Hermione:
¿Te apetece una noche de chicas?
"Caminar hasta el número 1283 y luego girar a la derecha", repitió en su cabeza. Había aprendido la dirección de la casa de Pansy de memoria y cada tanto verificaba recordarla bien, ya que aunque conocía Londres, no estaba del todo acostumbrada a sus calles y lo último que le faltaría sería perderse; sin embargo, tenía un papel con la dirección en su bolsillo, nunca se era lo suficientemente precavido.
Mil doscientos setenta y nueve, mil doscientos ochenta... Hermione giró a la derecha en la siguiente intersección. Se tomó un momento para procesar el cambio. Pudo sentirlo incluso en el aire, las barreras que desviaban a los muggles para que pensaran que no había una calle entre medio del edificio número mil doscientos ochenta y tres y la tienda que ocupaba el número mil doscientos ochenta y cuatro.
"Ahora solo debo ir por esta calle hasta el edificio 4790", recordó. Se puso en marcha mientras miraba con curiosidad la arquitectura del lugar, mucho más antigua que cualquier otra que hubiera cruzado hoy, de materiales robustos que desafiaban al tiempo, y también las calles empedradas, tan llamativas para ella ahora, ya que en Londres muggle habían quitado la mayoría de ellas para que los vehículos circularan sin dificultades. Hermione sentía que había retrocedido varias décadas, las cosas mágicas casi siempre le generaban eso.
Al pararse al fin frente al edificio que buscaba, tragó saliva con nerviosismo, aun cuando sentía la boca pastosa y seca; no fue agradable. Miró el cartel de nuevo: cuatro mil setecientos noventa. Era aquí, no había dudas. Se miró en el reflejo del vidrio y acomodó su cabello tras su oreja. Miró el resto de su ropa: su camisa estaba bien, sus zapatillas no se veían manchadas. Estuvo por tocar el timbre, pero se arrepintió. Buscó en su bolsillo la dirección, por las dudas de que haya recordado mal el número, pero no fue así, estaba bien, este era el lugar. Tomó una bocanada de aire, se restregó sus manos en sus pantalones, tiró sus hombros hacia atrás y acercó su dedo al botón. Se arrepintió al último segundo, en pánico por la idea furtiva de no tener buen olor. Había caminado bastante por la ciudad, ya que usó el tren en lugar de pedirle un aventón a su padre. Tiró de la tela de su camisa hacia arriba para acercarla a su nariz. Todavía se sentían los suavizantes que usaba su madre, lavanda, no tan fuerte, pero persistía. Buscó su muñeca, el perfume que se puso antes de salir de casa seguía ahí. En su cuello debería suceder lo mismo, ¿verdad? Suspiró. Solo estaba dando vueltas para no llamar a Pansy. Otra vez se arregló el cabello con el reflejo del vidrio y luego tocó el botón del timbre: piso D, número 7.
Nunca había estado en un edificio de departamentos mágico, así que se sorprendió al ver cómo el botón se salió de la pared de un disparo y rodó tan rápido por el suelo que en un parpadeo desapareció de su vista saltando por los escalones. Tan deprisa como se fue, volvió, generando un "¡Ding!" cuando se encajó de nuevo en el lugar que había dejado vacío. Hermione se distrajo mirando los botones e intentando entender qué rayos había sucedido, por lo que no notó cuando el elevador de planta baja se abrió y dejó salir a Pansy, la cual caminó hacia la entrada para abrir la puerta. Como Hermione no le prestó atención en lo absoluto, se apoyó en el marco y se quedó mirándola, intentando descubrir qué pasaba.
—¿Qué se supone que estamos viendo? —dijo Pansy con sorna, inclinándose cerca de su oído—. ¿Los botones te han ofendido?
—Creo que hay un encantamiento aquí, pero no estoy segura de si aplicaron un hechizo velox o... —su concentración cayó, siendo consciente de su entorno, y giró un poco el cuerpo para mirar a Pansy a la cara—. Hola.
—Golpea un par de veces una pequeña campana colgada a un lado de mi puerta —explicó Pansy—. También se le aplicó un exspiravit lignum.
—Para que pueda atravesar madera, como un fantasma —asoció—. ¿Así que toca la campana dentro del departamento? ¿Cruza la puerta como si no existiera? Un botón programado para cada departamento.
—Exacto. Y cada departamento tiene su propio muffliato, así que nadie confunde el ruido de la campana por error, el ruido no sale de nuestras paredes.
—Fascinante —dijo, volviendo a mirar los botones.
—¿Quieres subir o... necesitas algo de tiempo a solas con ellos? Si quieres puedo darte privacidad, voltearme para que se den un beso de despedida.
—Eres una idiota.
Pansy rió, mientras dejaba ingresar a Hermione. Cuando subieron al ascensor, Hermione aclaró:
—¿Tienes idea de cuántos gérmenes y bacterias hay en lugares como ese? Sería imposible que bese esa cosa.
—Oye, no soy yo la que los miraba con intensidad y decía "fascinante".
Cuando se abrió la puerta del ascensor Pansy guio el camino hasta el departamento número siete. Al ingresar, Hermione llegó a la conclusión de que el lugar se veía... bastante bien, de hecho. Había escuchado a su novia decir las mil y una quejas sobre el departamento, por las paredes, por el poco espacio, porque el sillón debería ser de un par de tonos más oscuro, y hasta que quedaba mal que la cocina y la sala de estar estuvieran conectadas, solo divididas por media pared (y por lo tanto estaba convencida de que el arquitecto del edificio era un idiota). Quizá siempre se trató de que Pansy tenía las expectativas demasiado altas.
En la pared frente a la puerta había un ventanal que permitía ir a un balcón. Se acercó, para mirar mejor. Pansy sea alejó de ella, yendo a la cocina a buscar algo en un cajón. Una mancha que se movió con rapidez apareció justo en el momento en que Hermione se paró frente al vidrio. Era la Pajarraca, que voló y cayó sin gracia sobre el borde de una maceta, haciendo que se tambalee un poco. Puso una mueca de asco al notar lo que la lechuza tenía en el pico: un ratón blanco. No se movía, estaba colgando sin vida, sujetado por el cuello; probablemente lo habían desnucado. Los grandes ojos de la lechuza se toparon con Hermione y no movió ni un músculo, analizándola.
—Pansy —la llamó.
La aludida se acercó, extrañada, pero al ver lo que estaba mirando Hermione, arrugo la nariz con disgusto.
—Maldita sea, te dije que dejes de hacer eso —se quejó, golpeando con el dedo el cristal un par de veces, y luego comentó a Hermione con frustración—: Mi madre y yo la alimentamos todo el tiempo. ¡No sé por qué sigue cazando!
La Pajarraca soltó al ratón, dejando que caiga en la maceta. Se acomodó, dándole la espalda a Pansy y Hermione, y se agachó para comerse al ratón, alzando el cuerpo inerte hacia arriba y abriendo grande el pico. Fue desagradable de ver. Además, antes de que desapareciera por la garganta de la lechuza, llegaron a notar que el pelaje blanco del ratón estaba manchado con un poco de tierra.
—Salvaje desagradable —masculló—. Si crees que vas a entrar hoy a la casa, estás muy equivocada.
Hermione se tapó la boca con la mano, ahogando una risa, y comentó:
—Me pregunto si en Hogwarts notaran su ausencia.
—No lo sé. Siempre viene sola y se niega a irse —dijo Pansy—. Como sea, mira —levantó dos papeles, permitiendo que Hermione los lea, era lo que había estado buscando en la cocina—. ¿Cuál quieres? Me muero de hambre.
Se trataba de dos publicidades de negocios de comida mágicos. La causa por la que estaba Hermione hoy aquí era porque habían decidido por cartas que debería un día conocer la casa de Pansy, ya que era "lo justo". Acordaron algo tranquilo, quizá una pizza, música... perder el tiempo juntas.
—Ese —señaló, eligiendo el que tenía el nombre escrito en rojo, ya que le resultó más bonito. Nunca probó ninguna de las dos opciones, así que no podía basarse en nada mejor para su elección.
—Bien —murmuró, mientras se giraba para ir a la chimenea.
Pero Pansy se detuvo al apenas dar unos pasos, retrocedió hasta enfrentar a Hermione de nuevo y se inclinó para darle un rápido beso en los labios. Eso pareció complacerla, ya que retomó su camino para ordenar la pizza.
Un poco abrumada, Hermione soltó un suspiro. No se había esperado eso. A veces Pansy era tan... impredecible. Si tenía el deseo de hacer algo, sin importar qué tan de golpe se le hubiera ocurrido, lo hacía. Ahora mismo, solo tuvo el antojo de besarla, y lo hizo. Así de fácil.
Pansy estaba hablando a la chimenea, con los brazos cruzados mientras miraba los papeles que tenía entre manos de forma distraída. Tenía una camiseta suelta hoy, que dejaba descubierto uno de sus hombros, y su cabello estaba recogido en una coleta rápida de la que algunos mechones de cabello caían con gracia, dándole un estilo despreocupado y jovial. No llevaba maquillaje, de hecho. Se sintió un poco especial por poder verla de una manera tan cotidiana, y se preguntaba si habría alguien más que su madre que tuviera ese derecho. Pansy estaba seria mirando a la chimenea, pidiendo también un poco de helado. Hermione tuvo que sonreír ante eso, siempre quería cosas dulces, claro que a su novia también le apetecía un helado después de la pizza. Pansy la miró de reojo en un momento, dándole una sonrisa suave antes de volver a centrarse en lo que el mago al otro lado de la chimenea decía. Sintió que se estremeció por dentro por eso, y quién sabe si por fuera también, porque de repente se sentía muy enamorada, de toda la situación, y de ella; en especial de ella.
—¿Dónde está tu madre? —se percató entonces.
Que había estado nerviosa por la idea de volver a ver a Aurora, era decir poco. En especial porque ella sabe que Hermione es la novia de su hija. Pansy había terminado de hacer el pedido, así que llevó de nuevo los papeles a la cocina antes de contestar.
—Trabajando —dijo alzando la voz para que la escuche desde la distancia.
—¿Volverá pronto?
—No. La mayoría de las veces no vuelve hasta el anochecer.
Así que... Pansy y ella estaban solas. Bien. Hermione estaba bien con eso. Para nada comenzando a ponerse nerviosa.
—¿Vamos a mi habitación? —preguntó.
Hermione se tensó e irguió, abriendo sus ojos desmesuradamente.
—Te dejaré elegir la música —agregó Pansy.
"Oh, música. Pizza y música" recordó. La siguió, muy avergonzada por lo fácil que se habían desviado sus pensamientos.
Estar a solas con Pansy no era algo que se diera a menudo. Una parte de ella lo agradecía. Otra parte, una mucho más grande, lo detestaba. Le gustaba perderse en sus labios, tenerla solo para ella, escucharla y ver cosas que nadie más veía. Así como su primer encuentro aquella noche en la fuente, o esa tarde de primavera antes de los TIMOS donde sintió su respiración caliente, tanto como el cuarto y el Sol, su jadeo, el ardor en su la parte inferior de su vientre... Pansy la enloquecía de muchas formas y disfrutaba cada una de ellas, desde la rabia hasta cuando alborotaba sus sentidos. Eso, por supuesto, también la asustaba.
Sus amigos la molestan sobre eso, incluso Pansy, por lo "mojigata" que ella es. ¿Pero y qué si lo es? ¿Y cómo admitirlo sin sentirse patética? ¿Por qué debería explicar que quiere hacerlo y no al mismo tiempo? Muchas veces solo podía pensar en lo hermosa que le resultaba Pansy. Cuando mira el techo de su habitación antes de dormir, recordándola, por ejemplo. O aquel día, después que se despidieran con un beso en la puerta de su casa. En esa clase de situaciones Hermione solo tenía esa certeza, que su novia era tan linda que podrían temblarle las piernas como si frente a ella estuviera la muerte. Ni Hermione podía ser racional en el amor. ¿Cómo no asustarse al querer desnudar y desnudarte? ¿Por conocer a alguien como pocos podrían? Porque esto era más que solo excitación, para Hermione era mucho más que lujuria, por eso se trababa.
A veces sospechaba que la Slytherin estaba siendo estafada, claro que nunca lo diría en voz alta. Hermione sentía que ya había visto a Pansy desnuda; en sueños, en salones abandonados y noches oscuras en las que solo escuchó su voz. Había visto tantos tonos de verde, tantas expresiones, tantos miedos e inseguridades. Pansy se abría a ella, sus ojos desbordaban emociones y sus labios siempre cantaban sentimientos. Hermione sentía que solo sabía enojarse, repeler y cruzar sus brazos sobre su corazón. ¿Cómo sería desnudarse frente a Pansy? ¿Lo quería? ¿Confiaba lo suficiente?
—Quizá hoy tú te conviertas en cantante —bromeó Pansy, mientras abría un cajón para permitirle a Hermione revisar.
—Sigue soñando.
Había diferentes cajas de música y comenzó a leer los títulos sin prisa. Sus ojos se desviaban para mirar a su alrededor también, queriendo saber más de Pansy. Siempre podía desnudar algo más sobre ella, y nunca se lo negaba. Ella siempre se entregaba a Hermione.
En el escritorio había una sola fotografía. Estaba Pansy rodeada de dos adultos. Si Hermione recordaba bien su aspecto físico, debió ser sacada durante su segundo año en Hogwarts. A la izquierda estaba Aurora, se veía radiante, una felicidad que si debía ser honesta, no veía en ella en el presente; vestía ropa extravagante y muy bella. En la derecha, había un hombre que se parecía mucho a Pansy en aspecto. Nunca había visto a Narcisso, más allá de las cosas que su novia contó de él. Casi se decepcionó. Supuestamente, él se parecía a Pansy. ¿En qué? ¿De verdad el físico era para tanto? Tenían los mismos ojos, pero en su opinión no eran ni la mitad de expresivos que los de su hija. También la misma sonrisa torcida, solo que en él resultaba carismática, cuando la de Pansy era más bien pícara, salvaje y bribona. Narcisso le recordaba a su ex profesor Gilderoy Lockhart, altivo, sonrisa radiante, exuberante de confianza en sí mismo. Aún si tenían la misma nariz, la misma mandíbula... para Hermione parecían dos extraños en un papel. Narcisso, en la foto, dividía su atención entre Aurora y al frente, a quien fuera que sacó la fotografía. No le gustaba. Narcisso no le generaba confianza, o quizá solo no le gustaba que él estuviera tan centrado en todo menos en su hija, en esa pequeña que tenía a su lado...
Pansy con trece años había sido un dolor de cabeza, y de hecho, la asociaba mucho con la fotografía que tenía en frente. Cabeza en alto, sacando la barbilla hacia afuera, un gesto fuerte enmarcado por su cabello corto, que estaba por arriba de los hombros. Parecía gritar "mírenme". Ella siempre pidió eso: caminando por los pasillos con actitudes de modelo, que ahora sabía eran enseñanza de Aurora; soltando insultos con un público que reía tras su espalda. Esa versión que tanto había odiado Hermione, ahora no existía.
Juzgar a Narcisso por pequeños pedazos del rompecabezas, por una fotografía, resultaba inútil. Hermione nunca sabría cuál era el padre que Pansy lloraba, ni el amante que Aurora extrañaba. Solo... no podía entender porqué los comparaban. ¿Por qué Aurora, según Pansy, los comparaba así, a padre e hija?
Junto a la fotografía estaba aquel libro que le regaló a Pansy en su cumpleaños: "Cuentos infantiles: Mil y una criaturas, mágicas y muggles". Apoyado contra el lomo del libro estaba el llavero de la Pajarraca que había encontrado y comprado en Escocia, y además, en el rincón, el tonto juguete del McDonald's que Pansy había insistido en conseguir. Más a la derecha, entre la puerta y el escritorio, había un espejo de cuerpo completo. Podía ver el reflejo de Pansy en él. Estaba sentada en la cama, mirándola revisar sus cosas. Se veía hermosa, con su gesto despreocupado y mirada tranquila. Su sonrisa era amable, sus rasgos tan suaves como ella, y su mirada tan transparente, real... Pansy era única, incomparable. La quería mucho como para decirlo, pero odiaba que sus padres nunca la hayan hecho sentir como lo que es.
La fotografía de Pansy reflejaba sus inseguridades. El espejo en cambio las invertía, haciéndola ver segura. Hermione volteó. Esa era la mejor forma de verla, la real.
—¿Qué pasa? —preguntó Pansy, sorprendida por la acción abrupta de Hermione.
—Me gustaría tener relaciones contigo.
Pansy ladeó la cabeza, parpadeando un par de veces mientras procesaba la información. Su rostro se puso más rojo que nunca.
—Espera. ¿Qué?
—Solo quería que supieras que... que —la confianza que sentía comenzó a evaporarse—, me gustas y si nosotras... si tú estás lista, me parece bien.
"Por Dios. ¿Qué dije? ¿Qué acabo de hacer?" pensó, comenzando a colapsar por dentro. Ella sin duda no había pensado bien en esto.
—¿Qué rayos? —dijo entre carcajadas—. ¡Hermione! ¿Sabes que cuando hablamos de consentimiento, no era necesario que sea tan literal?
—Yo... cállate. ¡Deja de burlarte! —se quejó, pero pronto se unió a las carcajadas también, sintiendo su rostro arder—. Deja de reírte, me lo contagias.
Pansy se paró de la cama, yendo al cajón, buscó un álbum de música y sacudió la caja que eligió en el aire.
—¡Y yo pensando que estabas pensando qué elegir! —se burló—. Solo estabas pensando cochinadas.
—Yo no... ¡No lo estaba! —chilló—. No pongas esa cara, lo digo en serio.
—¿Y qué pensabas?
—En que te quiero mucho y confío en ti —confesó, con un tono molesto.
Eso pareció descolocar a Pansy, ya que bajó la mirada avergonzada y terminó jugando con el anillo que siempre llevaba puesto. Soltó un suspiro fuerte después de unos segundos de silencio, sorprendiendo a Hermione, y se adelantó para sujetar su rostro entre sus manos y darle un beso rápido en la nariz.
—Eres tan adorable que me das asco.
—Eh... ¿Qué?
—También te quiero y confío en ti.
Hermione sonrió con timidez ante eso e intentó devolver el beso a Pansy, pero el sonido de una campana las detuvo.
—¡Oh, comida! —se alegró Pansy—. Lo siento Hermione, mis prioridades son claras.
Se apresuró hacia la puerta del cuarto, sacando la lengua para burlarse de ella antes de escaparse por el pasillo. Hermione resopló, llevándose las manos a la cara, tapando su felicidad y pena. Pansy le encantaba demasiado.
. . .
La música sonaba de fondo, Hermione al final se había decidido por un álbum que recordaba que Rachel había alabado en una conversación sobre las mejores bandas del mundo mágico. Miraba la caja de pizza sobre el escritorio de Pansy, sin saber si quería otra rebanada de verdad o solo era un deseo por vicio. Estaba recostada boca arriba sobre el colchón, leyendo un libro que había encontrado a un lado de la cama. Era de poesía, y cada tanto recitaba un verso en voz alta para que Pansy lo escuchara.
Sintió movimiento en el colchón y bajó la vista. Pansy estaba boca abajo, clavando los codos en la cama para mantener su cabeza en alto y leer su revista. A veces ella también le comentaba algo que leía, lo cual, no era exactamente de su interés, pero valía la pena cuando la escuchaba reír o hacer un comentario sarcástico.
Hermione amaba los libros, pero ahora mismo no podía volver a prestar atención al que tenía extendido sobre su cabeza, así que lo dejó caer con suavidad en la cama. Pansy estaba moviendo sus piernas mientras leía. Tenía las rodillas dobladas, por los que sus pies estaban arriba, tambaleando en el aire en un ritmo suave y constante, hacia adelante y hacia atrás, como un columpio. Pansy solo vestía unos shorts, se había quitado las sandalias para acostarse y su camiseta se pegaba a la piel de su espalda, contorneándola por culpa de la gravedad. Al cambiar la página de la revista, llamó la atención de Hermione, que subió más la vista, disfrutando de su perfil. Adoraba verla leer, aún si no eran libros.
—Préstame atención —pidió Hermione, rompiendo el cómodo silencio.
Pansy le dedicó una sonrisa ladeada, pero no la miró siquiera de reojo.
—¿Hmn? Pero la revista está interesante.
Hermione bufó divertida, volviendo a agarrar el libro para ponerlo de nuevo sobre su cabeza mientras murmuraba un "como prefieras" que fue tan bajo, que seguro se perdió en el nuevo silencio. Sus brazos se cansaban en esta posición, extendidos, pero no le apetecía moverse. Fue cuando cambió por tercera vez la página (con cierta dificultad), que sintió un peso sobre sus piernas que la sobresaltó. El libro le fue arrebatado de sus manos y entonces la vio, Pansy estaba sobre ella, con una sonrisa que no prometía nada bueno. El corazón de Hermione se aceleró.
—No se supone que tenías que ignorarme.
—Tú me estabas ignorando a mí —le recordó.
—Molestando más bien. Quería que me siguieras mirando.
—¿Cómo que...? ¿Te diste cuenta?
—¿Que babeabas por mí? Sí, es difícil de ignorar.
Hermione giró el rostro, muerta de vergüenza. Odiaba que Pansy siempre notara esas cosas. Pero una mano la sujetó por la mejilla y la obligó a volver a ver al frente. La nariz de Pansy estaba muy pegada a la suya, ambas caras demasiado cerca. Abrió la boca, queriendo decir algo, pero lo único que consiguió fue darle vía a Pansy para que la besara en profundidad. Sus manos, que antes las había dejado incómodas a cada lado sobre el colchón, se movieron, tocando el cuerpo sobre ella. Su cintura, sus piernas. Ese era el lugar seguro, hasta ahora siempre fue esto, no más.
—Hermione —susurró, separándose de sus labios—. También te estaba prestando atención.
—¿De verdad?
—Eres tan hermosa —dijo, mientras acariciaba el contorno de su rostro con el pulgar—. Casi no avancé con la revista, no puedo dejar de pensar en... Bueno, cuando tú dijiste... No estaba segura de qué hacer. No quería asustarte, arruinar esto.
—¿Por qué lo arruinarías?
—No lo sé, nunca hice... No quería confundirme, pensar que querías pero que no fuera así e incomodarte... Cuando estuvimos solas en el salón practicando para Transformaciones no parecías cómoda.
—No lo estaba. No quería hacerlo en un salón viejo sobre una mesa —admitió, haciendo un mohín de disgusto, y agregó, ya más tímida, farfullando—: Yo tampoco hice esto antes. Me da un poco de miedo, en realidad. ¿Duele? Escuché que la primera vez duele. No estoy segura de qué tocar, ni... Ya de por sí, tampoco estoy acostumbrada a desnudarme frente a otros, suelo cerrar las cortinas de mi cama en los dormitorios en Hogwarts, no tengo tanta confianza ni soy tan linda...
Se distrajo, al sentir de nuevo las manos de Pansy acariciando su rostro con suavidad. Desde esta posición, viéndola encima de ella, sentía que no podía centrarse en nada más. Resultaba abrumador, pero también se sentía cómoda, resguardada.
—Primero, tengo entendido que no debería doler, no hay necesidad de forzar y lastimarnos. Si duele, no voy a seguir, yo tampoco quiero que me duela. Segundo, literalmente te acabo de decir que eres hermosa.
Hermione no se atrevió a contradecirla, no cuando la miraba de esa forma. Levantó sus brazos, enredando sus manos tras su cuello.
—Desde que dijiste que querías, no pude parar de pensar en eso —Pansy se inclinó, rozando sus labios con los de Hermione—. Dime que todavía quieres.
—Sí —consiguió articular, sintiendo cómo retumbaba su corazón cada vez más fuerte.
—Genial. Te habría pinchado los ojos sino, no puedes mirarme así y luego no hacer nada.
Hermione se puso roja y comenzó a reír, todo al mismo tiempo. Cerró sus ojos y besó a Pansy, deslizando su lengua en su boca. De nuevo ese sentimiento de seguridad, con ella todo era fácil. Desvanecía sus inseguridades con una frase, siempre honesta. O con una mirada, sus ojos resultaban tan francos... O simplemente cuando hacía un chiste estúpido que rompía cualquier tensión. La adoraba tanto que su pecho dolía.
Exploró su cuello, besándolo, notando que Pansy tenía el pulso tan acelerado como ella. Sus manos se movieron bajo su camiseta, disfrutó de su piel, tan suave, mejor que cualquier tela o papel. Fue fácil tomar valentía, girar, sentarse sobre su cadera, disfrutar de la fricción al balancearse contra ella, eclipsándose al ver cómo la coleta de su cabello se soltaba para dejar que cayera sobre la almohada, comenzando a enredarse, en parte culpa de sus manos, que las movía inquietas, rascando suave tras su nuca o sus orejas. Había adorado a Pansy tantas veces, y esta no fue diferente: lento, poco a poco, sacando capas, desnudando su ser. Se perdió besando sus curvas, mordiendo cuando llegaba cerca de los huesos de su cadera y en el cosquilleo que le generaba hacer todo esto.
Nunca le gustó ceder el control, confiar de forma plena en alguien estaba fuera de sus capacidades. O eso pensó siempre, hasta ahora. Porque con Pansy desabotonando su camisa mientras todavía estaba acostada boca arriba y observaba cada parte que se iba quedando sin ropa, tocando con cuidado y curiosidad al mismo tiempo que se arqueaba contra ella, no le resultó tan difícil. Su corazón lo sentía en la garganta, y lo amaba. Adoraba la adrenalina que la recorría, la sensación que punzaba entre sus piernas. Estaba bien perder el control aquí. Estaba en una cama que olía a Pansy, rodeada de objetos que la hacían pensar en ella, siendo explorada por sus manos y sus labios...
Los toques fueron torpes, muy arriba, muy abajo. Se terminaban riendo, sintiendo sus mejillas arder, por vergüenza, por placer. Queriendo por momentos taparse el pecho, o hasta el rostro. Incluso cruzando las piernas, para cubrirse o acercarse a la otra.
También fue húmedo: los besos, lo que sintió en sus dedos al acariciarla, entre las piernas, por todo el sudor que le recorrió la espalda, las pantorrillas y hasta el cuello. Con Pansy saltaría al agua, cerraría sus ojos y se dejaría ahogar en sensaciones. Gimió al final, jadeando por aire, lo suficientemente fuerte como para que saliera otra vez a la superficie una vez terminó de nadar.
. . .
Hermione se llevó la cuchara a la boca, saboreando el sabor del helado, chocolate. Estaba sentada en el sillón, en la sala de estar. No faltaba mucho para que se tuviera que ir a su propia casa, pero no quería. Disfrutaba de levantar la mirada y encontrar a Pansy mirándola, sonriéndole. Por momentos se sentía avergonzada, porque poco antes habían estado desnudas, besándose bajo las sábanas, acariciándose antes y luego del orgasmo, y aunque ahora estaban vestidas, todavía podía sentir los rastros, la mirada de Pansy quemándole la piel, y mientras más pensaba en lo que hicieron, más quería repetirlo, más se excitaba de nuevo, y más le apenaba... Era un rejunte extraño, pero con Pansy eso estaba bien, era un descontrol que sabía que no le causaría problemas.
—No acapares el chocolate —se quejó Pansy, apuntándola con la cuchara de manera amenazante.
—Dijiste que querías vainilla.
—Dije que quería un poco de vainilla. No que podías irte al otro lado del sillón a abrazar el helado de chocolate.
Hermione bajó la vista, clavando la cuchara en el helado y llevándoselo de nuevo a la boca. Casi se atragantó cuando sintió una patada en la pierna, cerca del pie. Antes de darse cuenta, Pansy estaba cerca, arrodillada en el espacio libre entre sus piernas para intentar alcanzar el pote que tenía. Hermione lo alejó y usó su mano libre para agarrar la muñeca de Pansy.
—Me caes horrible —dijo Hermione.
—Eres la novia más egoísta del universo. ¿Desde cuándo te importan los postres?
—¡Es chocolate! —exclamó, considerando obvio que no era equiparable a cualquier otra cosa dulce.
Se quedaron congeladas cuando a la derecha apareció un fuego verde brillante, y de allí, segundos después salió Aurora. La madre de Pansy levantó sus cejas ante la situación, que seguro desde su perspectiva debía parecer bastante ridícula. Hermione soltó la muñeca, dejando de forcejear y encogiendo un poco sus hombros, incómoda. Pansy, al contrario que ella, no pareció preocupada, ya que se inclinó todavía más y le robó el helado que había estado alejando en el aire. Sonrió triunfal, volviendo a sentarse normal en el sillón. Hermione olvidó por un segundo que Aurora estaba allí, fulminando a Pansy con la mirada. ¡Ella hizo trampa! ¡Además, no había terminado con el helado! ¡Pansy sabía que solo le gustaba el de chocolate, y aun así pidió varios sabores!
—¿Están comiendo directo del pote de helado? —preguntó Aurora con indignación—. Lo están llenando de babas. ¿Qué voy a comer yo?
—Sobró pizza —dijo Pansy.
Hermione rabiaba en silencio, le daba vergüenza seguir la pelea por el helado cuando Aurora estaba en la casa.
—¿Hace mucho están aquí? —consultó, mientras se movía a la cocina para buscar la pizza.
—No. Almorzamos rápido y luego salimos a pasear, queríamos hacer varias cosas. Compramos helado antes de volver, y como ves, todavía lo estamos comiendo —contestó Pansy.
Intentó que no se notara la sorpresa en su rostro, aunque por suerte Aurora no estaba frente a ella. ¡Qué fácil le había mentido! ¿Lo tenía ya planeado?
—Creo que ya debería irme —dijo Hermione, levantándose del sillón.
Sentía que se le podría caer la cara de la vergüenza frente a Aurora. Ella no era buena mentirosa como Pansy, lo arruinaría si seguía tentando su suerte.
—No falta mucho para que los trenes dejen de funcionar por hoy —agregó, intentando sonar más segura, girando para ver a Aurora.
Pansy ahogó una risa mientras se llevaba la cuchara de helado a la boca. Hermione estaba deseando poder darle una patada, si tan solo no lo hiciera todo aún más sospechoso...
—Te acompaño a la estación —se ofreció Pansy.
—Bien, es buena idea. Pero no tardes mucho en volver, no te distraigas —le advirtió su madre.
—Está bien, está bien —dijo, caminando hacia la puerta.
Hermione la siguió y cuando salieron, Aurora se asomó por la puerta también.
—Ojalá otro día podamos hablar un poco, me encantaría poder conocerte mejor —se despidió Aurora.
—Por supuesto, me encantaría también.
Aurora sonrió antes de volver a entrar y cerrar la puerta.
—Bueno, eso salió bien —dijo Pansy, feliz.
—No puedo creer que le mientas así a tu madre.
—¿Querías que le diga la verdad? —inquirió levantando una ceja.
Hermione se cruzó de brazos, fastidiada.
—Si quieres puedo decirle la verdad, eh. Iré ahora mismo a decirle que tuvimos sexo.
—¡Cállate! Eres una idiota.
—Pero será una lástima, seguro tendría más cuidado en el futuro de no dejarnos solas y no podremos hacerlo de nuevo —siguió molestándola.
—¡Ja! —rió un tercero, haciendo que Pansy y Hermione se giraran con brusquedad hacia la puerta—. Si creen que voy a dejar que mi casa sea su nuevo nidito del amor, permítanme romperles la ilusión —dijo Aurora asomándose por la puerta entreabierta con una sonrisa malvada, y luego señaló a Pansy con su dedo índice, poniendo un gesto y tono autoritario—. Tendremos una charla más tarde tú y yo.
—¡¿Estabas espiando?! —chilló Pansy, poniéndose roja hasta las orejas.
Hermione llevó sus manos a su rostro, deseando morir.
—Hablan muy fuerte —se excusó Aurora.
—¡Estabas pegando la oreja a la puerta!
Aurora en toda respuesta, le cerró la puerta en la cara a Pansy.
—No podré volver a ver a tu madre, no quiero ni imaginar lo que debe pensar de mí —se lamentó Hermione—. Todo esto es tu culpa.
—¿Qué? Pero yo... Agh. Solo vamos a la estación de trenes de una vez.
. . .
Por muchas causas, era un milagro que su corazón estuviera funcionando todavía. Hermione entró a su casa, soltando un suspiro agotado. Solo quería ir a darse una ducha y tirarse en la cama un rato. Tantas emociones y un viaje largo en tren de ida y vuelta destruían a cualquiera. Podría haber usado la Red Flu, pero no era cercana a ningún mago de su barrio y le daba vergüenza aprovecharse de un extraño así (incluso aunque Pansy hubiera insistido).
—¿Hermione? —llamó su madre cuando ella se acercó a las escaleras—. ¿Llegaste? ¿Te divertiste con tu amiga?
Por la hora, debía estar hablándole desde la cocina, así que fue hasta allí. Ella estaba cocinando, su papá estaba también en el cuarto, parecía que estaban conversando antes de que llegara. Él bebía un vaso de agua, recargando su peso contra la pared.
—¿Con cuál amiga? ¿Pansy? —preguntó Thomas. No le había contado sobre sus planes para el día, así que no sabía bien de qué hablaban.
"Amiga", sentía una pequeña picazón de culpa cada vez que ellos decían eso. Pansy le había contado a su mamá sobre ellas, aunque bueno, parecía que más bien Aurora había presionado hasta conseguir la información. Pero sus padres seguían pensando que Pansy era solo una amiga. Llevaban ya medio año juntas de forma oficial, Hermione no estaba segura de si eso era mucho o poco. Más bien, el problema, era que ella quería mucho a Pansy, más que como una amiga, y la idea de que "no podía" aclararlo, la hacía sentir horrible. ¿Quizá ahí estaba la cuestión? Más allá de cuánto tiempo llevaban juntas, indiferentemente de formalizar o no las cosas, le dolía no sentir la seguridad como para poder decir la verdad, expresar sus verdaderos sentimientos.
—Estuve con Pansy. La pasé muy bien. Ella me importa mucho. Yo... la quiero de verdad —contestó, intentando que su voz no temblara.
Su padre sonrió, un poco perdido. Kayla no parecía estar mucho más ubicada, ya que dijo:
—Me alegro cariño. Hay algo en la amistad entre dos chicas que tiene algo especial. ¿No? Hay cosas que simplemente no puedes comentar o disfrutar con los muchachos...
—¿Cómo que no? —se quejó Thomas.
Hermione sonrió algo incómoda. Se moría por decir que no, que Kayla no tenía razón. Con Harry y Ron, sus amigos hombres, podía hablar de sus sentimientos, inseguridades o de la persona que le gustaba, que no era una cuestión de género. Que de hecho, el género de la persona que le gustaba no era el que esperaban. Tenía pareja, una mujer. Pero no lo hizo, las palabras no salieron. Mejor enfrentar un miedo a la vez.