Wigetta: Más allá

By Mrsdesrosiers17

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Guillermo, un chico joven de veintiún años -el cual iba a la universidad, situada a unos novecientos metros d... More

1. Universitario
2. Rutina
4. Cita fugaz
5. La fotografía
6. Situaciones extrañas
7. Sensaciones
8. Familia
9. A tu lado
10. Columpio y helados
11. Desganado
12. Caso cerrado
13. Una noche... interesante
14. Momentos de confusión
15. Un día lleno de detalles
16. Átonitos
17. Inesperadas noticias
18. Sensaciones descontroladas
19. La hermosa casa de Samuel
20. Nochebuena 1/2
21. Nochebuena 2/2
22. Lo que es mejor
23. Reencuentro familiar
24. Atrapado
25. Dejadme estar solo
26. Los Ángeles
27. Amigos
28. Alguien a mi lado
29. ¿Celoso?
30. Mentiras
31. Fecha de boda
32. Menuda suerte la mía.
33. Gente realmente odiosa
34. Ojalá me tragase la tierra
35. Un discurso un tanto inesperado
36. Día de compras
37. La boda
38. Capítulo especial
39. Las corbatas incitan al sexo
40. Gritos y lágrimas
41. Una no muy agradable sorpresa
42. Encapuchado
43. A escondidas
44. El dichoso papelito
45. Sospechas acertadas
46. Te recompensaré
47. La otra cara
48. Rumbo a un fin de semana juntos
49. Una buena bienvenida
50. «Eres tan tierno que duele»
51. Capítulo especial
52. Drogado y forzado
53. «Lo bueno nunca dura para siempre»
54. «Pronto llegará junio»
55. ¿Estás preparado?
56. Chantajes
57. Batman
58. «Hagamos de este un día inolvidable»
59. «La carta»
60. «Esto no va a quedar así»
61. Capítulo final

3. "Ojalá"

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By Mrsdesrosiers17

Narra Guillermo

Sacudí la cabeza, queriendo quitarme de ella lo recientemente ocurrido, me fui hasta mi habitación —donde cogí unos calzoncillos azules de mi mesita de noche— y entré en el baño para darme una ducha rápida.

Comencé a enjabonarme todo el cuerpo, para seguidamente extenderme champú en el cabello. Me aclaré y salí de allí, colocándome rápidamente los bóxers, tras secarme un poco con la toalla que había colgada a un lado de la ducha.

Tomé mi móvil —el cual había dejado cerca por si alguien me llamaba—, conecté los auriculares a este y me puse algo de música.

El aleatorio, como era habitual, me ponía canciones que me recordaban a Samuel —por lo que no conseguí despejar mi mente, ni aun poniendo música—.

En ese momento, me acordé de algo. Mi padre guardaba una foto de ellos dos en uno de los cajones de su cuarto, aunque no sabía exactamente dónde.

Se me ocurrió la “magnífica” idea de entrar en su habitación —mientras 'Everytime' de Simple Plan seguía oyéndose en mis oídos— y rebuscar entre las cosas de mi padre.

En el primer cajón se encontraba su ropa interior —donde sabía perfectamente que, bajo estos, guardaba su pistola—. Lo cerré, sin siquiera haberlo abierto entero, y abrí el siguiente.

Cuando estuve buscando en éste, noté que la puerta estaba abierta, y que una figura se había adentrado en el lugar.

¡Q-Qué susto! —grité, retirando los auriculares de mis oídos, al darme cuenta de que se trataba de Samuel. Que por cierto, ¿qué hacía él aquí? Tragué de imprevisto, sintiendo que me dolía la garganta.



Así que no me has oído. —dijo con una sonrisa. Una que me ponía exageradamente nervioso. —Bueno ya da igual. —Sus manos fueron hasta su cabello, casi consiguiendo que babeara allí mismo, mientras examinaba cada uno de sus movimientos y rasgos de la cara. —He venido porque tu padre, como de costumbre, es un despistado. —Y una leve risa salió de sus labios.





Gracias, papá” Agradeció mi subconsciente. “Gracias por ser tan distraído como siempre”





Se ha dejado algo, ¿no? —Debería dejarse todos los días 'lo que quiera que sea' que ha venido a buscar.



Exactamente. —Dejó de arreglarse el pelo, y por fin pude relajarme —aunque fuera sólo un poco— y pude centrarme en su pregunta—: ¿Y tú qué haces en el dormitorio de tu padre? —Pude notar cómo su mirada bajaba hasta encontrarse con mi 'no-del-todo' desnudez. ¡Mierda!— Y en calzoncillos...





¿Cómo diablos se me pudo olvidar eso?





Y-y-yo... —tartamudeé—. P-pues v-vin-vine a...





Él se cruzó de brazos, esperando una respuesta que yo no podía dar. ¿Cómo decirle que buscaba una foto en la que sale él? Imposible.





¡Cigarros! Busco cigarros. —Aún sigo sin creer que dijera tal estupidez. ¿Cigarros? ¡Eeeh, Willy! Odias el tabaco, ¿recuerdas?



No te creo. —Lo sabía. ¿Quién iba a creer eso? Es más, me parece que en alguna ocasión reñí a mi padre por echarme —sin querer— el humo en la cara—. Igualmente sabes que aquí no encontrarías ninguno.





Y tenía razón. Mi padre, si es que alguna vez tenía más de un paquete —cosa que no era común en él—, siempre lo llevaba consigo.





Bueno... y-yo...



No sé qué estarías haciendo, pero no diré nada. —Y por un momento pude ver... ¿cómo me guiñaba el ojo? Sí, exacto. No sé cómo no caí al suelo desmayado por tal perfecta imagen—. ¿Sabes dónde deja tu padre su pistola?



G-gracias. —Cuando él ya me había hablado por segunda vez, yo seguía respondiendo a lo primero.

Pensaría que estoy empanado. “Tú siempre lo estás, Willy. Sobretodo si él está delante” Aparté ese pensamiento y añadí—: Sí, aquí. —Volví a abrir el primer cajón y saqué la pistola de allí, para a continuación entregársela—. T-toma.





Debió llegar a pensar que era idiota, cuando notó que estaba temblando al tenderle el arma. Pero es que no podía controlarme. No delante de él.





Gracias chiqui. Te debo una. —De nuevo me guiñó el ojo, sonriente. Llevó una de sus manos hasta mi cabeza, revoloteando un poco mi cabello—. Hasta esta tarde, Guillermo. —Y desapareció de allí sin ni siquiera darme tiempo a responderle. ¿Cómo podía hacer aquello con esa tranquilidad? ¿Y esa sonrisa? ¿Acaso era legal?





—Oh no, otra vez no. —Escuché decir a Alex. Maldita sea, otra vez estaba pensando en lo sucedido el día anterior. —Alex llamando a Willy.



—Sí, sí. —hablé—. Lo siento, tío. Ya sabes cómo estoy con el tema De Luque.



—Obsesionado. —articuló, mientras llevaba una patata frita a su boca—. Deberías comer algo. —me dijo, señalando mi comida.





Habíamos parado en un burger, en lo que comenzaba la siguiente clase que teníamos que dar.





—Y qué, ¿vas a contarme qué tal te fue ayer por la tarde? —me preguntó con una sonrisa lasciva en la cara—. Ya me has contado cómo te fue por la mañana, que por cierto, te vio en calzoncillos. Eso es un avance, ¿no? —Él estalló en carcajadas, dejándome a mí avergonzado, con la cabeza bajada, visualizando mi comida.



—Deja de recordármelo. —dije sin levantar la mirada—. Lo pasé fatal. Estuve temblando todo el tiempo.



—Me encantaría haber estado presente para verlo. —Rió de nuevo—. Bueno, ¿vas a contarme el resto?



Y cómo no, lo hice.

Era mi mejor amigo, se lo contaba todo. Además de que a mí también me venía bien hablarlo con alguien...





Mi padre había metido dos latas en el congelador —durante un rato—, una de cocacola para Samuel y otra de cerveza para él, para que estuvieran lo bastante frías para disfrutarlas mejor.

Él esperaba con normalidad a que Samu llegara, en cambio yo, no dejaba de moverme de un lado a otro —claro está, sin que mi padre se diese cuenta—.

Me había cambiado de atuendo como seis veces en la misma tarde.

Al final opté por una camiseta de 'Jack & Jones', un jersey de rayas sobre esta, unos vaqueros azules —sujetado por un cinturón simple de color negro— y unas deportivas negras y azules, en las cuales se distinguía la 'N' de 'New Balance' de este último color.



El timbre sonó, y tras la puerta se encontraba él, tan guapo como siempre.

Vestía una camisa morada —a la cual le acompañaba una corbata negra—, unos pantalones de traje ajustados de color negro, terminando con unos zapatos —del mismo color— de vestir.

Poco más y mi boca rozaría el suelo. Aquella imagen me contentó de todas las maneras posibles... Ya me entendéis...

Rápidamente, me senté en el sofá —el que se encontraba junto al otro y al sillón— y dejé caer mis brazos sobre mi regazo, queriendo disimular el bulto que de repente se había hecho notar.



Hola Julio. —Escuché que saludó a mi padre. Yo mantenía la mirada fija en el suelo. Estaba muy nervioso. Sentía mis mejillas arder, y oír sus pasos acercarse no ayudaban a calmarme—. Buenas tardes, Guillermo. —me saludó, una vez estaba frente a mí. Subí la cabeza, encontrándome con su mirada y su perfecta sonrisa.

Ho-hola S-S-Sa-Sam...



Siéntate, hombre. —le dijo mi padre, provocando que dejara de mirarme—. No te quedes ahí de pie.



Jamás conseguiría llamarlo por su nombre, lo tenía más que claro.

Mi padre se sentó sobre el sillón, y Samuel en el sofá conmigo —quedando entre mi padre y yo—.

De Luque nunca llegó a sentarse a mi lado, o quizás debería decir que yo no lo hice antes, porque siempre solía esperar en mi habitación a que llegase, y cuando lo escuchaba entrar, era cuando me dirigía al salón con ellos.



Papá, saca las bebidas del congelador ya. —articulé con la intención de poder estar por un momento a solas con Samu—. A ver si se va a pasar demasiado tiempo y no se van a poder beber.



Está bien Guille, ya voy.





En lo que se levantó mi padre, realicé un falso movimiento en un intento de 'no-sé-exactamente-el-qué' sólo con la excusa de poder pegarme a él. Y así lo hice, cuando quise darme cuenta, me encontraba sobre el pecho de Samuel, escuchando los latidos de su corazón.

¡Pero, qué diablos hago!” Grité para mí mismo, apartándome bruscamente de su cercanía. No había podido disfrutar de ella ni tres segundos. De hecho si lo hubiera hecho, la situación se habría vuelto más extraña e incómoda de lo que ya la había convertido yo.





¿Guillermo? —me miró con los ojos muy abiertos. Creo que yo estaba más asombrado de lo que acababa de ocurrir que él mismo.





Últimamente, llegaba a asustarme lo que era capaz de hacer por llamar la atención del chico que seguía esperando a que le diera alguna explicación de lo acontecido, pero ¿esto? Esto ya era pasarse.





L-lo-lo siento. —Bajé la cabeza, avergonzado, llevándome una de mis manos hasta ella—. N-no sé có-cómo he lle-llegado a ca-caer sobre ti. —Justo dije eso, noté que mis mejillas ardían de nuevo.



No te preocupes, chiqui. —Él se encontraba ahora tan tranquilo. Tenía un brazo por encima del sofá —el cual pasaba por detrás de mí— y su otro brazo se acercó a mi cuerpo para revolver mis pelos con su mano—. Pero tranquílizate, que no voy a comerte. —Esto último lo dijo con una enorme sonrisa.





Ojalá me comieras” Me estremecí ante el pensamiento.





L-lo sé... L-lo siento...



No tienes que disculparte.





En ese momento entró mi padre con ambas latas, colocándolas sobre la mesa frente a nosotros.





¿No le traes nada a tu hijo? —preguntó la única persona que podía ponerme nervioso a límites insospechados.



Él no suele querer nada cuando estás aquí. —respondió mi padre. Pero, ¡¿por qué dice eso delante de él?!



Pe-pero, ¡¿qué dices?! —Una leve risita salió de los labios de Samuel, haciéndome sentir aún más idiota de lo que ya me sentía—. Y-yo... me voy a mi habitación. —Me iba a dar un infarto si seguía tan cerca de él, así que me levanté del sofá e hice el intento de irme.



Anda, no te vayas chico. —Me detuvo—. Quédate. —Me gustaría que me lo dijese porque realmente quería que me quedara, pero no era así. Sólo lo hacía porque no quería que me incomodase ni sintiese mal. Ojalá sintiera por mí, lo que yo por él—. ¿Quieres que vaya a por algo para ti?



Lo que yo quiero... —Por un momento casi dije una tontería, pero a medida iba enunciando la frase, la fui cambiando—. No lo hay.



Pues iré a comprártelo. —Aquello me dejó de piedra—. ¿Qué te apetece? —“Tú” Otra vez no, maldita sea.



Ehhm... pu-pues no sé... ¿dónde irás?



Dónde haga falta. —dijo ya en pie—. ¿Vienes conmigo y eliges lo que quieras?





Estaba flipando con lo que me proponía. ¿Que si quería ir? ¡Claro que sí! ¿Acaso creía que perdería alguna oportunidad de estar a su lado?





S-sí, claro...



Vamos. —Me animó con un gesto—. Ahora venimos, Julio. No tardaremos, así que no te olvides de que estamos ahí afuera. —Señaló hacia la puerta, en lo que yo la abría.



No lo haré. —dijo mi padre tras reír.





Salí después de Samuel, siguiendo sus pasos, sin dejar de mirar al suelo. Estaba caminando en su compañía para comprar algo para mí. Me sentía increíblemente feliz.





¿Dónde quieres que vayamos? —me preguntó.



Va-vamos a la tienda de aquí al lado. —señalé hacia mi derecha—. Allí suelo comprar a menudo. —El tono de mi voz era tan bajo, que no me explicaba cómo llegaba a escucharme.



Está bien.





Llegamos al lugar, en silencio, donde él se paró frente a la puerta, esperando a que yo entrara para escoger lo que quisiese.





Ávisame cuando lo tengas.





Asentí con la cabeza, entré en el local y agarré un Monster, dirigiéndole la mirada al que se encontraba aún en la entrada.



Pagó, salimos de allí —para dirigirnos de vuelta a casa— y él comenzó a hablar.





¿Te pasa algo conmigo, o es que simplemente eres así de tímido? —Una pregunta que jamás me hubiese imaginado que oiría salir de su boca.



Y-y-yo... —Tartamudeé cuando nuestras miradas se cruzaron—. ¿Q-qué m-me iba a pa-pasar contigo?



No sé, por eso te lo pregunto. —Sonrió—. A lo mejor te caigo mal y por eso no me diriges la palabra.



¿C-cómo? N-no me ca-caes mal... T-todo lo co-contrario...



¿De verdad? —Seguíamos caminando y él me miraba con toda la normalidad del mundo, mientras yo sentía que me iba a dar algo allí mismo.



D-de verdad.



Me alegra eso. —dijo pasando un brazo por mi hombro y estrechándome a él. “Esto es el paraíso” —Entonces sólo te comportas así por timidez, ¿no?



S-sí. —Ahora sí que no podía mirarlo—. L-lo siento.



Deja de disculparte tanto. —Terminó con nuestra cercanía, dejándome con el ceño fruncido, y llamó a la puerta de mi casa.





¿Ya habíamos llegado? Ni siquiera había podido alargar el tiempo que habíamos pasado a solas.



El resto de la tarde, estuve atento a las conversaciones que mi padre y él iban manteniendo, mientras que lo observaba en silencio, imaginando mil cosas junto a él.

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