reminiscencia ー norenmin

By lostinrenjun

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"El doctor dijo que después del accidente era normal tener este tipo de anomalías. Lo diagnosticó como Amnesi... More

1. la mente, el corazón, y lee jeno.
2. la memoria es frágil, el corazón, no.
3. el suplicio de la incertidumbre.
4. la nada.
5. "alucinaciones"
7. jeno sí es jeno.
8. la frustración de un pobre y olvidadizo jeno.
9. disociación.
10. "sólo intento protegerte"
11. evocaciones ilusorias.
12. me dejaste en un desierto, completamente solo.
13. mentiras.
14. el verdadero monstruo.
15. inquietud en medio de la serenidad
16. la curiosidad mató al gato.
17. falsos recuerdos.
18. reminiscencia.
19. la verdad.
morse codes.

6. ambigüedades, y sensaciones desconocidamente familiares.

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By lostinrenjun




Entre medio de la ambigüedad, encontramos la imaginación, otra arma potente que complementa nuestro cerebro. Es inaudito lo que la imaginación y la creatividad puede crear; desde inventos con el potencial de cambiar el mundo, hasta la creación de historias con todo un universo y detalles implementado en él.

La ambigüedad nos da la capacidad de imaginar cosas, de inferir y suponer escenarios que rellenen aquel espacio vacío que necesita ser resuelto con algo. Porque el ser humano no puede vivir en la ambigüedad sin caer en la ansiedad. La mente del ser humano es tan simple (y poderosa, irónicamente), que todo tiene que tener una respuesta. El ser humano no soporta una incógnita, un espacio vacío, puesto que su naturaleza le dice que todo tiene que tener una razón de ser y un tiempo lineal. Por eso existe la curiosidad, por eso existen los descubrimientos, por eso existe la religión; para subsanar el vacío que nos deja nuestro desconocido origen.

Pero todos sabemos aquella historia: "La curiosidad mató al gato."

Y es por eso, también, que existe la ambigüedad. Porque no todo en la vida debe tener una respuesta. En ocasiones, hay que dejar preguntas sin cerrar y espacios vacíos para mantenernos a raya, porque, si tuviéramos todo resuelto, ¿qué sentido tendría la vida? La curiosidad nos mantiene vivos, la sed de saberlo todo nos impulsa a sobrevivir.

Jeno tiene un impulso, por ejemplo, y esos son sus recuerdos olvidados. Se encuentra desesperado por encontrarlos, por recuperar lo que alguna vez se le arrebató sin ningún aviso o pretexto.

Quizás le haría bien un empujón. Y aquí, es donde Renjun entra en escena.

Aunque, no sabemos aún, si él está aquí para resolver la ambigüedad en la que Jeno se encuentra vagando, o para expandirla aún más.






Abrí la puerta, inseguro, pensando que, tal vez, mi cabeza me estaba jugando una mala pasada y que una vez más estaba experimentando una alucinación de aquellas que Jaemin creía que me sucedían.

Mi corazón se aceleró ante la idea de lo que me encontraría al otro lado del umbral, y todo dentro de mí se revolvió vertiginosamente. Y cuando lo vi frente a mí, sentí una corriente helada recorrerme toda la espina dorsal. Su rostro se veía tan real y tan detallado como si realmente estuviese allí. Wow, exclamé dentro de mí. ¿Tan poderosa era mi mente como para crear una ilusión tan precisa y realista? No podía creerlo.

—Hola, Jeno —me saludó, sonriéndome con timidez. Sus mejillas y su nariz se coloreaban de un suave rosado producto, tal vez, de la fría brisa que corría afuera.

Me quedé estupefacto, tieso como piedra. ¿Por qué estaba aquí? Si estaba muerto. Claro, es mi imaginación, pensé. Pero entonces, si está muerto y esto es una ilusión, ¿por qué lo veo tan vívidamente? ¿Por qué puedo divisar todos sus detalles? Si es que hasta podía ver los lunares de su piel como si realmente estuviesen allí. ¿Cómo podía crear una imagen de alguien en mi mente que ni siquiera está en mis recuerdos? La única persona que recuerdo es Jaemin, es ilógico imaginarme con tanta nitidez un rostro que jamás he visto o, en efecto, que no recuerdo.

—Hola...—susurré yo, aún sin saber cómo procesar la situación. Lo miraba fijamente, tratando de responder rápidamente todas las preguntas que se formulaban en mi cabeza una tras otra sin parar.

—¿Puedo pasar?

Lo primero que pensé fue en Jaemin y lo que me dijo antes de irse. «No salgas de casa ni le abras a nadie»

Ya le había desobedecido, así no que tenía más remedio que dejarlo pasar. Además, no existía, sólo era mi imaginación, ¿qué cosa mala podría pasar si en cualquier momento lo podía deshacer? Era como estar en un sueño lúcido, en donde yo mandaba y todos hacían lo que yo quería.

Me hice a un lado para dejarlo entrar, sintiéndome más en calma con mis palabras de aliento.

No existe, no es real, todo esto es un sueño, una ilusión. Me repetía. En cualquier momento me pellizcaba y ya estaba, volvía a la realidad.

Lo intenté una vez, tirándome la piel del brazo. Me enterré las uñas sin cuidado, y el dolor fue más fuerte de lo que esperé. Solté un pequeño gemido y cerré mis ojos, pero cuando los abrí, no estaba descansando en mi cama, tampoco en el sillón. Todo seguía tal cual, incluso Renjun seguía allí, quien se había puesto a merodear alrededor del salón observando con minuciosidad los cuadros y las decoraciones de la habitación.

Suspiré, no supe si de decepción o de alivio. La confusión me aturdía el cerebro y me hacía sentir mareado, aún como dentro de un sueño.

—Realmente no recuerdas nada de mí... —oí a Renjun susurrar mientras seguía observando las fotos. Se había detenido frente al mueble a un lado de la televisión, el cual tenía un cuadro mediano con un collage de polaroids que tomamos en nuestro aniversario de un año.

Sus manos permanecían detrás de su espalda, inclinándose para ver las fotos con más detenimiento. Se veía sereno, como si realmente estuviese disfrutando de su actividad, sin embargo, yo no podía dejar de sentirme inquieto, era un total manojo de nervios que estaban a punto de hacerme colapsar.

Entrelacé mis dedos entre sí para calmar el temblor de mis manos, pero las separé al momento al sentir el sudor que emanaba de ellas. Bajé la vista, me las limpié con la tela de mi pantalón, y tomé una gran bocanada de aire, para después mirar a Renjun, quien seguía observando las fotos. Lo vi erguirse y separar sus manos para dejarlas a un lado. Su diestra se empuñó, emblanqueciéndole los nudillos. Se veía que estaba ejerciendo fuerza en ella, puesto que hasta su cuerpo se tensó. La sonrisa seguía sobre su rostro, pero no encajaba para nada con el semblante que en ese momento irradiaba.

—¿Renjun? —lo llamé, armándome de valor. Él se giró para verme, mostrándome unos brillantes orbes que ahora no emanaban tristeza como la primera vez en el supermercado, sino felicidad, ilusión, paz. Me estremecí, no quería apagar ese brillo con mi pregunta.

—¿Sí?

Inhalé y exhalé temblorosamente. Era una pregunta tan fácil, cualquiera lo diría sin siquiera pensárselo, pero, por alguna razón, le temía. La idea de que no es real aún me perturbaba, y las palabras de Jaemin acerca de él no hacían más que inquietarme. Está muerto, está muerto, está muerto. No es real.

Maldición, me voy a volver loco.

—¿Qué haces aquí?

La sonrisa en Renjun se esfumó como el viento, y ahora me miraba con ambos orbes bien abiertos, confundido. Me estremecí, sintiendo mis piernas flaquear. Tenía miedo de lo que podía suceder de ahora en adelante. Había dado un paso demasiado grande.

Se quedó unos segundos así, como procesando mis palabras. Unas pequeñas carcajadas rompen la vitrina de silencio que se había formado entre ambos.

Renjun estaba riéndose, como si le hubiese contado un chiste. No era una risa exagerada, más bien una tímida, pero, aun así, me esperaba cualquier reacción menos una como aquella.

—Vine a buscarte —replicó, sin dejar de sonreír.

Comenzó a acercarse a mí lentamente, sin quitarme la vista de encima, ni tampoco desvanecer la sonrisa de su rostro.

—¿Por qué? ¿A dónde quieres llevarme? —cuestioné, con voz temblorosa. No sé cómo aún soy capaz de seguir hablando cuando estoy a punto de tener un ataque de nervios. Tragué saliva al ver que cada segundo que pasaba estaba más cerca de mí.

—A cualquier lugar lejos de aquí. Estás en peligro —Alzó sus cejas y me penetró con la mirada. Con su voz sedosa como el terciopelo y el matiz dulce con el que me observaba podía deducir que estaba preocupado.

Di un paso atrás, desestabilizándome. Mis piernas flaquearon, y tuve que sujetarme del respaldo del sofá para mantenerme de pie. Joder, podía sentir hasta mis pupilas temblar... Me estaba asustando.

—¿Por qué... por qué me iría contigo? —tartamudeé. Poco a poco perdía la capacidad del habla—. No te conozco, no... no nos conocemos.

Él bajó la vista por fin, dejándome unos segundos para tranquilizarme. La risita que soltó después me tensó los músculos otra vez, sólo que en esta ocasión lo hizo con aún más ímpetu.

—¿Crees que me empeñaría tanto en venirte a buscar si no nos conociéramos? —Me miró por severos segundos, como esperando a que le respondiera. La serenidad en su mirar me inquietaba—. No me recuerdas, pero sí me conoces.

Podía simplemente escapar. Podía darme la vuelta y correr, llamar a Jaemin, o a la policía. Podía golpearme con algo y despertar, podía hacerle cualquier cosa porque, en el fondo, sólo era producto de mi imaginación. Sin embargo... ¿por qué no podía moverme? ¿Por qué no podía quitarle la vista de encima? Como si tuviera el poder de atrapar a cualquiera con su mirada, como si me estuviese seduciendo con ella para después estrecharme entre sus garras.

—N... no... no me iré contigo —farfullé. Empezaba a marearme, en cualquier momento me desplomaría en el suelo.

Renjun se quedó en silencio. Soltó un resoplo después, rindiéndose.

—Si te lo cuento todo... ¿te irías conmigo?

Ahora era yo quien guardaba silencio. Renjun apartó la vista definitivamente de mí, y dio media vuelta para caminar en dirección del sofá. Se sentó sobre él, mirando al suelo con un semblante nostálgico. Los rayos del sol de ocaso se asomaron por el ventanal, iluminando el salón y dándole brillo a su cabello castaño y largo, el cual era exactamente igual a como Jaemin lo describió anoche.

Su lechosa y tersa tez se iluminó también por los pequeños rayos de sol, como dándole un aura alrededor que lo hacía ver tan etéreo e irreal, como si realmente no estuviese aquí. Y es que, no lo está... pensaba.

—Éramos... éramos muy felices —soltó en un murmullo, con su cabeza gacha, sus manos entrelazadas entre sí y la mirada perdida en el suelo, nostálgico—. Éramos tan felices que nada ni nadie podía separarnos. Nos amábamos, yo te amaba, tú me amabas. Todo era tan mágico entre nosotros que muchos en la escuela y después en la universidad nos envidiaban. —Hizo una pausa para carraspear su garganta. Alcancé a ver sus ojos inundados en lágrimas, y sentí un pinchazo en el pecho—. Pero... —su voz se quebró. Sorbió su nariz antes de continuar—. Fue aquel día, el del accidente, en que todo se desmoronó.

Las lágrimas se desplazaron lentas por las mejillas del castaño, dejándose caer por los aires para después terminar su fugaz camino en el suelo, reventándose y manchando el piso de madera oscura y refinada.

Sentí mi corazón encogerse al oírlo, y por un momento, sentí su dolor como si hubiese sido mío. Me quedé estático en mi lugar, como si fuese un mueble más de la casa observando su sufrimiento. No podía recordar en lo absoluto lo que sus palabras me decían.

—Aquel día, en el accidente, estuve contigo —continuó, después de limpiarse la nariz con un pañuelo y de apartarse los lagrimones con la manga de su chaqueta—. Estaba tu familia, tú y yo, felices porque, por primera vez, teníamos la posibilidad de irnos de vacaciones todos juntos. Recuerdo que reíamos, hablábamos de cosas triviales mientras escuchábamos música a través de la radio. Todo era muy mágico, me sentía tan contento de estar contigo, de tenerte conmigo... —hablaba distraído. No dejaba de lagrimear ni de mirar el piso. Yo comencé a acercarme lentamente a él—. Pero, de pronto, sin saber cómo, el coche se desvía y colisiona con un camión de carga. La parte de adelante y el costado derecho quedó destruida, menos el lado en donde íbamos tú y yo.

Me senté a su lado, sintiendo mi presión desnivelarse y bajar hasta el punto en donde mis manos se helaron y unas náuseas me revolvieron el estómago con violencia.

—Quedé inconsciente, puesto que me golpeé la cabeza con el asiento de adelante y un gran pedazo de vidrio se incrustó en mi costado. —continuó—. Desperté a los días después, pero en ese entonces, yo ya no supe nada de ti, ni tampoco podía hacer nada para buscarte. Estuve meses internado, recuperándome, impaciente por el día en donde me dieran el alta y pudiera ir a buscarte.

»Nadie supo de tu paradero. Mis padres perdieron contacto contigo, la prensa estaba detrás de ti por lo que nadie tenía idea ni en qué hospital te internabas. Busqué en internet, esperando que algún periodista pusiese, aunque sea, información falsa, pero no encontré artículos más que el accidente, y de que tú y yo éramos los únicos sobrevivientes. Fue entonces que, sin siquiera dudarlo, me prometí que haría todo lo posible hasta encontrarte.

Mis ojos permanecían sobre él, impresionado por lo detallada que era su versión de la historia. Todo lo que dijo fue como realmente pasó, no obstante, hay algo que no me encajó del todo.

Él está muerto. Murió después de suicidarse hace poco más de un año y medio. Es imposible que haya estado el día del accidente porque hasta vi artículos en donde se decía que yo era el único sobreviviente de aquel accidente.

Esto sólo podía llevar a una única conclusión. Me estaba mintiendo.

O, quizás, ¿Jaemin lo había hecho?

Mi mente comenzó a dar vueltas, y el efecto sólo se intensificó cuando Renjun tomó mi diestra y la envolvió entre sus manos frías y delicadas como si fuesen un pequeño tesoro.

—No tengo nada que perder ahora. —dijo, alzando su vista hacia mí y mirándome con ojos llorosos, pero que demostraban determinación en sus palabras—. No cuando el destino decidió juntarnos otra vez.

Su mirada se introdujo tan fuerte en mí que, por unos segundos, sentí un revoltijo en mis entrañas. Sus manos tomando la mía y sus ojos fijos en mí hicieron que, por unos cortos segundos, viera colores y un escenario que se me hacía desconocidamente familiar. Sin embargo, la imagen fue tan ambigua y abstracta que sólo me provocó aquel cosquilleo en mi estómago y nada más.

¿Cómo podía una ilusión hacerme sentir así?

Mi entorno no dejaba de dar vueltas. Sus ojos sobre mí no hacían más que empeorar el efecto, haciéndome sentir en un limbo tan desagradable, parecido a un dolor de estómago intenso.

¿Renjun es real, o no?

¿Es real?

¿Es una alucinación?

¿Es una mentira?

¿Jaemin es una mentira?

¿O yo soy la mentira?

¿Qué tanto tengo que hacer para rellenar ese vacío en mi cerebro para poder vivir en paz otra vez?

¿Por qué yo? ¿Por qué justamente yo? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿¡Por qué!?

—Deberíamos irnos —indicó Renjun entonces, desprendiéndome fortuitamente de mis pensamientos. Se puso de pie con brusquedad, tironeándome del brazo para que hiciera lo mismo—. Acá no estás seguro, tenemos que irnos lo antes posible.

No puedo irme así como así. No puedo dejar a Jaemin aquí, no puedo dejarme influenciar con algo que yo mismo inventé en mi propia cabeza. No puedo irme con alguien que no es real.

Pero es que... cada vez que lo miro, cada vez que me mira dudo más acerca de aquella afirmación.

¿Es real? ¿No es real?

No podía irme sin resolver aquella duda primero.

—¿Eres real? —solté.

No pude resistirme más. Necesitaba resolver esta incógnita de una vez por todas. Necesitaba saber si me estaba volviendo loco, si Jaemin tenía razón, o si todo era una mentira.

Renjun me miró, mostrándome su ancha sonrisa y sus blancos dientes en una carcajada. No entendía cuál era el chiste.

—¿Qué tipo de pregunta es esa?

—Respóndela, por favor —pedí yo, serio, desesperado.

Él guardó silencio por unos momentos. Su sonrisa cambió de ser una vacilona a una más disimulada y seductora. Se sentó de nuevo en el sofá, a mi lado. Y lo que hizo después, me estremeció por completo.

—Si no fuera real... ¿podría hacer esto? —cuestionó, bajando el volumen de su voz. Se acercó a mí, acomodándose en el sofá. Sentí el aroma de su perfume, el cual era dulce como las flores, y volví a cuestionarme su existencia. Y cuando tomó mi mano, fue que mi cabeza terminó por explotar.

Se sintieron tan frías como la primera vez y tan delicadas y suaves como las manos de un bebé. Sentí sus dedos entrelazarse entre los míos, otorgándome una calma que no sabía que podía sentir con alguien que no fuese Jaemin, pero, al mismo tiempo, me hizo sentir tan inquieto como si estuviese metiéndome en algo que no debía. Me sentía en un punto medio, como si estuviese parado en una isla, viendo cómo una gran tormenta se acercaba a mí mientras tanto el lugar en donde yo me encontraba estaba tan tranquilo y pacífico como ningún otro lado.

Mi estómago se revolvió, provocándome náuseas. Ya no sabía en qué estado me encontraba; si despierto, o dormido, o muerto, o yo que sé.

Renjun, sin embargo, continuó susurrándome, cada vez más cerca de mi oído.

—Si no fuera real... ¿podría hacer esto?

Soltó mi mano para alzar la suya, y posarla sobre mi mandíbula. La otra también repitió su acción, y ahora ambas manos acunaban mi rostro con suavidad. Sus manos seguían sintiéndose igual; frías, suaves, delicadas como una hoja de papel.

Lágrimas anegaron mis ojos al sentir su tacto, como si no hubiese recibido aquel tipo de trato antes. Sentí mi corazón encogerse, y un nudo en mi garganta formarse. Tragué saliva para deshacerlo, y también, para tragarme mis propias lágrimas.

La mirada de Renjun cambió, y ahora sus ojos me miraban brillantes. Se sintieron tan acogedores y llenos de amor... como si todo este tiempo me hubiese estado añorando.

¿Por qué quería llorar? ¿Por qué de pronto siento la sensación de un déjà vu?

Acercó su rostro al mío, y finalmente, lanzó la última sentencia.

—Soy real, Jeno. Tan real como tú. ¿Quieres comprobarlo?

—¿Cómo vas a...?

Las palabras fueron robadas de mi boca cuando sus labios chocaron con los míos sin previo aviso. Mi estómago se revolvió, todo dentro de mí se descontroló al sentir sus dulces labios saborear los míos. Todas las sensaciones que estuve sintiendo durante los últimos minutos se intensificaron, dejándome bailando en una catarsis de la cual no sé cómo puedo soportar.

Su pulgar acarició mi mejilla, y sus labios succionaron el mío con parsimonia. Su beso era tan suave como la misma seda, su tacto frío se sentía como un sedante, y su cabello olía tan bien, que daban ganas de acariciarlo.

Inclinó su cabeza de un lado a otro en un beso que duró por varios segundos. Sentí su lengua introducirse dentro de mi boca y yo, tímidamente, le correspondí poco a poco, inseguro aún sobre lo que estaba pasando. No podía creerlo, todavía no me creía que era real, pero, ¿una ilusión podía hacer todas estas cosas? ¿Incluso provocarme todas estas sensaciones? No lo creía. Tenía que estar demasiado loco como para creer que esto era producto de mi imaginación.

Seguimos besándonos por varios segundos, hasta que nos hizo falta el aire. Me embelesé con su sensación, con estas sensaciones dentro y fuera de mí que eran desconocidamente familiares.

Sin embargo, el sonido del coche entrando en casa trizó la burbuja que se había formado entre ambos como si hubiésemos sido atrapados in fraganti.

—Vámonos, no hay tiempo —dijo Renjun, separándose de mí de un salto. Tomó mi muñeca y me arrastró hasta la puerta trasera, la cual daba al patio. Yo me dejé llevar por él, pero me detuve en el umbral de la puerta, zafándome de su agarre—. ¿Qué pasa? —Me preguntó al ver que no seguía avanzando.

—No... no puedo —confesé en un susurro casi inaudible, el cual Renjun no oyó, por suerte.

—Tenemos que irnos, antes de que Jaemin llegue y nos vea juntos —masculló, haciendo el amago de volver a tomarme la mano, sin embargo, se detuvo a mitad de camino.

Sus ojos pasaron de mis manos hasta detrás de mí. El sonido de la puerta se oyó, dándole la bienvenida a un ajetreado Jaemin trabajador.

Renjun, entonces, desistió.

—Volveré. No dejaré de luchar hasta recuperarte.

Fue lo último que dijo antes de darse media vuelta y escapar por el patio trasero.

No había nada más que comprobar. Renjun era real. Tan real como yo, tan real como todas aquellas sensaciones que me hizo sentir con un tan simple beso y tan real como todas las sensaciones que provocó en mí con un par de palabras.















-. --- /.-.. --- / .- -- .-

¿Le creen a Renjun? ¿Sí? ¿No? ¿O no saben aún? 

Yo no responderé por obvias razones, jeje

Gracias por leer <3

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