-Quiero oírte gritar, acá nadie te puede juzgar, solo somos tú y yo, deja que esa mujer salga.

      Me tomó la palabra y descubrí una mujer libre de inhibiciones, apasionada, incluso cachonda a más no poder. Busqué uno de mis vibradores y lo paseé por su cuerpo, sus pechos, y luego lo apocé en su clítoris. Gimió hasta donde sus pulmones llegaron, pero no llegó, supongo que su cuerpo al fin entendía recibir placer y prolongarlo a lo largo de la noche. Pasé mi lengua a su anillo y apretaba mis manos en su cola sin compasión, la madreaba de vez en cuando hasta verla morada, y luego la besaba en busca de su perdón, a ella poco le importaba, solo sentía placer. Busqué otro vibrador y lo introduje en su anillito, casi convulsiona, estaba poseída, se movía a un ritmo continuo, pero enloquecedor, yo no aguantaba más verla así, toda una perra, me abalancé sobre ella y la besé, besé sus pechos y su cuerpo solo vibraba debajo del mío. Le retiré los equipitos y la dejé respirando como animal cansado para ponerme un dildo con arnés. Le pedí que volteara y sin protestar lo hizo, pasé mis manos por la extensión de su espalda hasta llegar a su cola enrojecida, dejé entrar en ese agujerito uno de mis dedos y estaba todo caliente y palpitante, luego mi otra mano acarició su sexo, ese sí que estaba palpitante. Vi como su cuerpo se acercaba a mis dedos para que la penetrara, me encantaba la Amalia que tenía en la cama. Besé lentamente su cuello y la tomé de sus cabellos, la atraje contra mi cuerpo y ella sintió el consolador exprimiendo su vagina, estaba ocioso por entrar, por hacerla gozar, pero antes debía torturarla. Lo tomé en la mano y lo paseé por la entrada de su vagina, ella te tiraba contra mí con la esperanza de ensartarse, cosa que no permití, tenía que ir a mi ritmo, no al suyo. Seguí jugando con su deseo hasta que la escuché suplicar por ser penetrada, no la hice esperar más y se la clavé hasta el fondo con fuerza, se quejó al principio, pero igual ser poseída te eleva a un lugar increíble, sentirte así, prisionera e incapaz de escapar, siendo dominada por completo, lleva al cuerpo a un trance mágico, eso lo había descubierto a lo largo de los años. La cogí en todas las posiciones, y no terminábamos, ni yo me cansaba, ni ella se saciaba, era única esa noche. Me la follé en todo sentido de la palabra, en la cama, contra la pared, en el aire, contra el balcón, en el piso, en el buró, no sé cuantas veces pensamos terminar y seguíamos buscando más. Le sacaba el dildo por completo, la azotaba con el gangle su clítoris y luego se lo volvía a meter, la tenía loca. Gemía, gritaba, me decía que le diera con todo, se transformó en esa fiera que había encarcelado en ese pueblo judío.

      -Más, dame más duro.

      -Así, así te gusta cierto, eres mi puta, te gusta que te cojan duro, vaya putita me saliste.-era demasiado, tanto ella como yo estábamos al borde de tener un ataque. Se la clavé hasta el fondo de una, y así lo repetí como tres veces, se vino sin disimular sus gritos, eso quería, que fuese libre. Cayó encima de mí cansada de tanto va y viene. La cargué y la llevé a la cama, me recosté a su lado, y para mi sorpresa me besó desde los muslos hasta los pechos, subió por mi cuello y llegó a mi oído, jugueteó con mi lóbulo y fue entonces que le temí a la bestia que había creado.

    -Alexandra quiero más, esta vez por detrás.

     Su pedido me dejó sin habla, para no decir sin aire en los pulmones. Ella no se quedó estática, sino que comenzó a jugar con mis pechos, los mordisqueaba y me miraba con esos ojos traviesos y calientes. Bajó por mi abdomen y llegó a mi monte de Venus totalmente depilado, intentó hacerme lo mismo que minutos antes yo le había hecho, pero paró en seco, supe que aún no estaba preparada para eso. No dejé que se rompiera la cabeza pensando en esas idioteces, comprendía que nunca antes le había practicado sexo oral a otra chica. Me acosté encima de ella y todo el peso de mi cuerpo cayó sobre el suyo. Mis manos fueron subiendo por sus muslos, y ella aprovechando que aún llevaba el consolador lo buscó con las manos y volteándome ella misma se penetró y me dejó disfrutar de esa imagen. Esta encima mío, y sus pechos iban al compás de sus embestidas, con sus manos se recogía el cabello, y sus caderas topaban con las mías, todo el dildo entraba y salía, a pesar de no ser tamaño estándar, no era muy pequeño que digamos. Se me acercó y me besó, yo la aprisioné con mis manos y ella se dejó llevar por mis embestidas. La penetraba hasta el fondo, y se la sacaba casi completa. Su excitación fue subiendo hasta que su rostro se tornó todo rojo, sus ojos se perdieron en un mundo único, y yo buscando tenerla más cerca me incorporé, sus manos fueron a parar a mi espalda y pude vivir como sacaba tiritas de cuero con mi piel. Su orgasmo estaba por llevar, dejó de besarme de pronto, y aceleró sus caderas, apoyó su cabeza en mis hombros y me besaba toda la zona, todo iba bien hasta que sentí sus dientes de porcelana llegarme al hueso mismo, y su cuerpo contraerse, era la segunda vez que me hacía lo mismo. Estar con ella era incomparable. Cayó exhausta sobre el colchón, pero lo que pidiera su boca eran órdenes para mí.

Invítame a ParísDonde viven las historias. Descúbrelo ahora