Chris
—¿Está muy lejos donde sea que vamos? —le pregunto mientras caminamos, saliendo de los enormes y verdes jardines para alejarnos por las pintorescas y; ahora un poco mojadas, calles, luego de que dejara de lloviznar.
—Solo un poco, no tendrá que llevarnos más de quince minutos —Madrid me sonríe tomándome del brazo para cruzar la calle con rapidez haciendo una especie de sonrisa extraña, antes de soltar una risita avergonzada cuando estamos del otro lado—, disculpa, me aterra cruzar calles.
—¿Es por eso que no tienes auto? —frunzo el ceño, mirándola divertido, la rubia asiente apartándose a un lado para dejar pasar a un transeúnte.
—Mi padre está cansado de tener que llevarme a todas partes —dice burlona, su voz enterneciéndose al hablar de su familia.
Mientras pasábamos por los jardines pude notar que es bastante unida a sus padres, habla de ellos con tanto amor y dulzura que es bastante fácil entender como la mujer a mi lado es tan soñadora, sin duda deseando un romance tan duradero y romántico como el de sus progenitores.
—Ese reloj me recuerda a la Estación Grand Central en Nueva York —muevo mi cabeza señalando al aparato, bastante pequeño al lado de la comparación estadounidense.
El reloj está al inicio de la división de una nueva calle, alrededor están dispuestas varias mesas y sillas de diferentes estilos, asumo que son de los diversos restaurantes a los lados.
—¿Cómo es Nueva York? —me pregunta dándome una mirada fugaz pero su voz está llena de absoluta curiosidad por lo que asumo que la respuesta le interesa—, defínela en una palabra.
—Ruidosa —aseguro luego de pensarlo un poco—, si algún día vas yo podría devolverte el favor y darte un tour.
—Me interesa más el de Boston, dijiste que has vivido ahí toda tu vida así que debes conocer los buenos lugares —bufo divertido alejándome un poco para dejar pasar a otra persona, ella me espera un poco y recobramos el ritmo rápidamente—. ¿Te gusta vivir allí?
—Bastante, en realidad —respondo pensando en mi familia—, es mi hogar, mi familia está ahí, no podría imaginarme no vivir en Boston.
—Eso es lindo —sonríe codeándome levemente.
Paseamos por las calles llenas de edificios hermosamente construidos, con sus tallados de piedra y sus balcones de hierro forjado hasta cruzar dos avenidas que Madrid me repite constantemente que se llaman Boulevard.
Caminamos a lo largo del segundo boulevard, es bastante concurrido y los edificios son un poco más modernos, corremos nuevamente serpenteando a través de los autos y Madrid vuelve a hacer esa mueca de sonrisa aterrada junto con su risa vergonzosa haciéndome reír con fuerza, sin poder evitarlo.
—No te burles —se queja pero ella también comienza a reír, las personas pasar a nuestro alrededor y algunos nos lanzan miradas y sonrisas divertidas al vernos reír como locos a media calle.
En medio de risas continuamos caminando, pasando frente a una torre enorme de cristal; en comparación con los pequeños y pintorescos edificios a lo largo de toda la calle, y un McDonald's; en el cual hay un murmullo de personas, todas comiendo y charlando sin prisas.
—Espero que tengas hambre —murmura con una sonrisa entrando a un pequeño restaurante casi en la esquina al final de la calle.
—Realmente si —respondo un poco apenado, sintiendo mi estómago revolverse y contraerse, quejándose por comida.
—Perfecto, porque probaras las hamburguesas más deliciosas que puedas encontrar en la vida —celebra la rubia.
—Debes dejar de llevarme a comer, vas a hacer que no quiera irme nunca de Paris y tendrás que dejarme vivir en tu casa...
Madrid ríe masticando una de sus papas fritas, muerdo nuevamente mi hamburguesa y siento la carne jugosa haciendo bailar mis papilas gustativas.
Finalmente decidimos comprar dos hamburguesas, una clásica y una de queso azul para compartir, y extrañamente no puedo decidirme por cuál es mi favorita, simplemente voy a disfrutar de la deliciosa comida y no escoger jamás.
El pequeño restaurante es bastante clásico, con mesas y sillas de madera oscura en las que diversos grupos de personas conversan y disfrutan sus comidas, los trabajadores corren con prisa, deslizándose entre las mesas para atender a todos pero sonríen amables y responden con amabilidad las preguntas de los comensales.
—Es muy difícil comer una hamburguesa decentemente —Madrid suelta una risita y limpia la comisura de sus labios con una servilleta negando con su cabeza.
Le sonrío mirando por los grandes ventanales hacia el alto edificio, noto con curiosidad que hay muchas personas entrando y saliendo de este, todos con grandes sonrisas, algunos de ellos encaminándose a los diversos restaurantes distribuidos por toda la calle.
Al volver la mirada a mi acompañante la veo mirarme con una sonrisa de complicidad, como el gato que está a punto de comerse a un jugoso ratón.
—¿Qué? —le pregunto pero ella se encoje de hombros manteniéndose en silencio.
Unos minutos más tarde entiendo porque tenía esa sonrisa, puesto que luego de salir cruzamos la calle y me apresuro para tomar su mano para evitar que saliera huyendo, ambos subimos las pocas escaleras deteniéndonos frente al edificio.
Madrid me mira y me sonríe sin decir absolutamente nada, luego volviendo la mirada hacia lo más alto de la torre caminando hacia un montón de escaleras que suben por todo el costado del edificio.
—¿Subiremos allá por las escaleras? —pregunto alzando la mirada para ver la cantidad de peldaños que parecen llegar al cielo.
—Sí —responde ella encogiéndose de hombros—, ¿algún problema?
—No... en absoluto —respondí balanceándome para asegurarme que tan lleno estaba mi estómago preparándome para subir esa maldita cantidad de peldaños.
Me acerco al inicio de las escaleras y escucho a Madrid reír suavemente antes de halar mi mano y señalar la entrada del edificio.
—No es cierto, hay un elevador —ríe burlona haciéndome rodar los ojos pero siguiéndola hasta la entrada.
Tras un rápido paseo en el elevador; lleno con un pequeño grupo de personas, las puertas se abren y mi aliento queda atrapado en mi garganta cuando al mirar alrededor solo veo el cielo azul, con unas pocas nubes grises alejándose en el horizonte.
Las personas se reúnen por toda la terraza; bordeada de cristal, tomando fotos o conversando sentados en unos pequeños asientos rojo brillante.
Sin embargo, pasó de largo de los asientos acercándome a un extremo de la terraza, apoyando mi mano en el frío cristal, un casi inaudible sonido de asombro saliendo de mi boca.
Las calles de Paris se dividen como callejones bordeados de miles de pequeños edificios clásicos, los parques y jardines verdes resaltando contra el mundo industrial, pero no como si lucharán, sino como si la naturaleza y el humano encontraran un punto medio y decidieran darse la mano, llevándose juntos entre los marcados caminos.
A lo lejos, puedo ver la Torre Eiffel, imponente entre los grandes jardines verdes que la rodean.
La ciudad es tan pequeña a esta altura; incluso más que en Sacré-Cœur, y logrando una vista hermosa que no se podría ver desde la Torre Eiffel; la misma visión de la Torre Eiffel.
—Te dije que pondría París a tus pies.
Lo prometido es deuda, así que tenemos capítulo nuevo!!
Fallé porque no es martes, peeeeeeero, pregunté y ustedes respondieron por lo que ahí les fue.
¿Qué les pareció? 😊😊
Entons, nos veremos en el próximo capítulo!
Bai!
Lou Evans
Publicado: 20/03/2021