparato de alta gama, pero no necesitó más que encenderlo para confirmar sus sospechas sobre la calidad del producto.

Podría quejarse por ello, pero le parecía inútil e innecesario. A donde iba no sería menester contar con un celular que pudiera hacer más que enviar mensajes y llamadas. Ni siquiera estaba seguro de si hablaría a alguien en algún momento mientras guardaba sus contactos más importantes en él

➟ the lakes ༄ yoonjinDonde viven las historias. Descúbrelo ahora