Lo había visto con vaqueros y lo había visto con traje, pero no había nada en la Tierra que se pudiera comparar a JongIn con esmoquin.
—Estás muy guapo —comentó.
—Gracias, Amo —conseguí decir, con la garganta cerrada.
Me ofreció un abrigo negro.
—¿Nos vamos?
Asentí y cuando me acerqué a él, tuve la sensación de estar flotando. No sabía cómo lo hacía, pero había conseguido hacerme sentir guapo de verdad.
Cuando me puso el abrigo sobre los hombros, me rozó la piel del cuello con las manos muy suavemente. De repente, me asaltó un desfile de imágenes de la pasada noche. Rememoré lo que aquellas manos le hicieron a mi cuerpo.
Cuando salíamos, pensé que no había otra forma de describirlo: estaba nervioso. Me alteraba saber que me iba a dejar ver en público con JongIn. Ya me había dicho que no le iba la humillación pública. Esperaba que eso significara que no me iba a pedir que se la chupara durante la cena. Y también me ponía nervioso saber que iba a conocer a su familia.
¿Qué pensarían de mí? Él acostumbraba a salir con chicos de la buena sociedad, no con bibliotecarios.
En enero en Seúl hace frío, y aquél era uno de los más gélidos que se recordaba.
Pero JongIn lo tenía todo controlado: cuando llegamos al coche, este ya estaba en marcha y dentro se estaba muy calentito. Incluso me abrió la puerta como un auténtico caballero y la cerró cuando hube entrado.
Condujo en silencio durante un buen rato. Al final puso la radio y sonaron las suaves notas de un concierto para piano.
—¿Qué clase de música te gusta? —preguntó.
Aquella delicada melodía tenía un efecto relajante sobre mí.
—Ésta me parece bien.
Y ésa fue toda la conversación que mantuvimos de camino a la fiesta.
Cuando llegamos, él le entregó las llaves a un aparcacoches y nos dirigimos a la entrada del edificio. Yo llevaba muchos años viviendo en Seúl y ya me había acostumbrado a los rascacielos y las multitudes, pero mientras aquella noche subía la escalera, consciente de que me iba a mezclar con gente a la que hasta la fecha solo había visto de lejos, me sentí abrumado. Por suerte, JongIn me puso la mano en la espalda e hizo que me sintiera extrañamente tranquilo al notar el contacto.
Inspiré hondo y esperé, mientras él le entregaba nuestros abrigos a la mujer encargada del guardarropa.
Al poco de haber entrado, LuHan se apresuró hacia nosotros, seguido de un hombre alto y muy atractivo.
—¡JongIn! ¡Kyung! ¡Ya están aquí!
—Buenas noches, LuHan —lo saludó él, inclinando levemente la cabeza—. Veo que ya conoces a Soo.
JongIn se volvió hacia mí y arqueó una ceja. No le había mencionado la visita de LuHan y, aunque no tenía ni idea del motivo de mi omisión, tuve la sensación de que no le había gustado.
—Oh, relájate. —LuHan le golpeó el pecho—. Nos hemos tomado una taza de té juntos cuando he pasado por tu casa. Así que sí, JongIn, ya nos conocemos. —Luego se volvió hacia mí—. Kyung, este es mi marido, SeHun. SeHun, él es Kyung.
Nos dimos la mano y me pareció un hombre muy agradable. Al contrario que su pareja, sus ojos no reflejaron ninguna sorpresa al ver mi collar. Miré a mi alrededor preguntándome si ChanYeol y BaekHyun ya habrían llegado.
—JongIn —dijo otra voz.
Una mujer se detuvo delante de nosotros. Su gracia y elegancia natural le conferían una apariencia majestuosa. Y, sin embargo, tenía una mirada amable y una sonrisa acogedora.
Supe inmediatamente que debía de ser la tía de JongIn.
—DaSom —confirmó él—. Permíteme que te presente a Do KyungSoo.
Él me podía llamar KyungSoo, pero yo no pensaba permitir que lo hicieran también todos sus conocidos.
—Kyung —dije, tendiéndole la mano—. Llámeme Kyung, por favor.
—JongIn me ha dicho que trabajas en una de las bibliotecas públicas de Seúl, en la de Starfield° —me hizo saber DaSom cuando le estreché la mano—. Siempre paso por allí cuando voy al hospital. Quizá podamos quedar para comer algún día.
¿Eso estaba permitido? ¿Podía comer con la tía de JongIn? Parecía algo demasiado personal. Pero no podía rechazar su proposición; no quería rechazarla.
—Me encantaría.
Me preguntó por la fecha de publicación de varios libros nuevos de sus escritores favoritos. Hablamos durante algunos minutos sobre nuestras preferencias y los autores que menos nos gustaban y descubrimos que ambos disfrutábamos mucho de las novelas de suspense y muy poco de la ciencia ficción. Al rato, JongIn nos interrumpió.
—Voy a buscar un poco de vino —me dijo—. ¿Tinto o blanco?
Me quedé helado. ¿Era una prueba? ¿Le importaba la clase de vino que prefiriese?
¿Habría una respuesta correcta? Estaba tan cómodo hablando con su tía, que me había olvidado de que aquello no era una cita normal.
Entonces, él se acercó a mí para que solo yo pudiera oírlo.
—No tengo ninguna intención oculta. Sólo quiero saberlo.
—Tinto —susurré.
Asintió y se fue a buscar las bebidas. Yo lo observé mientras se alejaba: solo verlo caminar ya era todo un placer para la vista. Pero cuando estaba a medio camino del bar, un adolescente le salió al paso y se abrazaron.
Yo me volví hacia LuHan.
—¿Quién es ese chico?
Me sorprendió que alguien fuera capaz de acercarse a JongIn y abrazarlo de esa forma.
—Es ChangHyeon —me informó—. El receptor de JongIn.
Estaba totalmente desconcertado.
—¿Receptor?
—De la médula ósea de JongIn.
Hizo un gesto en dirección al cartel que presidía la entrada del salón y en ese momento me di cuenta de que estábamos en una celebración de la Asociación Benéfica de Médula Ósea de Seúl.
—¿JongIn ha donado médula ósea?
—Ya hace bastante tiempo. Creo que ChangHyeon tenía ocho años; JongIn le salvó la vida. Tuvieron que perforarlo por cuatro puntos distintos y sin anestesia. Pero dice que valió la pena pasar por eso para salvar una vida.
Cuando volvió Jongin yo aún tenía los ojos como platos. Por suerte, enseguida sirvieron la cena y pude pensar en otras cosas.
ChanYeol y BaekHyun ya estaban sentados a nuestra mesa, vueltos el uno hacia el otro, enfrascados en una animada conversación. JongIn me retiró la silla para que me sentara.
Cuando nos vio, BaekHyun esbozó una breve sonrisa, pero rápidamente volvió a centrarse en ChanYeol.
—Me parece que nos deben una —afirmó JongIn cuando se sentó.
—Soo —dijo por fin ChanYeol, levantándose y estrechándome la mano por encima de la mesa—. Tengo la sensación de que ya te conozco.
Le lancé una mirada furiosa a BaekHyun.
«Yo no he sido —decía su expresión—. No sé de qué está hablando».
—Eh, JongIn —continuó ChanYeol—, ¿no te parece genial que estemos saliendo con dos chicos que son tan amigos? Lo único que podría superarlo sería que fueran hermanos.
—Cállate, ChanYeol —le ordenó SeHun—. Intenta comportarte como si tuvieras modales.
—Chicos, por favor —intervino DaSom—. Si siguen así, BaekHyun y Kyung no se atreverán a volver a quedar con nosotros.
Los «chicos», como los llamó DaSom, consiguieron no armar mucho jaleo. Imaginé el grupo tan ruidoso de niños que debieron de ser. No dejaban de provocarse entre ellos. Incluso JongIn se unía de vez en cuando, pero era el más reservado de los tres.
Primero nos sirvieron los aperitivos y el camarero me trajo un plato con tres enormes vieiras de setas de cardo°.
—¡Caramba, mamá! —exclamó ChanYeol—. ¿Vieiras? ¡Están a punto de empezar los play-offs°!
Pero se puso a comer de todos modos, sin dejar de mascullar quejas.
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°Starfield Library: La Biblioteca Starfield en Seúl es una biblioteca única en su tipo, ya que dispone de estanterias de 13 metros de altura y más de 50.000 libros y revistas en exposición.
°Vieiras: Pectínidos, conocidos por su nombre común como vieiras, son una familia de moluscos bivalvos, emparentados de cerca con las almejas y las ostras.
》Vieiras de setas de cardo: Una opción vegetal compuesta de setas, cebollas, perejil, salsa de soja, vino blanco, ajo, caldo vegetal, sal, aceite de oliva, plancha de hojaldre pan rallado, y pimiento rojo asado. Su preparación es basada en la réplica de la imagen de las vieiras originales.
°Play-off: Sistema de competición en el que se van eliminando equipos de una liga.