.
.
.
Capítulo 28: Sé valiente (III)
"Es mucho más fácil ser valiente cuando no tienes alternativa".
Cómo entrenar a tu dragón. –Cressida Cowell
.
.
.
Había perdido de vista a Astrid, probablemente salió a caminar, no era muy de su agrado andar sentada solamente, así que no perdió tiempo y como buen esposo quiso ir a acompañarla, pero Axel, el señor del archipiélago también lo hizo, impidiéndole el paso
-Jefe Hiccup, ¿podríamos hablar? –preguntó con su conocida diplomacia.
El castaño se extrañó un poco por la petición.
-Amm... Axel, estaba por ir a buscar a mi esposa y...
-Es un asunto importante, un asunto de estado. –informó el jefe sin alzar la voz, demostrando discreción y relevancia para que nadie lo escuchara.
Hiccup vio a los recién casados que estaban bailando, pronto tendría que pasar a ser el testigo de la consumación del matrimonio, pero no podía desairar así al rey.
-Claro, hablemos. –Hiccup estaba por sentarse, pero el señor del archipiélago caminó hacia dentro de la construcción, demostrando que quería hablar en privado. El castaño lo siguió hasta las habitaciones de él, donde se había alojado ese día.
Por un momento se sintió desprotegido por no contar con la presencia de Toothless, pero también optó por ser observador, ya que los guardias de Axel habían permaneció afuera.
Ambos se sentaron frente a frente, sólo con una mesa separándolos.
-Dígame lo que necesita. –Hiccup se mostró curioso. Axel, por su parte, colocó su bastón en la mesa y le pidió que lo observara.
-Mira esto.
El castaño lo analizó, descubriendo algunas raras e inusuales marcas.
-Está tallado con las siluetas de las islas. –mencionó Hiccup, detectando por primera vez ese detalle.
-Así es, en cada isla está la silueta, la cimera, y el nombre de la tribu. –habló como si fuera obvio.
Era como un mapa enrollado, era hermoso y a decir verdad, le fascinó al joven jefe. Hiccup analizó el bastón grueso sin atreverse a tocarlo, hasta que notó algo extraño en la parte donde estaba la isla que él mandaba.
-Berk no tiene un corte en el centro, la gran mayoría de las demás sí lo tienen. –observó, alzando la ceja.
-Así es, es porque el cote significa que hay un heredero. –informó con seriedad, mirando al castaño.
-Pero yo soy el heredero. –objetó Hiccup sin entender muy bien a dónde se dirigía esa plática.
-No, te equivocas, tú eres el jefe, tu isla no tiene heredero, por eso es una tribu débil. –dijo con delicadeza. –Necesito que dejen de ser así.
-Mi pueblo no es débil, tenemos...
-¿Dragones? –preguntó con ironía. –Así como llegaron se pueden ir. Vienes de un linaje de los mejores jefes, debes de tener en mente que un heredero no sólo le da seguridad al pueblo, sino que también te da seguridad a ti y al linaje que te antecede. –dijo el rey, retirando su bastón de la mesa.
-No entiendo de qué trata esta plática. –se quejó Hiccup, molesto.
-Escucha Hiccup, tú padre fue un gran jefe, pero se aseguró de tener un heredero, tú. Aunque por bastantes años no fuiste el mejor prospecto, al final cambiaste las vidas de la isla, y para bien. Debes tener en mente que al igual que él, debes de procrear uno.
-Eso es algo que sólo hablaré con mi esposa, nadie más tiene por qué meterse en eso. –objetó molesto.
-Lo sé, pero hasta dónde sé ya llevan dos años de casados, no es normal que no hayan tenido hijos. –comentó con toda la prudencia posible.
Hiccup recordó lo que habían pasado, un pequeño nudo en la garganta apareció, carraspeó un poco y se preparó para hablar, pero Axel se le adelantó.
-Tal vez tu mujer no puede tener hijos. –sugirió con cautela, pero eso hizo rabiar al de Berk.
-Claro que puede. –defendió el castaño, dando un golpe en la mesa. –Se ha estado cuidando, por es no hemos tenido un hijo todavía.
-¿Cuidando?
-Ya sabe, los tés. –confesó con incomodidad. –Así lo decidimos.
-Ya veo. –entendió el del archipiélago. Pero... recuerda que como jefes debes darle esperanza a tu pueblo y eso incluye un heredero.
-En su momento lo daremos, y cuando la vida lo quiera, tendremos un hijo o hija. –mencionó con orgullo y protección hacia su esposa, era ella de quién hablaban.
Axel sonrió de medio lado, Stoick había dicho exactamente lo mismo cuando le cuestionó sobre Valka.
-Pero tal vez ya ha pasado tiempo, te daré un par de meses para que la embaraces, de lo contrario...
-¿Qué? ¿Me sustituirá? ¿Tratará de chantajearme como seguramente lo han hecho con usted? –preguntó a la ofensiva.
Eso hizo sorprender a Axel, pues nadie nunca le había levantado la voz, ni siquiera Dagur y su locura.
-No, te conseguiré otra esposa. –dijo con voz sin emoción.
Esa noticia dejó helado a Hiccup, empezó a burlarse también.
-¿Qué dice? –preguntó en su susurro.
-Las mujeres sólo sirven para dar hijos, y si tu mujer no puede dártelos, pues...
-No hable así de la mujer que amo. –le exigió Hiccup, endureciendo las venas de su cuello.
-No pediré disculpas. Un rey no las pide, pero sí aclaro que fue mi intención ofender tu matrimonio. –dejó en claro y con sinceridad expresada en sus ojos, algo que tranquilizó al jefe.
-Yo no dejaré a Astrid.
-No dije que la dejes ni la cambies, hay jarls que tienen dos o más esposas, con el propósito de tener más hijos y asegurar su linaje en el gobierno del reino. Puedes tener otra mujer, que sea más fértil y tener más hijos. –dijo con naturalidad, esperando su reacción.
-Yo quiero ser el único en la vida de mi lady, y quiero que ella sea la única en la mía, así que eso no puede ser. No entiendo las libertades que algunos dé. –recalcó, sintiéndose claramente ofendido.
La determinación de Axel le hizo fortalecer el concepto que tenía de él. No le quedó más opción, pondría en marcha su plan.
-¿Y si se tratara de una princesa?
-Astrid es una princesa, aunque de una isla deshabitada, pero princesa al fin y al cabo. –reclamó de nuevo, no le gustaba que hablaran mal de su esposa. –No la amo a ella por las alianzas.
-No cualquier princesa, Haddock. Hablo de mi hija. –soltó de una vez con la majestuicidad y diplomacia con la que había crecido..
Esa información descolocó al jefe, ¿acaso Axel...?
-¿Su qué? –preguntó con sorpresa.
-Mi hija Amairani. Legítima, virgen, con riquezas y única heredera al archipiélago. Si la tomas por mujer, serás el próximo... -empezó a dar su explicación, pero no pudo continuar por la interrupción del castaño
-¡No! –demandó Hiccup, poniéndose en pie, él daba por concluida esa reunión.
-Hiccup, piénsalo bien. –pidió el rey, enderezándose también.
-Ya lo pensé. –estableció con una determinación digna de un gran jefe. –Lo he pensado desde que me enamoré de Astrid, desde los quince años, soñé estar con ella siempre, y no cambiaré de opinión. –espetó, respirando con dificultad.
El rey del archipiélago se puso de pie también, sonriendo ampliamente, era la respuesta que quería.
-Iré a Berk en unas semanas, dame tu respuesta cuando vaya.
-No pierda tiempo, no cambiaré de parecer. –hizo una reverencia burlona y azotó la puerta.
-Veremos hasta dónde llega tu honor, hijo de Stoick.
.
.
.
Los presentes dejaron caer sus mandíbulas al escuchar esa verdad que dijo esa sirvienta.
-¿Qué dices? –Astrid preguntó de nuevo, para corroborar que había escuchado bien. Aflojó su puño alrededor del mango del hacha.
-Ella es quien me ha solicitado ponerle ese té... me dijo que era para que le diera sueño y ella pudiera hablar con el jefe Hiccup.
-Y tú de idiota le creíste. –señaló Heather, rabiosa.
-Pues... ella me comentó eso, lo siento, sólo obedecí, al igual que la otra chica en Berk.
Cuando mencionaron su isla, Hiccup se acercó a la muchacha, curioso por conocer lo que le iban a decir. Todos actuaron igual, con expectativa.
-¿Qué otra chica?
Skaoi se mordió la lengua por haber hablado de más.
-No la conozco, pero... -calló al recordar el juramento que hizo de no decir nada de eso a nadie.
-Habla, maldita. –ordenó. –Di todo lo que sepas antes de que yo te corte tu lengua y tu cabeza. –dijo Astrid, apretando el hacha contra el cuello de la chica, empezando a lastimarla.
-Astrid, basta. –tranquilizó Hiccup, pero sin el menor de los éxitos, él estaba furioso.
–Mira plebeya, debes de decir todo lo que sabes, ahora. Estás frente a los jefes y parte del Concejo de Berk. -demandó Snotlout.
-Además de tener a la hermana legítima de la reina de tu isla, Heather Deranged. –mencionó la consanguínea de Karena. –Heredera al trono.
Skaoi en realidad estaba muy asustada. No sabía en lo que se había metido. Pensó en su bebita, ella era la razón por la que haría cualquier cosa, y si eso implicaba delatar a la mujer que le pagó, tendría que hacerlo, quizá el alma misericordiosa de los jefes de Berk le ayudaría.
-Hace un año el jefe Dagur mandó traer a lady Astrid a la isla. –empezó con un susurró, aun temerosa del hacha en su cuello. –En una reunión, Lady Annek me pidió que si ella resultaba embarazada, le pusiera un par de hierbas en su té o su comida.
Todos abrieron los ojos sorprendidos, mirándose entre ellos sin entender lo que ocurría.
-¿Para qué? –siseó la rubia llena de rabia, a sabiendas de la respuesta.
Skaoi sabía que iba a morir. Esa mirada sólo la había visto una vez, una sola vez en Dagur cuando ella... no quería volver a sentirse mal, así que trató de no distraerse en el pasado, tenía que decir la verdad.
-No me dijo nunca, sólo me lo ordenó. Pero creo que era para que perdiera a su bebé... justo como creo pasó, pues por lo que veo no tuvo a su bebé.
Astrid dejó caer su hacha, llena de sorpresa. La mataría con sus propias manos.
Todo el dolor que creyó había superado regresó a su corazón, atiborrando de emociones negativas ese momento.
-Eso no tiene lógica, ése sería un hijo de Dagur, no tendría que ver con ella, y si tanto quería a Hiccup o el trono de Berk eso sería algo bueno para ella, incluso. –opinó Snotlout, sin entender la relación que había.
Hofferson trató de asimilar lo que esa criada le había dicho, pues Snotlout también tenía razón, hasta que recordó algo importante.
-La noche en que Dagur celebró la fiesta de nuestro matrimonio vino Annek y discutimos. Dijo que jamás permitiría que yo fuera mejor que ella, hasta me amenazó de andar con cuidado, que me haría daño de la manera que fuese... -recordó Astrid empezando a aturdirse y tratar de recargarse contra la pared.
-Y creo que también le habían dado tés abortivos. En menor cantidad no le causan un aborto inmediato, pero sí alteran al bebé y su capacidad de embarazarse. –confesó con vergüenza, reflexionando por fin todo lo que había hecho. –Es lo que toman las rameras en la isla de los placeres.
-Pero yo no comía nada que Sotma ni Ruffnut me dieran, al menos aquí. –reclamó, sin comprender el modus operandi de la criada.
-Yo me las arreglaba para ponerla. –confesó incómoda. -Por favor, ruego su perdón. Tengo una niña, de tres años. Ocupaba el dinero y...
La chica no terminó de hablar porque Astrid le dio un golpe tan grande que la tiró al suelo.
-¿Tú y quién más?
Skaoi se sobó el labio ensangrentado. -Desconozco a la otra chica, sólo sé que se llama Sule y está o estaba en Berk. –informó con rapidez, sobando su mejilla y temblando de miedo.
Los chicos trataron de recordar a alguien con ese nombre.
-¿No es Sule? ¿La aprendiz de curandera? –recordó Fishlegs, pues esa chica rubia se le hacía familiar. –Se fue de la isla desde hace tiempo... hace como... seis meses.
De repente, todas las piezas cayeron en su lugar.
-La voy a matar. La voy a buscar y la encontraré, cueste lo que cueste. –dijo Astrid, pues esa chica no le agradaba y además era hipócrita porque ella le deseó lo mejor cuando se fue de la isla, Hiccup por su parte, recordó el día que su esposa perdió al bebé, esa tal Sule había estado muy al pendiente, y cómo no, si ella había apoyado al aborto.
.
.
.
Dentro de la habitación donde Ruffnut descansaba, Sotma estaba muy afligida por todo lo que le habían contado.
-Yo en serio preparaba tus alimentos, pero Skaoi también estaba en la cocina. –recordó Lindgreen, aturdida.
La jefa de Berk asintió, entendiendo que no fue su culpa. Estaba recargada en la silla, viendo a su amiga muy agotada por el dolor.
-Ahora entiendo por qué tu aborto se dio en episodios. La verbena y el tarragillo se usan como condimentos, pero mezclados específicamente, provocan aborto. De hecho, sólo se consiguen en la isla Magmala o en la Isla de los Placeres, allí fabrican el polvo de esclavos, seguramente Annek habrá hecho algún trueque o mandado comprar.
-Sea como sea, iremos a buscar a Annek. –dijo Astrid, haciéndose la fuerte. –Pagará muy caro lo que ha hecho, pero más caro será lo que provocó en Ruff.
Astrid estaba en la puerta, intentaba susurrar para no alterar a su amiga, pero ella dio un fuerte gemido de dolor y se dobló en su cama.
Sotma se acercó de inmediato y trató de auxiliarla, al igual que la jefa de Berk.
Le agradeció a la dama de la reina y sonrió, pero cuando vio a la jefa se enfureció más.
-¡Te odio, Astrid Hofferson! –gritó con todo lo que su corazón le permitía. –Por tu maldita culpa estoy perdiendo a mi bebé.
La jefa no dijo nada, sabía lo que era estar postrada en esa cama, bebiendo tés para amortiguar el dolor y sentir esa desesperación por saber que la vida de tu hijo estaba de por medio. Sin embargo, Thorson se arrepintió de inmediato y empezó a llorar incluso pataleó la cama por sentirse estúpida.
-Lo siento... es que... no es justo. Aunque no parezca maternal, en serio quiero a este bebé. –sorbió su nariz.
-No, no lo es. –la amiga se acercó a ella, tomó un paño y lo colocó en su frente. –Te prometo que encontraré a Annek y le haré pagar todas las que me hizo, porque no sólo me dañó a mí.
-Lo sé, dañó el trono de Berk. Eso es una traición, Astrid. –completó Thorson, ya más resignada.
-Sí, pero no la haré pagar sólo por eso, eso es secundario. Lo que pagará con creces es el dolor que te está provocando, yo te prometí que cuidaría a tu bebé y ella no me permitió cumplir con lo que aseguré.
Thorson sonrió, a veces creía que no tenía una amistad firme con Astrid, pero el tiempo y las acciones le habían demostrado otra cosa.
-Gracias. Tengo que pedirte que así como yo le corté el cabello a Heather porque te lastimó cuando creí que decapitó el cuerpo de Hiccup, córtale a esa perra lo único que tiene de bonito. –pidió con su humor conocido. –Que lleve sobre su cabeza el símbolo de la traición.
Hofferson sonrió con malicia, asintiendo.
-Prometo traerte cada pelo de su cabeza. –aceptó con broma. -Mientras debes descansar, Sotma te atenderá, te prometo que tú y tu bebé estarán bien.
Las amigas se sonrieron, compartiendo una esperanza mutua mientras se tomaban de las manos.
-Una ventaja es que no has sangrado más, has tenido dolor, pero son menos frecuentes. –argumentó la leal dama de Karena, limpiando unos paños húmedos de sangre.
La embarazada asintió con confianza, colocando sus manos sobre el vientre, transmitiendo fuerzas a su bebé.
La jefa se retiró tras despedirse y emprender vuelo a la isla Escalofrío en compañía de sus amigos para atrapar a la maldita de Annek.
.
.
.
Hookfang se quedó en Berserk, cuidando a Ruffnut (orden directa de su jinete) por lo que Snotlout voló con Tuffnut en el Cremallerus directo a Escalofrío para ir con el jefe e informarle la locura y traición de su hermana. Quienes se marcharon en su barco cuando los reyes de Berserk se dirigieron a la consumación.
Astrid iba respirando con dificultad, le dolía la cabeza y no le importaba el frío que sentía por la fricción del aire.
Quería venganza.
Y la tendría.
Hiccup notó eso así que descendió un poco para sobrevolar a su lado.
-Astrid...
Escuchar su nombre le sacó de sus pensamientos homicidas.
-¿Qué?
Toothless se acercó un poco a Stormfly.
La Nadder entendió el mensaje del dragón, empujó su espalda hacia arriba y desestabilizó a la jinete, lanzándola brevemente por los aires.
-¡Ah! –gritó de sorpresa, pero el Furia Nocturna se adelantó y logró atraparla para que ella también estuviera junto a Hiccup.
-Creo que los dragones también se preocuparon por ti. –comentó con un tono divertido.
La rubia se abrazó a Hiccup. No habían hablado con él desde que se enteraron de Skaoi, quien iba en las garras de la Nadder de la jefa. -¿Estás bien?
-Lo estaré cuando lleguemos a Escalofrío. –volteó la cara, enfocando la isla.
-No falta mucho, pero no bases tu bienestar a través de la venganza, mi lady. No te hagas sufrir más. –pidió, empezando a notar la silueta de los barcos que pronto atracarían a la isla, por lo que aceleraron el vuelo.
-Por favor Hiccup, no quiero hablar en este momento, sólo lleguemos a la isla y después nos encargaremos. Mientras tanto sólo tengo cabeza para pensar en mi amiga y su bebé. –solicitó con algo de ansiedad.
-El jefe entendió a su esposa, sabía que ella estaba muy afectada por lo que acababan de descubrir, pero no era la única. Él también estaba sufriendo por la ausencia de su bebé y la charla que había tenido con el rey del archipiélago.
Por otra parte quien estaba muy callado era Tuffnut, su mirada dura y fría enfocada en el horizonte hacía creer a cualquiera que no tenía corazón, pero el problema es que si tenía uno, uno que estaba destrozado por completo.
Si alguien le llegaba a preguntar por los sentimientos que tenía hacia Annek, habría respondido que en serio la quiso aunque fueron por momentos muy breves, casi efímeros, sí llegó a quererla, pero él sólo fue un juego para ella, jamás lo quiso y era obvio que jamás lo haría.
Algunos encuentros discretos en el bosque fueron suficientes para que el rubio cayera enamorado de ella, pero quererla era algo demasiado lejano, pues ella era una princesa y él un simple miembro de la defensa de la isla. Ni siquiera estaba consiente si en realidad la quería, no sabía lo que era el amor pero sí sabía lo que era una ilusión, sabía lo que era emocionarse con algo y después darse cuenta que ese sueño que tuvo jamás tuvo pies ni cabeza.
Fuera lo que fuera Annek marcó algo diferente, un antes y un después, una ilusión y la cruda realidad.
Lo bueno es que él jamás se decayó por el desprecio de la princesa, por el contrario él logró quererse a sí mismo y entender que la calidad de persona que él era, significaba algo mucho mejor a lo que cualquiera podría imaginar.
Su cuñado se percató del silencio. Ahora el rubio no solamente lidiaba con saber la verdadera crueldad que Annek podría llegar a tener, sino que también ella había causado alta traición al lastimar a sus jefes, sus mejores amigos y lo que era peor, a su hermana. Los conflictos dentro del corazón del rubio estaban peleando arduamente por el poder, pero su sentido de lealtad hacia sus amigos y a su consanguínea fueron mucho mayores al pequeño deje de sentimientos que habían quedado tras el último encuentro que tuvo con la pelinegra unas semanas atrás en la despedida de soltero de Eret.
La última vez que vio a Annek había sido en la isla Escalofrío, y de eso ya habían pasado tiempo. Se avergonzaba de lo que había hecho, pues emborracharse con una princesa no era bien visto, lo bueno fue que no pasó nada más, a fin de cuentas él era un caballero (o intentaba serlo) además de que la castaña seguía siendo una princesa; y desde ese momento entendió que Annek no valía la pena, puesto que jamás llegaría a nada serio y debía ser honesto consigo mismo.
Ver a Hiccup y a Astrid al igual que a su hermana y su cuñado, y el amor innombrable y creciente entre su gordinflón amigo y Heather le hacían soñar con encontrar el amor algún día, y era obvio que Annek jamás sería esa persona con quien compartir todos esos sentimientos que sus seres queridos experimentaban ya.
No había mucho que hacer, ahora conocía a la verdadera Annek y no la defendería aunque tuviera bonitos recuerdos durante los últimos años en los que la conoció.
—¿En qué tanto piensas? -preguntó su cuñado, desde el extremo en la cabeza del dragón.
El rubio movió su cabeza, sonriendo como si nada, esa era una de las capacidades que tenía, se reponía rápidamente ante el dolor.
-Sólo pienso en lo que le haremos a la princesa de Escalofrío.
-Me alegra que digas eso, porque en dos minutos llegamos. –informó Snotlout, señalando la flota de galeones en los que viajaban los Kuldens.
.
.
.
La flota de los Kuldens atracó sin problemas. Eran altas horas de la madrugada. La luna estaba en su ápex y apenas había lumbreras encendidas en la isla, sin embargo, toda esa falta de luz se arregló en el momento en que los habitantes recibieron a su jefe con orgullo, abriendo paso hacia el Gran Salón, pues traían noticias del resto del archipiélago.
-Fue una boda linda. –comentó Janis, la prometida del jefe, sonriendo encantada, pues era el primer evento real al que ella asistía. Caminaba junto a los demás.
-Sí, aunque no entiendo porque Karena, siendo una princesa, se casó con un simple plebeyo. –desacreditó la futura cuñada sacudiendo el polvo de su vestido, caminando por el mirador de la isla.
-Ay por favor, no seas así. Suenas a la abuela. –se quejó Gala, la otra hermana de ellos.
La princesa se molestó por el comparativo, aunque en realidad le agradó, recordar a la mujer que le daba tantas ideas y tenía como ejemplo a seguir, cuyo diario era un manual para obtener lo que quería y de donde había obtenido la información para llevar a cabo miles de planes.
-Ya... -se quejó. –Entiendo porque la defiendes, después de todo tú harás lo mismo. Te casarás con una simple y bastarda cualquiera...
La princesa no pudo terminar su frase acusatoria porque Fass le dio una bofetada, nada fuerte ni merecedora de lo que necesitaba. Dejó a Gala, su esposo, y a la misma Janis asombrada por lo que había hecho.
-No vuelvas a faltarle el respeto a tu futura reina, la mujer que amo. –demandó el gobernante.
-¡LO PAGARÁS MUY CARO FASS KULDEN! –gritó la chica, enfurecida, pues nunca le habían dado una bofetada en público, y menos frente a su pueblo.
El jefe iba a reclamar pero la alarma de invasión destanteó a todos en el muelle, buscando protección de inmediato, activando los protocolos de defensa.
-¿Quién es? –preguntó Fass alarmado, pues hasta el momento no habían irrumpido en su isla, menos de noche y con él como jefe.
Janis empezó a utilizar el catalejo que el gabinete de Berk le dio.
-Son dragones. –informó, ajustando el lente. –Liderados por el jefe Hiccup.
Cuando Annek escuchó eso se alarmó, sobretodo cuando vio a Skaoi colgando de las garras del Nadder de Astrid.
-Esa boquisuelta. –espetó, cuidando que nadie le escuchara llevándose una mano a la cabeza, desesperada, de seguro la habían detectado.
Fass conocía a Hiccup, tenían alianzas establecidas y además era un gran amigo, pero le asustó que llegara de improviso, en especial cuando horas atrás se habían visto.
Los dragones aterrizaron en el muelle rodeándolos. Hiccup se bajó de su dragón junto con Astrid, yendo hacia el jefe.
-Nos acabamos de ver en Berserk, ¿ha ocurrido algo? –cuestionó el jefe, acercandose a Hiccup.
-Hemos venido para acusar a Escalofrío de alta traición. –sentenció el jefe de la isla.
-¿Qué dices? –preguntó Janis, sorprendida, pues aún desconocía muchos protocolos entre jefes.
-Dime los cargos y el responsable. Pero te digo que todos los miembros de mi isla son leales y no le harían daños a ninguno de los tuyos, además, para realizar una acusación requieres a un testigo y pruebas. –estableció Fass, tratando de comprender lo que ocurría.
-Y lo tengo. –cuando Hiccup habló, Stomfly ya dejaba a la asustada plebeya en el piso.
-¿De qué acusación hablas? –preguntó el jefe, pues no conocía a esa mujer.
-De tu querida hermana, esta noche le pagó a esta chica para que le pusiera algo a mi bebida, e intentar que abortara, pero su jugada salió mal, yo no estoy embarazada. –gruñó la rubia, quien corroboró más decidida cuando vio la negación del resto de lso presentes. -Lo peor es que yo no bebí de lo que me echó.
-Pero sí mi esposa por error, y ahora está sufriendo, a punto de perder a nuestro bebé. –comentó Snotlout mientras apretaba sus puños, quería matar a todo Escalofrío.
El alboroto empezó en la isla, con los aldeanos murmurando cosas.
-Estás acusando a una heredera al trono de alta traición, Haddock. –se enojó Fass, acercándose a él, pero al momento, los dragones empezaron a rugir, defendiendo a su jefe.
-No acusaríamos si no fuera verdad. –habló tajantemente.
Los jefes se miraron en un duelo. Janis se preocupó por su prometido, se acercó y le acarició el brazo.
-Quizá deberíamos pasar a tu casa o al Gran Salón. –opinó la chica, pero el jefe hizo caso omiso.
Respiró profundo y recordó la tranquilidad con la que su padre dirigía, así que se calmó.
-¿Están seguros de lo que dicen?
Los jefes de Berk asintieron con impaciencia.
-Hace dos años, Annek le pagó a alguien para que me dieran tés abortivos en Berk y más tarde en Berserk cuando se creyó que estaba casada con Dagur, allí fue cuando perdí a mi bebé. –confesó la jefa con dolor tras recordar esos días de sufrimiento.
Ver la expresión de la rubia hizo al jefe entender que no era una mentira. Cerró los ojos esperando que al abrirlos fuera otra realidad, pero no ocurrió, seguía allí mismo, teniendo que resolver las malas decisiones de su hermana.
-¿Es cierto, Annek? –se giró a ver a su consanguínea, pero ella ya no estaba allí.
-Se fue. –informó Janis, sin querer, afirmando la culpabilidad de ella.
Hiccup y Snotlout apretaron sus armas. –Encuéntrenla.
.
.
.
Corría por el bosque, iría a una caleta que conectaba con la playa más alejada de Escalofrío, allí siempre tenía preparado un galeón a punto de salir con rumbo a otra parte alejada, no podía arriesgarse a que la descubrieran.
La oscuridad de la noche le hizo complicidad mientras se escabullía, esperaba que nadie diera con ella, pero se equivocó en el momento en que un Cremallerus se colocó frente a ella, apareciendo de la nada.
-Ya basta Annek. Por una vez, intenta hacerte responsable de lo que haces. –demandó el rubio, mirándola con rencor.
La pelinegra sabía que para Tuffnut no había nada más importante que su hermana, su hermana y la gallina también, pero jugaría la última de las piezas en ese juego: ella.
-Tuff, por favor déjame ir. Si me quedo, mi hermano me...
-Te dará juicio, es lo menos que te mereces. –aceptó el gemelo, de manera sombría. –Hiciste mucho mal.
-No lo entiendes. Sabes que soy una princesa, me podrían golpear, cortar mi hermoso cabello o incluso... -habló desesperada, imaginando el peor escenario para ella.
-¿Eso es lo que temes? –preguntó Thorson, bajando de su dragón, mientras se echaba una señal de fuego al cielo, señal que habían establecido para ir a avisar a sus amigos que uno de ellos había dado con la princesa loca. -¿Qué hay de la vida de Astrid? Por tu culpa perdieron un bebé, un príncipe.
-Lo sé, lo sé, y créeme que estoy arrepentida, no lo iba a volver a hacer. –fingió inocencia.
-¿Y para qué querías darle ese brebaje a Hiccup? También lo confesó Skaoi. –alzó una ceja y se cruzó los brazos.
Annek bajó la mirada, la había atrapado.
-Ya te imaginarás. –mencionó molesta, sugerente.
-Eres una... -bramó sin ser capaz de terminar la oración.
-No me digas nada, no tienes idea de lo que he pasado. –reclamó, sintiéndose ofendida.
El gemelo no entendía muchas cosas, pero sí conocía la lealtad.
-Annek, ellos son felices, déjalos en paz y no te metas. –pidió acercándose. –Algún día encontraras la felicidad y querrás arrancarle los ojos a cualquiera que desee entrometerse en tu vida, así como has hecho con ellos.
La pelinegra empezó a humedecer sus ojos, esta vez, no estaba fingiendo; pues eso es lo que había hecho, y le arrancaría los ojos a cualquier hasta que lograra ser la jefa de la isla de Berk, justo como la seid le había dicho a su abuela en una visión.
-Lo hice por una necesidad. –murmuró, apartando la vista de su acompañante.
-No te creo, ya no te creo nada. Ahora, vamos, tu hermano te busca. –pidió, tratando de escoltarla e indicando el camino de regreso a la aldea principal.
Annek ya no podía, debía irse y salir inmune de todo lo que había ocurrido.
-Tuffnut, por favor, tienes que ayudarme. –suplicó.
-Que te ayude cualquier de los hombres con los que te acuestas. –pidió el chico, despreciándola.
-Por favor, eres el único en quién confío. –rogó sintiéndose desdichada.
-Yo no lo hago, Annek, nunca lo hice. –confesó con dolor.
-Por favor. –le rogó, sujetando su brazo. –Por lo que vivimos, por los momentos que estuvimos juntos.
-Ay, por favor, para ti no fue importante, además no pasó nada en realidad mas que un par de besos, manoseos y ya. –recordó de mala gana.
El labio de Annek tembló, sus ojos se llenaron de lágrimas y ya no pudo resistir, esa sería la mejor actuación de su vida, y en gran parte porque era verdad.
-No sólo fue eso, Tuff... recuerda hace unas semanas, cuando bebimos demasiado en la playa...nosotros...
El rubio prestó atención, tratando rememorar aquel momento borroso. –Yo no recuerdo nada, y ni intentes jugar con eso porque no te queda. –dijo de manera indiferente, esperando a que sus amigos vinieran pronto para no volver a ver a Annek nunca más en su vida.
-No Tuff, sí pasó. –confesó con algo de vergüenza. –Tú y yo, ya sabes, nos acostamos.
El gemelo no se acordó bien, las evocaciones eran turbias e imprecisas, maldijo al hidromiel y esa playa que fue a visitar en la despedida de Eret.
-Pero teníamos toda la ropa puesta cuando despertamos, por favor, hasta te fuiste ofendida y asqueada por haber dormido en la arena. –razonó un poco, recordando las memorias que tenía al despertar después de ese encuentro.
La chica se ruborizó, el rubio logró verla a pesar de la oscuridad de la noche.
-Te vestí mientas dormías. –confesó, abrumada.
Thorson no creía en lo que le decía, pero debía aceptar que nunca la había visto así de preocupada ni tímida, y eso que la conoció en un burdel.
-¿Estás segura?
Kulden asintió con inocencia muy mal fingida.
El gemelo respingó un poco. –Pues lamento haberte... lamento no recordar, pero... ¿eso que tiene que ver con lo que hiciste?
La pelinegra respiró calmada, tocó las manos rasposas del chico y las llevó a su vientre. Lo miró a los ojos, humedeció los labios, acercó su rostro al de él y confesó.
-Estoy embarazada. Estoy esperando un hijo tuyo.
.
.
.
Se dividieron al buscar a la chica. Snotlout se quedó en el Gran Salón vigilando a la custodiada testigo, los demás fueron a buscar, Fass anduvo a caballo con algunos hombres de la isla mientras que Heather, Fishlegs, el gemelo y los jefes marcharon en sus respectivos dragones por diferentes áreas.
Sortmfly sobrevolaba con Astrid en su espalda. Janis la acompañaba, pues conocía bien los territorios de Escalofrío y los lugares en los que podía estar la princesa.
-Annek es maldosa y no le gusta perder, pero no creí que fuera capaz de algo así. No sabía lo de tu aborto, lo siento mucho. –sinceró, tomando las agarraderas de la montura del Nadder, algo temerosa, pues nunca había volado en un dragón.
La rubia mantuvo la frente en alto sin doblegarse.
-Ahora lo único que quiero es encontrarla exigirle respuestas del porqué hizo tal cosa.
Janis asintió, cuando vio al Cremallerus del gemelo pasando a una distancia corta.
-¿No es el dragón del rubio de cabello sucio? –preguntó la prometida de Fass, señalando de dónde venía el reptil.
Astrid miró y vio que el dragón de dos cabezas empezaba a hacer un par de llamas hacia el cielo: la señal de ayuda.
-Está por allá. –indicó llena de rabia.
Por suerte, el resto de los chicos también vieron la indicación de fuego en las nubes, aprovechando para dirigirse al punto.
.
.
.
-¿Es en serio? –preguntó Tuffnut con un hilo de voz, apretando el vientre.
Annek asintió con una sonrisa.
-Sí, claro. Quería decírtelo, pero, si hacía eso, mi hermano podría matarte, además que no sería bien vista. Mi hijo sería un bastardo y yo...
-Perderías cualquier oportunidad de casarte. –finalizó tras comprender el trasfondo, apartando su mano, sin terminar de creerse el teatrito que había notado.
-Así es. Sabes que como princesa debo casarme con un heredero o un jefe, no con un simple campesino aspirante a un puesto en la guardia como tú. –dijo despreciativamente y con el mayor tacto que pudiera demostrar.
Esas palabras le dolieron mucho. Tanto que se dio cuenta de la cruda verdad. Ella no pensaba en nadie que no fuera ella, ni siquiera en ese bebé que sabía absolutamente, no era de él.
-Sería feo para ti tener un hijo de un cualquiera. –menospreció su posición, aleándose de ella. –Un bastardo.
-Exacto. –dijo satisfecha y agradecida de que él entendiera. –Por eso le haría creer a Hiccup que este bebé era de él y de esa manera conseguir que se divorciara de Astrid. Si ella era incapaz de darle un hijo, yo sí podría hacerlo. –comentó con irritabilidad.
-Pero es probable que el bebé sea rubio. –argumentó, siguiéndole el juego.
Annek se puso seria. –Claro que no. Sería castaño, es seguro.
-Ni tú ni yo somos castaños. –argumentó el Thorson, como si fuera obvio.
-Hazme caso, así será. Ahora, lo único que necesito es llevarme a Hiccup a la cama y hacerle creer en un par de semanas que este tonto bebé es de él. –dijo con simpleza y menosprecio, limpiando las lágrimas de cocodrilo que le salieron.
Tuffnut se hizo el fuerte para no golpearla.
-¿No sería más fácil que abortes? –preguntó con ironía.
-Claro que no, este bebé es mi llave para salir de la línea sucesora y ser la reina de una isla, tener la isla que mi abuela siempre soñó para Escalofrío.
-Te oyes muy segura. –opinó Tuffnut, se notaba a leguas que esa chica no tenía idea de lo que había más allá de sus pestañas.
-Lo estoy, además, abortar es peligroso, las mujeres pueden no volver a concebir y como futura reina no puedo darme ese lujo.
-¿Por eso le provocaste uno a Astrid? –preguntó enojado de nuevo. -¿Sabes lo que esos tés le pueden provocar?
Annek se enojó por la comparación, creyó vanamente que él estaba de su lado.
-No me hagas la mala del cuento. Le hice un favor, en serio. –prometió con las manos en la cintura. –Sólo le mandé un par de brebajes que disolvieron en sus tés unas semanas antes de que Dagur se la llevara a Berserk, y estando allá le dije que no sería mejor que yo en nada, eso incluía tener un hijo antes de que yo lo hiciera. Además amenazaba a la tonta sirvienta con su familia y le pagué bien para que no abriera la boca.
Tuffnut se aguantó las ganas de pegarle, a fin de cuentas era un caballero. Se alejó un poco y respiró profundo, sus amigos ya estaban allí.
-Aquí está, la encontré. –informó el chico dando un par de pasos hacia donde estaban sus colegas, quienes ya estaban arribando.
Annek se giró y se asustó al notar que había sido traicionada por el rubio.
-¡No! –gritó la princesa, empezando a correr, pero las espinas filosas de Windshear le obstruyeron el paso. Heather se bajó y le detuvo con su hacha.
-Ni creas que te irás. –amenazó la castaña, apoyando a sus amigos, siendo atrapada por su dragona.
-No pueden hacerme nada. Soy una princesa. –estableció en amenaza para todos, entendiendo que estaba acorralada.
-Claro que puedo. –dijo Heather, sonriendo.
-Eres una cobarde, tienes el título de princesa y lo niegas. –vociferó con su chillona voz. –No mereces la isla de Berserk.
Su hermano se acercó tras bajar del caballo negro que se perdía con los tonos oscuros de la noche, quien también fue directo a la llamarada de fuego.
-Annek. –la llamó, poniendo nerviosa a la mencionada. –Quiero ver que seas valiente. Acepta tu responsabilidad, y di la verdad.
La pelinegra se asustó, en un momento todo se había borrado de su plan casi perfecto, el problema fue Tuffnut que le entretuvo.
-Y no te molestes en negar nada, ya oímos todo. –aclaró la hermana de Karena, amenazándola con el hacha.
La princesa sintió un nudo en la garganta, ese mismo nudo que sintió cuando su padre supo que ella andaba de novedosa en un burdel, culpa que cargó desde ese entonces porque de inmediato al jefe le dio un ataque al corazón, mismo que acabó con su vida.
-Los jefes de Berk han venido con su arsenal para levantar una demanda contra ti por alta traición, ¿qué dices al respecto? –preguntó Janis, en su papel de futura jefa.
Annek abrió sus ojos desorbitados. –Digo que me alegra haberme enterado que ese bastardo murió antes de ver la luz. –dijo con sorna.
Astrid se enfureció por el cinismo que emanaba la princesa traicionera, pero aún mantenía silencio, no sabía cómo mantenerse cuerda.
-¡Annek Kulden! –bramó Fass, yendo hacia ella. -¿Te das cuenta de lo que has hecho? No, claro que no tienes idea de lo que acabas de hacer, por tu traición se han eliminado las alianzas que tenemos con la isla, por lo tanto Escalofrío está desamparado ante el archipiélago, ya no tenemos la protección de los dragones y quedamos vistos como asesinos, por intentar dañar la salud de la jefa de Berk.
La pelinegra humedeció su vista, claro que sabía y conocía todo eso. –No me importa, lo volveré a hacer cuantas veces sea necesario, aunque ya no lo será... estoy embarazada. ¡Estoy esperando un hijo de Hiccup Horrendous Haddock! –lanzó a voz descomunal, señalando al castaño. -A mí me va y me viene lo que piensen. Estoy diciendo la verdad, estoy esperando un hijo de Hiccup. -todos se quedaron sorprendidos por la franqueza y seguridad con la que hablo Annek, era como su la muchacha estuviera segura de lo que confesaba.
Astrid aflojó el agarre de su hacha y camino hacia la princesa.
-¿Qué acabas de decir?
-¿Qué parte no escuchaste bien? Tu esposo buscó consuelo en mis brazos y en mi cama porque no le has podido dar el heredero que él y la isla merecen. —azuzó casi desquiciada.
La rubia dirigió su mirada al castaño, tratando de verificar que la chica estaba completamente loca, y lo cierto era que el castaño estaba casi igual que el resto. El jefe estaba a punto de objetar pero su amigo gemelo se adelantó.
-Eso no es cierto, todos lo sabemos, ella dice estar embarazada pero no es verdad, ese hijo no es de Hiccup. –aseguró el jinete, burlándose de ser tan patética.
-Si estoy embarazada, cualquier comadrona pueden asegurarlo, ustedes traigan la que quiere. —simplificó segura de su estado gestacional.
El jefe de la isla presente estaba demasiado abrumado al conocer todas las fechorías que su hermana había hecho y las que seguía cometiendo.
-Dime la verdad, de quién es ese bastardo que llevas en tu vientre. –masculló Fass al darse cuenta que se hermana degradaba el nombre de su familia.
-De Hiccup, el único hombre que ha habido en mi vida.
El rubio observó a la princesa con un visible cara de desilusión, era claro que la pelinegra estaba jugando con las emociones de todos, y eso sólo lo hacía lastimarse mutuamente, por lo tanto ya no pudo soportar más, sabían que ese hijo no era su amigo, era obvio, desconocía quién era el padre de la pobre criatura, pero lo que no iba permitir es que siguieron lastimando a sus amigos, ni que se esparciera un rumor que pudiera afectar a la corona berkiana.
-Eso no es verdad. –aclaró el rubio. –Annek acaba de decirme todo lo que ha pensado realizar, incluso que le había mandado dar a Hiccup un té para sonsacarlo durante esta noche, pero regresaron a Escalofrío antes. –todos se sorprendieron. –Además tú ya tienes dos meses de embarazo. –se dirigió a la princesa. -Al menos es lo que has dicho y si tú no te recuerdas los hombres con quienes te has acostado es tu problema, pero no entrometas a mis jefes en esto.
La mirada de la princesa era suplicante, como si le pidiera a cada segundo que guardara silencio y ya no siguiera hablando.
-Habla de una maldita vez, es por el bien tuyo y de la isla. –trató de razonar Janis.
Ahora si Annek deseo llorar, no tenía remedio, no era tan buena actriz como su abuela.
-No te diré quién es el padre.
Fass se llevó una mano en la cabeza, estaba desesperado por esa situación.
-Pero sí mandé lastimar a Astrid y causé la muerte de ese estúpido bebé. –como siempre, sonrió socarronamente.
Astrid no aguantó más, se dirigió y levantó el hacha, todos creyeron lo peor y pensaron que la iba a matar. Con el mango de hacha le pegó en la cabeza y le dejó un chipote del tamaño de una manzana casi al instante. La empezó a ahorcar con sus propias manos y ella empezó a ponerse morada.
-Astrid suéltala, no vale la pena que te manches las manos por esa mujer. –interfirió Fishlegs, quien hasta el momento se había mantenido distante.
-Mataste a mi bebé. –masculló con dolor, apretando el agarre a cada momento. –Me quitaste tanto.
-Astrid, ya sabemos la verdad, detente. –dijo su amiga Heather.
La rubia quería apretar sus manos y asegurarse que nunca más iba a respirar, pero Escalofrío ya tenía suficientes problemas y no podía olvidarse que ella era la jefa de Berk y por lo tanto debía poner el ejemplo, con un esfuerzo descomunal apartó las manos y dejó a los muchacha en el suelo, respirando agitadamente.
-Eres una bestia, un monstruo. –Annek se quejó mientras se tocaba el cuello que le había quedado rojo. –Estoy esperando un bebé de sangre real, heredero a un gran reino, por poco me matas. –abusó de su cinismo para hacerla rabiar, y eso lo sabía.
Astrid se abalanzó nuevamente, ahora si todos creyeron que la iba matar. Temieron que la rubia arrancara la cabeza de su cuerpo, Hiccup miró aterrado, después de todo si ella asesinaba a la princesa, Astrid sería acusada de regicidio también, sin mencionar la gran cantidad de testigos que habían. Para sorpresa de todos los presentes incluso de los dragones Astrid tomó su hacha y le dirigió su cabeza, la sujetó con todas sus fuerzas y la estampó directamente hacia un punto establecido en el suelo.
Annek gritó asustada porque pensó que era su fin, pero gritó cuando se dio cuenta lo que Astrid había hecho, no le había quitado una mano ni las orejas ni tampoco le había dejado una cicatriz que dejar una marca horrible en su cara, había hecho algo peor, algo que ninguna mujer ofreciera fácilmente, le había quitado toda su cabellera.
La rubia tomó la porción del cabello y la alzó para enseñársela.
-Hasta que tu cabello crezca de nuevo al igual que tu vientre junto con el bastardo que cargas, te daré todo este tiempo para pensar y estar en la cárcel. En serio espero que nunca tengas que enfrentar lo que tú me hiciste. –sinceró, humedeciendo sus ojos, bramando contra ella.
A pesar de su furia, admiro la bondad de la rubia y eso le hizo odiarla aún más.
-Mi bebé no es ningún bastardo, es hijo de un jefe. Es hijo de Hiccup Haddock –reclamó con locura y rabia, ella ya estaba fuera de quicio.
El jefe de Escalofrío no tuvo que escuchar más, con sumo pesar le dio la orden a dos soldados que lo acompañaban para que amarraran las manos de Annek y la encarcelaran en una de las celdas que había en la isla, además y por petición de Tuffnut les dijo que también le taparon la boca.
Fueron horas angustiantes para todos, en especial para el pobre hermano mayor quien no paraba de comprender lo que Annek hizo.
-Sé que suena difícil, pero en serio lamento mucho lo que hizo mi hermana, no tiene perdón, y como ella maltrató la integridad de un miembro de la familia real y gobernante de Berk, así como el daño de un futuro rey de la isla además de haber puesto en peligro la vida de la mujer del hijo del segundo al mando en la isla...
-Y perdió su virginidad perdió su virginidad, además de haber concebido. –agregó el gemelo, aunque en esta ocasión no se burlaron de él.
Fass asintió. –A partir de este momento, a Annek I Kulden se le quitarán todos los derechos que tiene como heredera y también como princesa de Escalofrío. –dijo a los soldados que la llevaban a la chica.
Ella empezó a patalear sin que su voz pudiera escucharse.
-Gracias, sé que no es fácil darte cuenta de la clase de hermana que tienes. –dijo Hiccup, cansado por las altas horas de la noche.
El jefe agradeció con una mirada pero la verdad es que estaba demasiado dolido.
-Siempre ha sido así. –suspiró mientras Janis le tomaba la mano. –Se parece a nuestra abuela, por lo que sé también le causó varios problemas a tus padres cuando ellos estaban por comprometerse.
Astrid estaba seria y perturbada por todo lo que había ocurrido. –Si no hay más que hacer, supongo que volveré a Berserk para ver cómo sigue mi amiga, además que Karena le deberá hacer juicio a la plebeya que también traicionó.
Fass asintió avergonzado, no sabía cómo iba a continuar dirigiendo la isla si no era capaz de controlar a su familia. –Mi mamá se pondrá peor cuando se entere. –musitó. –Con esto nuestras alianzas quedan eliminados.
El jefe de Berk se sintió mal, no quería que terminara así, pero era necesario. También debía aceptar que Escalofrío daba buen metal y hierbas que les servían en la isla, sólo dejaría pasar un tiempo pertinente, uno de los dos daría el primer paso.
-Ya veremos qué hacer en un futuro mientras tanto Berk y Escalofrío no tienen alianza alguna. –estableció Astrid.
Fass asintió decepcionado, pero también sabía que los jefes de la isla estaban dolidos y afectados, después intentaría retomar las alianzas y sobre todo la amistad que los unía, quería mucho a su hermana, pero no iba a solapar sus locuras.
Tras arreglar uno que otro disturbio, los muchachos emprendieron un vuelo de regreso a la isla en dónde estaban de visita. No querían quedarse más tiempo allí. Fue un viaje callado y un recorrido en la que todos sintieron los nervios de punta sin percatarse de nada, la jefa dio media vuelta y tomó un rumbo diferente.
Heather se dio cuenta de esa actitud y le avisó a Hiccup con una seña. Quien le dijo a sus amigos que iría detrás de su esposa, a pesar que sabía no haría nada malo no quería dejarla sola, pues él también estaba muy alterado por lo que había ocurrido y aun debían procesarlo, pues ellos no habían hablado en privado.
-Chicos, ustedes regresan a la isla, yo iré con Astrid y los alcanzaremos después o intentaremos hacerlo, quiero que Ruff descanse y esté mejor. Snotlout asintió y se dirigió nuevamente hacia la isla, pues faltaban un par de horas para que amaneciera.
Berserk se veía casi en frente, no estaban lejos, pero la rubia tomó otro camino, haciendo una parada en un farallón. Se bajó de Stormfly quien se tendió en la rocosa protuberancia, agotada por tanto vuelo. Caminó hasta la orilla del montículo. Enterró su hacha en la intersección de dos rocas unidas, recargó una mana en ella y luego se sentó derrotada. Estaba punto de soltar las lágrimas que reprimió tanto hasta que escuchó unos pasos atrás de ella, sonrío con ironía, pues ya sabía que se trataba de Hiccup.
Reprimió nuevamente sus lágrimas. Había estado a punto de matar a Annek, y no se arrepentía, pues ella había matado a su bebé antes de que él pudiera ver la luz o si quiera respirar. Desde que supo de su embarazo, no dejó de pensar si su bebé sería niño o niña, si se parecería a ella, a Hiccup o a algún antepasado de ellos. Si le hubiese gustado pintar o hubiera preferido el arte de la lucha. Lo único que ahora era conciso es que la demencia y trastorno obsesivo de Annek por el trono de Berk, le impidieron conocerlo.
-Sabía que te encontraría aquí. –se escuchó una voz detrás de ella.
Astrid se molestó un poco, pues les había dicho indirectamente a todos que quería estar sola.
-Si te quedas te voy a pegar. –advirtió sin mirarlo a los ojos.
-Correré el riesgo. –aceptó Hiccup, sentándose al lado de ella, viendo hacia la isla.
Se quedaron en silencio por unos breves minutos, hasta que Astrid no pudo más y se recargó en el hombro de Hiccup.
-¿Por qué lo hizo? –susurró quebrantada. –No pensé que podría ser tan malvada. Cuando éramos más jóvenes ella era bastante loca y entrometida, pero no creí que fuera así para matar a nuestro hijo.
-Ni yo. –dijo mientras le rodeaba con un brazo y apoyaba su barbilla en la cabeza de ella.
-Sólo piénsalo. Nuestro hijo ya estaría a punto de cumplir un añito. Berk tendría un heredero y... –imaginó con la voz entrecortada.
-Ya no pienses en eso. Ahora sabemos que no fue culpa de nadie, sólo de una terrible envidia. –trató de apaciguar.
Astrid reprimió un sollozo. -Y yo tomando el té creyendo que no estaba lista para ser madre, cuando ella me daba tés abortivos. –recordó con furia y sintiéndose tonta, quien sabe cuántos bebés más había perdido cuando le daban dolores a lo que atribuía a sus cólicos lunares.
Hiccup también sufría, se limpió unas lagrimitas y trató de abrazarla más. Los dragones se pusieron a su lado, mostrando apoyo.
-Ahora hay que apoyar a Snotlout y a Ruff, sabemos lo que están pasando.
La heredera burglar se enfureció aún más. –Ellos eran los que menos tenían que ver con ella, y son los que sufren ahora. Por culpa de un maldito té.
-Confiemos en que ellos saldrán de esto. –opinó mientras veían el firmamento, sentados en el risco.
Astrid se recostó aún más, escuchando la respiración de los dragones de ellos y también el apacible palpitar de Hiccup en su pecho.
-Siempre supe que había algo raro. Después del aborto fui con Gothi y me dijo que ella había visto todo normal, que pensaba que iba a nacer sin problemas. Pero los tés que tomé en Berserk y los que Sule me dio incluso en Berk en esa noche...
-Tranquila, amor, no nos volverá a pasar eso.
La rubia miró a Hiccup, lo besó mientras las lágrimas resbalaban por sus rosadas mejillas. El castaño la rodeó de la cintura y la fue recostando en la fría superficie.
Así estuvieron por largas horas, no había nada de sensualidad ni erótico en eso, era... era algo superior, algo que sólo las personas que se amaban podían comprender. Sólo consolándose por esa pérdida, acompañados de sus amigos dragones y seguros de superar eso.
.
.
.
Ruffnut, por su parte, pasó una noche difícil. Por suerte el sangrado se detuvo desde antes que los chicos fueran a Escalofrío y había logrado reposar con los tés y ciertos remedios que Sotma y las comadronas de la isla le dieron. Sin embargo, Snotlout vigiló el sueño de ella una vez que regresaron.
Ahora esperaban a que despertara, pero mientras, la curandera ayudaba a su recién casada amiga a empacar para su mini Luna de miel.
-No puedo creer que todo eso ocurrió, y menos con Skaoi, era una sirvienta leal, al menos hasta que se embarazó hace unos años. -opinó Sotma, doblando una capa. -Además, yo misma preparaba los tés, me debí dar cuenta que ella le ponía otras cosas. –se culpó mientras doblaba unas prendas de Karena.
-Sí, ni idea del porqué cambió así, pobre Astrid, jamás me hubiera imaginado que la princesa Annek estaba detrás de todo esto. –siguió Karena guardando algunas cosas en el bolso.
-Sí, pero con lo que hizo el jefe Fass, creo que ella obtuvo su merecido. –siguió Sotma, enojada por haberse metido con su legítima jefa Burglar.
-Ni que lo digas, esa humillación sólo la había escuchado en historias o en las islas más retrogradas, pero supongo que se las merecía. –finalizó, cerrando su bolso, sentándose en la cama que había compartido con su esposo durante esa noche. –En fin, espero que se solucione todo.
Sotma coincidió con ella, no sin antes verificar que nadie estuviera en la puerta para atreverse a hablar con su amiga.
-Sí, pero, fuera de todo esto, ¿qué tal estuvo tu noche de bodas? -preguntó Sotma, interesada.
Karena se atragantó un poco. –No seas curiosa, simplemente pasó. Viste la prueba en la sábana, así que no hay mucho que reportar. –mencionó con rubor en sus mejillas y perturbada por recordar varias cosas.
-Ay, vamos, sólo dime cómo estuvo. –pidió la chica dando brinquitos.
-Pues, sólo te diré que Eret es el hombre más noble que he conocido. –confesó, mordiéndose el labio y poniéndose ruborizada. –Pensé que después de Norberto no podría, Sot. Pero creo que podemos llegar a enamorarnos; enamorarnos en serio. Sentí el año pasado cuando me ayudó el año pasado en la guerra de mi trono, y anoche lo comprobé.
Las chicas continuaron hablando al prepar las ropas para la luna de miel, mientras que Eret, quien estaba detrás de la puerta, escuchó todo con una sonrisa esperanzadora.
-Es de mala educación espiar, incluso si se trata de tu esposa. –dijo Hiccup, asustándolo, apareciendo detrás del pasillo.
-Oye. –Eret lo saludó. -Lo siento, me acabo de enterar de lo de Annek, lamento que ella fuera la culpable de su sufrimiento.
El castaño asintió, aceptando la sinceridad genuina de su amigo.
-De hecho, venía a pedir la ayuda de ustedes, jefes de Berserk. –habló con más seriedad.
-¿Qué necesitas? –preguntó, alzando una ceja.
-Annek no actuó sola, también está metida en esto Skaoi, es una berserker, ex esclava según se, y requerirá un juicio por parte de ustedes.
-Todo el peso de la ley Berserker caerá sobre ella. –garantizó el nuevo rey.
Hiccup sonrió, sabía que tenía buenos aliados, estaría más tranquilo por eso.
Mientras tanto, ellos debían regresar a Berk y buscar a la otra implicada, quien ya no estaba en la isla, pero que encontrarían para que pagara por sus crímenes.
.
.
.
.
Notas de la autora:
Muchas gracias por seguir esta historia, se esperaban que Annek fuera la embarazada? Por cierto, su castigo aún no termina, le esperan cosas más feas, pero el capi ya estaba quedando más largo y no me apetecía hacerlo tan extenso.
Gracias por sus ánimos, voy saliendo del contagio de Covid.