— ¡¿QUÉ?! —dijo una sorprendida MJ al escuchar el relato de su amigo. —No, no, Peter, no puedes hacer eso —dijo soltando suspiros. —Es contra la ley, ¿lo sabías?
—MJ, tranquila... —intentó calmar la situación.
—Pero tiene razón, Peter, es contra la ley —su amigo, Ned, completó.
¿Había sido una mala decisión el haber contado lo sucedido la noche anterior a sus amigos? Sí. Ahora estaba con dos amigos bastante enojados con él.
—¿Qué tal si te hace algo?
—¿Qué tal si te absorbe tu alma?
—Ned, eso es imposible. Además, si hubiera querido hacerme algo, ya lo habría hecho, ¿no?
Luego de aquella noche con Beck y de haber bebido el chocolate caliente, no hubo más que simplemente eso. Claramente habían intercambiado mensajes y ya tenían una semana sin verse luego de aquel incidente. ¿Sentía algo por el demonio? No lo sabía, pero se emocionaba en totalidad cada que Beck le mandaba mensaje.
—Juro que, si ese demonio te hace algo, yo seré la primera en abrir las cortinas de su casa.
Bien se sabía que los demonios no podían salir a la luz del sol. Su piel no estaba diseñada para los rayos UV y podían morir por una pisca de rayo solar.
El día siguió su curso, al término de las clases, Peter se dispuso a estar en la biblioteca, MJ y Ned supusieron que era para esperar al atardecer, pero Peter, siendo demasiado inocente y alguien que no sabe mentir, sus mejillas se sonrojaron y simplemente se despidió de sus amigos para encaminarse a la biblioteca.
Tuvo las horas suficientes para adelantar ensayos, investigaciones. El atardecer estaba cerca, se podía notar por entre los grandes ventanales de la biblioteca y suspiró. Guardó sus cosas en la mochila, y en esos segundos, su celular vibró. Su corazón latió rápido. No era muy común que Beck le hablara, estaba acostumbrado a los mensajes que no esperaba que Quentin le marcase.
Con una mano temblorosa, contestó.
—¿B-Beck? —su voz delataba su entusiasmo y nerviosismo.
—¡Peter! Estaré en una hora en donde acordamos —su voz parecía ajetreada, como si estuviera corriendo. —No hables con nadie, una vez el sol se esconda, yo estaré una vez se esconda el sol.
—Tranquilo, Beck, estaré bien —le sonrió al celular.
Luego de terminada la llamada, se fue directamente al lugar donde se encontraría con el demonio: un pequeño café. Siempre estaba abierto las 24 horas, entonces no habría problema, además que admitían a ángeles y demonios por igual, claramente estaba dividido el lugar, así que cuando entró, pequeños ojos destellantes lo admiraban desde las esquinas más remotas del establecimiento.
La incomodidad reinó. Se sentó en uno de los sitios más apartados de la zona de los demonios que, para suerte de Peter, ya tenía un par de hombres con pequeños cuernos saliendo de su frente, recalcando que era casi su tiempo de salir.
Desviaba su mirada de vez en cuando de aquellos demonios, pero era inevitable cuando ambas miradas se quedaban mirándole fijamente.
Cuando la alarma que eran las siete de la tarde supo que estaría en graves problemas, y Quentin seguía sin hablar.
—Vaya, vaya, mira lo que trajo el viento. Un ángel —uno de los chicos sonrió, y enseñó sus colmillos, más grandes que los del propio Beck.
—No-no quiero problemas —desvió su mirada, mirando su celular, esperanzado en que Beck marcara, pero nada.
—Chico, estás en nuestro turno, lárgate o verás las consecuencias.
—Pero- —sintió el jaloneo a su camisa de botones, levantándolo de su asiento.
—El tiempo terminó para ti —el chico de cabellos rizados se había acercado tanto a él que estaba invadiendo su espacio personal. —¿Tienes miedo? —se acercó a cuello y los vellos de Peter se erizaron. —Debemos enseñarle, Mike.
—No tienes dónde esconderte, pequeño angelito.
Sintió una mordida en su cuello que le hizo jadear. Peter estaba intentando empujar a los dos chicos, pero eran más fuertes que él. Los puños y patas que estaba recibiendo era mucho para su cuerpo, que cayó al suelo intentando resguardarse bajo sus alas que habían salido a la defensiva, como aquella noche que conoció a Beck, pero entre los golpes y patadas, sus alas no eran suficiente para parar los golpes que-
—¡AH! —habían pisado y, quizá, fracturado una de sus alas gracias al peso.
—Carajo, Sebastián, vámonos.
Y sólo escuchó el cerrar de la puerta.
El dolor que sentía era increíble, helándole los huesos e intentando contener sus lágrimas y el no desmayarse en el intento de levantarse, pero todo era imposible.
-
—¿Peter? —una voz resonó.
—¿Hm?
—Qué bien, ya estás despierto.
Una toalla mojada se hallaba en su frente, estaba tibia y era un tacto cálido.
—Te traeré un chocolate caliente.
No recordaba lo que había ocurrido. Todo estaba en negro. Intentó abrir sus ojos por completo, su vista estaba borrosa. Enfocó las cosas y estaba seguro de que estaba en casa de Beck. Se removió un poco, pero el dolor llegó hasta su espalda que jadeó.
—Oye, oye, no te muevas, te lastimaron gravemente —la voz de Beck fue que lo calmó. —Intenté... —señaló su espalda. —No quería despertarte, y no sabía si...
—Uhm... —se sonrojó. Nadie había tocado sus alas con anterioridad. —S-sí.
—Traeré una esponja y un par de vendas.
Y volvió a desaparecer.
En su mano tenía su bebida y comenzó a beber. Los minutos pasaron y Beck volvió con un par de gazas, vendas, un par de botellas, una bandeja con agua y una esponja. Peter ya se había acabado por completo el chocolate y se sentía mejor.
—Bueno... empecemos.
Escuchó que Beck mojó la esponja y la exprimió con una mano. Pocos segundos después, sintió la esponja sobre sus alas y sintió un cosquilleo en todo su cuerpo que jamás había sentido.
—Perdón, ¿estás bien? —Beck se detuvo, lo miró de reojo.
—S-sí, sólo... —desvió la mirada de la de Beck. —Tú continúa.
La esponja era sólo el principio. Luego de haber limpiado la mayoría de sangre que había brotado, Beck continuó poniendo un poco de agua oxigenada y alcohol en un algodón. Peter jadeó cada vez más por el dolor inducido por aquellos líquidos, pero pronto se esfumó aquel dolor y fue reemplazado por una sensación que no sólo hizo cosquillas en todo su cuerpo, pero en su vientre.
Un sonrojo apareció en sus mejillas. Las manos desnudas de Beck estaban acariciando las plumas de sus alas, haciéndole gemir. Cuando se escuchó a sí mismo, se tapó la boca con rapidez, pero al parecer Beck no se había percatado, y seguía tocando lo que nadie nunca.
—B-Beck... —volvió a gemir, esta vez más alto.
—Tranquilo, ya casi-
—Beck... ah.
Todo se detuvo. Peter abrió sus ojos con sorpresa, volteando a ver a Beck que ya había terminado de vendar su ala y quien tenía una sonrisa media.
—P-perdón...
—Peter —señaló, con una sonrisa maliciosa, las piernas de Peter.
Las sábanas con las que Beck había tapado a Peter estaban hechas una bolita a un costado de Peter, entonces sus piernas estaban expuestas a la vista de todos y lo que pudiese o no ocurrir. Y, efectivamente, pasó lo que Peter no quería que ocurriese.
—Yo-yo, no... Sólo fueron, es que yo no...
—Tranquilo, yo estoy seguro de que te podré ayudar.
Y, casi en silencio, se acercó a Peter. Esta vez, Peter, estaba en manos seguras. Beck jamás le haría daño. Y lo sintió, los labios expertos de Beck lo estaban guiando a un beso duradero, al ser algo inexperto en este tipo de cosas (sólo una novia en la secundaria y nada de besos), hizo lo que pudo, correspondiendo al beso.
Había un nuevo peso en la cama, era Beck acercándose más a Peter. La lengua del demonio hizo una intromisión en la boca del pequeño ángel, algo que hizo que gimiera. Sus manos, al no saber qué hacer con estas, agarró las sábanas del colchón con fuerza.
A falta de aire, empujó ligeramente a Beck, este con un rostro consternado, Peter negó su cabeza.
—A-aire —jadeó.
Beck soltó una risa y volvió a acercarse al rostro de Peter, este esperando a que el beso continuara, sin embargo, no ocurrió. Los labios de Beck comenzaron a besar la quijada del ángel y sus manos se posaron sobre los muslos de Peter, quien sólo tembló por el tacto sutil del demonio.
—Sólo me detendré hasta donde tú me pidas —murmuró el ojiazul, chocando su respiración en el cuello de Peter.
—Tú-tú... puedes seguir...
El demonio sólo asintió y, así, siguió trazando un camino de besos por su cuello y hombros, mientras que sus manos masajeaban las piernas temblorosas de Peter, quien estaba ansiado de saber lo que iba a ocurrir después.
Mordiendo su labio inferior, sintió pronto la mano cálida de Beck tocando su vientre y subía, subía por su pecho, arrugando su camisa. Subía y pronto bajaba la mano. Los besos de Quentin no cesaron, Peter ladeó su cabeza a un costado para mayor exposición.
Al segundo, escuchó. Su pantalón de mezclilla estaba siendo desabotonado, dando paso a la mano de Quentin que se coló por debajo de la mezclilla para al fin tocar la erección del pequeño ángel que, aunque estuviese aún cubierto por el bóxer, sentía la humedad que generaba.
—Beck —gimió en desesperación Peter cuando sintió la mano del mayor.
Y sin decir palabra alguna, Beck bajó con lentitud los pantalones del menor hasta despojarlo de estos seguido del bóxer para estar semi desnudo enfrente del demonio.
Peter intentó recostarse, pero sus alas molestaban un poco que sólo se quedó sentado, abriendo sus piernas queriendo invitar al demonio.
—Para ser un ángel, eres peculiar... —comentó antes de volver a acercarse a Peter y besarlo de sorpresa.
Su mano tomó el falo del ángel y al ritmo del beso comenzó a masturbarlo. Los jadeos y gemidos eran ahogados por los besos de Beck, lenguas se enredaban, pasándose saliva de manera erótica. Y así, las manos de Peter se enredaron en el cabello de Quentin, acercándolo más a él para sentir el calor de su cuerpo.
Beck continuaba dándole placer al más joven, en su erección, en su cuello.
—Oh- Beck —sintió el jalón a su cabello, gracias a Peter.
—Vamos, pequeño ángel —chupó el lóbulo de su oreja, excitando más al joven. —Hazlo, sé un niño malo.
Diciendo aquellas palabras, Peter salpicó con su semilla su camisa y la mano de Beck. Algo jadeante y tembloroso por el orgasmo de segundos atrás, abrazó al demonio con fuerza, algo que no esperaba.
Se había creado un lazo entre ambos seres.
Uno en malo, el otro con corazón humilde.
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¡Quería publicarlo hace cinco días atrás, pero no había terminado! Ah, perdonad a este ser, jasja. De todas formas, también me perdí el cumpleaños del cuarentón de Jake, pero no se preocupen que lo compensaré con el one shot de año nuevo, que espero que lo tenga listo para antes del 30.
Espero que les haya gustado y disfrutado a la par, ajsa, no fue taaaaan puerco, pero se compensará con los demás, I promise.
¡Hasta la próxima, criaturillas de la creación!