El verdadero corazón de la li...

By IreneHAdler

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"¡Y volvería a hacerlo por qué no pienso perder a nadie más bajo mi mando! !Y por encima de mi puto cadáver p... More

Capítulo 1: Seguridad dentro de los muros
Capítulo 2: De la leyenda al mito.
Capítulo 3: Del mito al héroe.
Capítulo 4: Del héroe al hombre.
Capítulo 5: La chispa de la revolución.
Capítulo 6: ¿Experimento realizado con éxito?
Capítulo 7: A la lumbre de la duda
Capítulo 8: Juramento de lealtad
Capítulo 9: La importancia del método científico.
Capítulo 10: Una vela en una torre.
Capítulo 11:
Capítulo 12: El ardiente dolor de la pérdida
Capítulo 13: El ascua que sobrevive entre cenizas.
Capítulo 14: A fuego lento.
Capítulo 15: La llama que nunca se apaga.
Capítulo 16: La Iglesia del Muro
Capítulo 17: En el interior de la madriguera del topo.
Capítulo 18: Antes del ocaso
Capítulo 19: Incendios: impetuosos e incontrolables.
Capítulo 20: Abierto hasta el amanecer
Capítulo 21: El verdadero rostro de la felicidad
Capítulo 22: De héroes a fugitivos.
Capítulo 23: Reencuentros casi familiares
Capítulo 24: Una confesión tardía
Nota de la autora
Capítulo 26: Movimiento de apertura
Capítulo 27: Hecho añicos.
Capítulo 28: Amor paterno-filial.
Capítulo 29: Nuevas aptitudes.
Capítulo 30: El don de la oportunidad.
Capítulo 31: Vistas nocturnas.
Capítulo 32: La importancia de un nombre.
Capítulo 33: Mantenerse fuerte, sostenerse siempre.
Capítulo 34: Música para sus oídos.
Nota de la autora (II):

Capítulo 25: El precio de la información.

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By IreneHAdler

Disclaimer: tortura gráfica.

La taza quedó relucientemente limpia escurriendo bocabajo contra la pila de la cocina, los pasos firmes y ligeros del capitán bajaron las escaleras para ver como Connie y Armin se cuadraban ante él saludándole cada uno al lado derecho de la puerta que custodiaban. La figura imponente de Levi Heichou estaba cubierta hasta casi los pies con un pesado delantal y unos larguísimos guantes que cubrían sus brazos fuertes hasta casi los hombros; les mandó descansar y ordenó a ambos que tras comprobar los grilletes de los prisioneros subieran al piso de arriba junto a Shasha y tomaran una taza de té caliente y aprovecharan para dormir algo hasta el cambio de guardia. Abrió la pesada puerta encendiendo una vela que había sobre la mesa, que iluminó las herramientas extendidas sobre la misma, en aquel momento el soldado más fuerte de la humanidad se alegró de que Reeves fuera un ferviente amante de la carpintería recreativa, pues todo aquello era material que había encontrado Shasha rebuscando en el desván. La edificación, aunque renovada en las habitaciones y el comedor; era en realidad un antiguo castillo reformado del que también habían conservado las mazmorras, no obstante el capitán no se quería plantear por qué Reeves había tomado aquella decisión. Cerró la puerta tras de sí, y muy lentamente se acercó a la figura atada de pies y manos sobre la incómoda silla de madera; que recibió la primera patada sin haber podido pedir piedad. La bota del capitán Levi golpeó su costado repetidas veces, hasta que el hombre más menudo se cansó. El soldado, de apellido Sannes, abrió los ojos despacio para recibir un puñetazo en el ojo izquierdo que comenzó a hincharse de inmediato; después el derechazo del capitán más joven le partió la nariz. Levi Heichou lo miraba en silencio, con tan desprecio y tal odio en sus ojos oscuros y azules que su mirada dolía más que los golpes que había recibido hasta ahora, la figura menuda jadeante y enfadada volvió a golpearle de nuevo. Abrió la mano derecha del hombre, para separar sus dedos bien y sujetándolos con toda su fuerza, el soldado más fuerte de la humanidad seccionó delicadamente la musculatura que unía sus pequeñas extremidades a la palma con un pulso certero y sin dudar ni un milímetro en los cortes del afilado cuchillo. Los gritos de dolor se escuchaban en todo el edificio, los cadetes sentados a la mesa se miraban entre ellos entre sorprendidos y aterrorizados ante el espectáculo sonoro que estaba produciéndose en las habitaciones inferiores. La sangre de la mano del soldado atado caía espesa y carmesí escurriendo por la pernera del pantalón del hombre hasta el suelo, generando un pequeño charco que manchó las botas negras del más joven de ellos, que chasqueó la lengua en una mueca de asco mal reprimida y se separó durante unos segundos del hombre para limpiarse. Un portazo lo sacó de sus pensamientos y la figura rápida y esbelta de Hange Buntaichou entró en la oscuridad de la celda improvisada desde el pasillo iluminado seguida muy de cerca por Mobblit, que se colocó tras la silla del hombre torturado.

- ¡Ya estoy aquí!—dijo la científica con un grito enérgico mientras contemplaba la figura indiferente del menudo capitán por unos instantes.— ¿Todavía estás en ello?

- Si, es que no tengo mucha costumbre.—respondió tranquilo mientras se giraba sobre sus talones tras dejar el cuchillo sobre la mesa, y se ajustaba mejor los largos guantes con delicadeza.— Llevaba mucho sin hacer algo así, como unos diez años aproximadamente...—

- ¡Sannes!— El nombre del soldado salió de los labios amplios y rectos de la mujer con el mayor odio que Levi Heichou la creía capaz de acumular. El soldado más fuerte de la humanidad sabía que estaba muy dolida por la muerte del Pastor Nick y que seguiría culpándose por ello durante mucho tiempo tras aquel incidente.— ¡Yo también soy principiante en esto de la tortura, así que ten paciencia conmigo!—

- ¡Esperad, os diré cuál era nuestro objetivo!—gritó el hombre desesperado revolviéndose en la silla mientras Hange Zoe se acercaba a su boca con unas enormes tenazas, mientras le obligaba a abrirla manchándose de su sangre que caía a borbotones de su nariz.—¡No podéis torturarme si preguntar nada antes!—

- Mírate, estas atado de pies y manos. ¿Vas a decirnos como torturarte?—contestó calmado el capitán mientras lo miraba con soslayo con los brazos cruzados suavemente sobre su pecho, respiró profundamente y recuperando su postura amenazante continuó.— Aunque es cierto, tenemos varias preguntas. ¿Dónde están Eren e Historia? ¿Por qué la queréis a ella? ¿Qué cojones pasa con la familia Reiss? —

- ¡Tardas mucho, contesta de una vez!—gritó desesperada Hange Zoe en contraposición a la actitud fría y desinteresada del soldado más joven de la sala.—

La científica tomó los alicates que había sobre la mesa, y abriendo la boca del hombre le arrancó un diente sin darle ningún tipo de aviso, el grito de dolor inundó los oídos del capitán y de Mobblit que observaban la escena en silencio. El hombre escupió la sangre al suelo recibiendo como consecuencia una patada directa del capitán que tumbó la silla y la figura sobre ella contra el suelo.

- Vuelve a ensuciar el suelo con tu sangre de cerdo y limpiarás la celda piedra a piedra frotando con las encías por que la próxima vez que te golpee no pienso dejarte ni un puto diente. ¿Te ha quedado claro?—Le susurró el soldado más fuerte en el oído mientras lo tomaba por el pelo y volvía a colocar la silla en su postura inicial ante la sorprendida mirada de Mobblit y el semblante de satisfacción perturbadora de Hange Buntaichou.—

El hombre asintió despacio, Levi Heichou sabía de sobra tanto por su experiencia en el campo de batalla como en las calles duras de la ciudad subterránea que si el hombre no hablaba en un periodo relativamente corto de tiempo no serviría de nada seguir golpeándolo, pero teniendo en cuenta que se habían llevado a Eren bajo su orden no le disgustaba del todo la idea de golpearlo hasta matarlo si era necesario. Hange Zoe se acercó al prisionero, mientras Levi se apartaba un poco sacudiéndose el larguísimo delantal con cara de asco.

- Tendrás que perdonarme, no se torturar tan bien como tú.— Le susurró de manera calmada y siniestra, tanto que al propio Mobblit le pareció demasiado demencial incluso para ser ella.— ¿Cuántas uñas tendré que arrancarte? ¿Cuántas le quitaste a Nick antes de molerle a golpes hasta que murió?

- No se pueden contar.—contestó el soldado envalentonado ante la pregunta aunque se atragantó con su propia sangre. Cuando pudo volver a hablar empezó a hacerlo sin parar ante la mirada cautelosa de ambos oficiales de rango superior.— ¿Sabéis por qué nunca ha habido una guerra en este reducido espacio encerrado entre los muros? Porque nuestro escuadrón de la Policía Militar se ha ensuciado las manos para mantener la paz. Un profesor demasiado listo para su propio bien, un estúpido matrimonio que pretendía surcar los cielos, una ramera que vivía en una granja en el campo. ¡La humanidad ha sobrevivido por que los eliminamos a todos! ¡Deberías darnos las gracias! ¡Y, aun así, nunca he visto a nadie que disfrutara tanto causando dolor como vosotros dos! ¡Sois unos putos monstruos! Pero no me dais miedo, porque yo... yo... tengo al rey...creo en él y también creo ciegamente en la seguridad de estos muros. Y sé perfectamente que lo que hemos hecho ha sido lo correcto. Aun así, nunca habría pensado que me dolería tanto. Podéis matarme a golpes si queréis, acabad con mi existencia empapada en sangre.—

La mirada fría y escrutadora del joven capitán se posó sobre el semblante desencajado del hombre que seguía atado en la silla conforme su discurso se elaboraba más y más; estaba claro que era un fanático de sus propias creencias y con un sentido de la moralidad realmente muy fuerte; así que no diría nada por más que lo golpearan, ya fuera por miedo a las represalias de los altos poderes gubernamentales o porque de verdad creía en lo que decía.

- Un descanso.—susurró con rabia mientras se giraba sobre sus propios talones, dejando Hange Zoe y Mobblit atrás.—

Cuando los tres habían salido, se aseguró de dejar la puerta entre abierta, sabiendo que el hombre no iba a escapar a ninguna parte y siguió a Hange y Mobblit escaleras arriba. Cuando los tres estuvieron en el comedor y ante la mirada atenta de los cadetes el soldado más fuerte de la humanidad fue a lavarse las manos, en realidad los guantes que las cubrían con esmero mientras Mobblit y Hange parecían discutir la estrategia a seguir para continuar con la tortura.

- Eso tampoco funcionará.— La voz clara y segura del capitán sonó a través de la ventanilla de la cocina para asombro de Hange Zoe que estaba cada vez más furiosa.—

- ¿Cómo que no va a funcionar? ¿Y tú qué sabes, Levi?— Le espetó la mujer encarándose al más menudo de los oficiales superiores mientras Mobblit tironeaba de su chaqueta para impedir que llegaran a las manos.— ¡Lo único que has hecho ha sido golpearle sin preguntar nada útil, enano gruñón!—

Los cadetes contuvieron un suspiro de asombro ante las confianzas que la científica se tomaba con el capitán de escuadrón que por mucho menos había obligado en un millón de ocasiones a hacer incumbencias extras a cualquiera de ellos. Las manos fuertes y diminutas del hombre se juntaron frente a su propio rostro y con un ligero esfuerzo hizo que chascaran todos los huesos de las mismas, la mirada oscura y firme se calvó en Hange que le miraba respirando pesadamente y al borde de estallar de la rabia.

- No funcionará por mucho que te metas con mi altura, gafotas desequilibrada, además ambos sabemos que podría matarte con mis propias manos sin despeinarme, pero no creo que sea lo más adecuado en este momento.— susurró mientras empujaba la frente de la mujer con uno de sus dedos finos para que se alejase de él lentamente.— Cálmate y escucha, Hange.—

Los brazos de Mobblit pasaron ahora rodeando el pecho de la mujer, que en cuanto el capitán apartó su dedo de su frente se relajó un poco con el abrazo forzado de su amante y asistente científico. Suspiró cansada, y con un brillo ladeado de sus gafas cuadradas asintió derrotada dispuesta a escuchar lo que el joven capitán y probablemente su mejor amigo tuviera que decir.

- Sannes es un hombre ordenado, estricto en sus rutinas y cree ciegamente en la corona. Lo ha dicho ahí abajo, da igual cuantas veces le cortes, le golpees, o le tortures de cualquier otra manera. No hablará, porque es un jodido fanático; y está lo suficientemente convencido de que lo que hace es lo correcto que morirá en ese puto sótano antes de decir algo útil.— El Capitán Levi suspiró pesadamente mientras se masajeó el puente de la nariz con la pinza formada con sus dedos índice y pulgar; aquella estúpida e inoportuna jaqueca lo iba a matar poco a poco de dolor, mientras su otra mano se apoyaba en su cadera de manera autoritaria.— Lo único que lo estabilizará lo suficiente para empezar a cantar es que la fe ciega que tiene en el sistema que defiende se rompa de un solo golpe, y para eso necesitamos que crea que su compañero lo ha traicionado. Has leído todos los informes sobre esta misión y la correspondencia de Erwin, los conoces al detalle. Hay algo que sólo tú sabes sobre esos hombres que podría hacer que desconfiaran el uno del otro, y necesito que te centres y lo escribas en una especie de guion.—

- ¿Y como piensas conseguir que accedan a traicionarse el uno al otro haciendo una obra de teatro cutre de colegio?— Le espetó la Major todavía con cierta desconfianza.—

- Puedo ser muy persuasivo cuando quiero y si no es necesario ser diplomático, como en este caso. Así que, por favor, Hange, céntrate.— El capitán sacó de nuevo la pequeña daga de su bota y la tiró sobre la mesa, donde la mujer se había sentado para comenzar a escribir.—

La mirada de la Major y cabeza del escuadrón número cuatro observó en silencio el arma de su mejor amigo sobre la superficie de madera; ante los ojos atentos y confusos del total de los jóvenes soldados a su alrededor. Mobblit trajo papel, pluma y tintero; y tras unos veinte minutos de espera silenciosa y tensa en aquel salón iluminado por un pequeño candil tintineante se levantó entregándole el papel a Levi Heichou que lo leyó por encima, y con una mirada de satisfacción le señaló la puerta que llevaba a las escaleras para dejar pasar a la mujer delante de él educadamente. Hange entró a la otra celda, y soltando las cadenas que lo sujetaban a la pared del soldado que acompañaba a Sannes lo arrastró hasta la escalera, donde Levi la esperaba apoyado en la pared. Empujó al hombre encadenado para que subiera y en un movimiento rápido el soldado más fuerte de la humanidad lo estampó contra la pared de piedra apoyando la hoja afilada y plateada contra su garganta; la mujer levantó su cabeza y le enseñó el papel escrito para que pudiera leerlo bien. El hombre negó levemente con la cabeza en señal de que no iba a leer aquello, el capitán le recomendó que lo pensase dos veces mientras presionaba suavemente el cuchillo sobre su garganta, notando como un hilillo de sangre caliente manchaba la ropa del prisionero.

- ¡Con cuidado, no me empujéis!— La voz del hombre salió convincente de entre sus labios aunque el soldado más fuerte de la humanidad no suavizó el agarre de la hoja contra su piel.—

- Eres un tipo patético, lo has largado todo con la primera uña.—respondió el joven capitán con todo el odio que sentía hacia la figura encadenada bajo su agarre.— A Sannes no le queda ninguna. No tiene nada que ver contigo.

- ¿Y a mí que me cuentas? Ese es su problema.—increpó el prisionero del mostacho de manera un tanto insulsa, pero con el desprecio de su voz real hacia las acciones de los dos Exploradores que lo retenían a la fuerza en la escalera.— Está obsesionado con proteger la paz y al rey, nos ha causado problemas a todos. Cuando acabéis con él, matadlo por favor.

- Aquí no se mata a nadie hasta que confirmemos tu versión.—dijo de manera dura Levi Heichou mientras Hange lo miraba realmente dudando de si aquel engaño estúpido sería suficiente para obtener los resultados que no habían conseguido por la fuerza.—

- Os aseguro que todo lo que os he soltado es la pura verdad. No os he engañado. Por cierto, ¿En mi celda hay cama?— repuso el hombre forzado a hablar bajo el agarre del joven bastante más menudo que él.—

La mujer arrugó el papel entre sus manos, y tomó al hombre por las muñecas, mientras lo arrastraba de nuevo a su celda y lo amordazaba con un trapo que Levi Heichou le había dado unos segundos antes. Subieron de nuevo las escaleras, el semblante serio y dudoso de Hange Zoe y la expresión de satisfacción más amplia y sincera que los cadetes habían visto en el capitán. Era lo más parecido al buen humor o a una sonrisa que todos ellos habían visto de él, con el paso de una media hora, el capitán ordenó retirarse a los que hacían guardia fuera, que fueron sustituidos por Mobblit; y mandó a dormir a las habitaciones a los soldados novatos porque ya no era necesario hacer guardia durante las cuatro horas de noche que les quedaban. Cuando todos se hubieron ido a dormir, la figura menuda de pelo negro como la noche cerrada y la científica volvieron a bajar a la celda improvisada de Sannes. Ella abrió la puerta con confianza, y el hombre aún atado y sangrando sobre la silla pudo observar las dos figuras de sobra conocidas al trasluz, el soldado más fuerte de la humanidad se ajustó los guantes y caminó despacio hacia él mientras la voz chillona e imperativa de la científica lo increpaban.

- ¡Venga, Sannes! ¡Ya has descansado suficiente, y el Capitán Levi se estaba aburriendo sin cortarte las orejas! ¡Volvamos a donde lo habíamos dejado! —Hange también se acercó, y para su sorpresa no mostrada el plan del joven pelinegro funcionó a la perfección.— La tortura me cuesta pero haré el esfuerzo por ti.

- Los Reiss son la verdadera familia real.—dijo de sopetón sin que ninguno de los dos soldados de pie frente a él tuvieran que preguntar nada.— La chica es la legítima heredera de la corona.—

Ambos soldados se miraron en silencio, y salieron de la habitación tal cual habían entrado; el capitán fue a cambiarse mientras Hange Zoe y Mobblit juntaban a los prisioneros en la misma celda, con el objetivo de que pudiera vigilarlos una sola persona; que sería Mobblit. Con pesadumbre y cansancio, Levi Heichou bajó de nuevo a la cocina, entre el insomnio y aquel maldito dolor de cabeza que no desaparecía desde que habían huido de Trost no había manera de dormir. Estaba en la cocina tomando una taza de té negro, que por lo menos lo mantendría más despierto y alerta mientras relevaba a Mobblit que seguro agradecía poder dormir tranquilamente con Hange. Un golpe seco y sin contexto lo sobresaltó haciendo que casi se le cayera la taza al suelo. Farfulló una maldición entre dientes y salió por la puerta de la cocina para encontrarse a la científica en medio del pequeño salón con la mesa daba la vuelta y todas las sillas tiradas por el suelo, la miró en silencio y al encontrarse con sus ojos su enfado momentáneo se diluyó poco a poco. Ella lo miraba con aquella rabia contenida que el joven capitán conocía tan bien, porque le había perseguido en cada momento de su vida, salvo cuando los brazos del chico de ojos verdes lo rodeaban cariñosamente.

- Perdona, lo he desordenado todo.—susurró ella triste y confusa mientras se colocaba de nuevo las gafas sin moverse de su sitio.— Porque había una cucaracha enorme...—

- Entiendo—contestó él condescendientemente mientras dejaba la taza humeante sobre la repisa de la chimenea y se acercaba a donde ella estaba.— Aunque habría bastado un pisotón para matarla.—

Ella no respondió, y bajó la mirada al suelo, para evitar aquellos ojos interrogantes y preocupados durante algunos segundos. Levi Heichou levantó las sillas sin esfuerzo y colocó la mesa con la ayuda de la científica que siguió guardando silencio durante unos minutos, rehízo sus pasos para recoger su taza de té y se sentó en la mesa, con los pies colgando, al lado de donde Hange Zoe seguía apoyada cabizbaja.

- Lo siento mucho, Levi.— susurró ella levantando la mirada para encarar a su amigo y compañero sentado a su lado mientras sorbía tranquilamente de la taza.—

- Es igual, Hange, no podría echártelo en cara aunque quisiera. La muerte de Nick no fue culpa tuya.—Le contestó distraído sin despegar del todo la taza de sus labios lo que hizo sonar su voz profunda en un extraño eco dentro del recipiente.—

- No quiero perder a nadie más.—murmuró apoyándose un poco más en la mesa, la mano pequeña de Levi le revolvió el pelo recogido en la coleta de manera brusca y cariñosa.—

- Ninguno queremos. Vete a dormir, relevaré a Mobblit y así por lo menos podréis dormir juntos los dos, seguro que su compañía te sienta mejor que la mía.—dijo en un tono amable y casi sonriendo triste mientras retiraba su mano del pelo y balanceaba sus pies en el espacio libre bajo el tablero de la mesa distraído.—

- ¿Y tú?¿No piensas dormir?—murmuró con una mirada triste pero sincera mientras se levantaba de la mesa con cuidado.— Aunque llamarle dormir a las siestas de mierda de dos horas que te echas en la silla de tu escritorio es una herejía.—

- No podría aunque quisiera, no con este dolor de cabeza constante.— El soldado más benjamín suspiró pesadamente y realmente muy cansado mientras daba un pequeño salto para bajarse de la mesa alta del comedor.—

- ¿Sigue sin amainar?—cuestionó la mujer un poco preocupada mientras lo miraba en silencio, la expresión siempre seria y estoica de capitán ahora se veía triste y derrotada ante la luz suave del único candil que iluminaba la habitación. El hombre asintió resignado sin abrir la boca.— Le echas de menos ¿Verdad?, a Eren, me refiero.—

- Si no está cerca es como si me faltara el aire al respirar, Hange.— sentenció mientras ella lo miraba en silencio, caminó dándole la espalda a su amiga hacia las escaleras que llevaban al piso de abajo y sin darse la vuelta le dijo.— Este mundo es una verdadera basura, pero encontré algo que quiero más que a la libertad de fuera de los muros.—

- Gracias por relevar a Mobblit, de verdad.—murmuró de vuelta ella aguantándose las lágrimas ante la imagen destrozada de su amigo dándole la espalda.—

La menuda pero fuerte figura del soldado más fuerte de la humanidad se encogió de hombros de manera apesadumbrada, y su silueta se perdió por los escalones empinados y sumidos en la oscuridad. Informó a Mobblit de la decisión que él y Hange habían tomado, y el hombre más alto desapareció escaleras arriba sin las fuerzas de pedir una explicación a aquellos ojos cansados y fríos del joven capitán. Levi Heichou se acurrucó en su propia chaqueta, y dejándose caer sobre la silla de guardia puso sus manos alrededor de la taza de té que todavía estaba caliente. Suspiró pesadamente, mientras observaba las figuras dormidas de los prisioneros a través de los barrotes metálicos, y trató de contener sus propias lágrimas. En realidad, no sabía si iba a poder recuperar aquellos ojos verdes como los campos en primavera, no después de las últimas informaciones que Erwin les había hecho llegar a través de Hange y Mobblit; y, de las que informaría por la mañana al resto de soldados. Sus labios ya no guardaban el sabor de los de Eren, y su ropa ya no olía como cuando dormían abrazados, cada vez que pensaba en no poder llegar a salvar al cadete de ojos esmeraldas del destino inminente que se cernía sobre él un pinchazo acentuaba más su dolor de cabeza. Se frotó los ojos con la manga izquierda de su chaqueta de traje, arrastrando unas pequeñas lágrimas tímidas que no supo aguantar al pensar en la risa amplia y alegre del soldado de melena castaña que había llenado sus sueños y que era posible que jamás volviera a escuchar. Después, terminó de beberse el té de un solo trago con desgana esperando a que amaneciese impacientemente. En ese momento de desesperación, acudió a él como un fantasma del pasado, el único recuerdo que tenía de su madre. Ella siempre le decía que las cosas se veían mucho más claras y alegres a la luz del día; cosa que se acercaba bastante a lo difícil, por no decir imposible naciendo en un burdel dentro de una cuidad subterránea. El soldado más fuerte de la humanidad se preguntaba a veces si ella hubiera estado orgullosa de él de haber podido ver cómo había llegado hasta donde estaba ahora.

Unos pasos continuos y hartos conocidos bajaron alocados por las escaleras, alegrando ligeramente el humor del capitán, que si ya de normal no estaba muy risueño después de toda la noche sin dormir lo estaba menos aún si cabía. La cara redonda y sonriente de Hange, que parecía mucho más ella que cuando se habían despedido hacía algunas horas lo recibió de sopetón, mientras una de sus fuertes manos lo zarandeaba con fuerza. El joven capitán consiguió soltarse de su agarre mientras se ponía de pie y la seguía escaleras arriba, para encontrarse con el escuadrón al completo desayunando entre un pequeño alboroto. El soldado más fuerte de la humanidad gruñó algo a modo de buenos días mientras se excusaba para ir a ducharse rápidamente; tras unos diez minutos apareció de nuevo en el salón todavía ojeroso y pálido como era habitual, pero con un aspecto ligeramente más limpio y renovado. Tomó una taza de té en silencio, mientras mordisqueaba una de las rodajas de pan sentado en el único sitio libre que quedaba en la mesa, cuando Hange se dispuso a informar al resto de las últimas novedades.

- Eren me dio una carta cuando partimos hacia Trost, en la que informaba con detalles de las conversaciones que escuchó mientras Reiner y Berthold lo secuestraron hace algunas semanas.—anunció la científica sin miramientos mientras removía el líquido de su taza distraída.— Parte de esa información, me hace creer que alguien relacionado con la familia Reiss va a intentar devorar a Eren. Literalmente.—

- ¿Van a devorar a Eren?—susurró confuso Armin como si su pensamiento confuso se hubiera convertido en voz sin que él pudiera controlarlo mientras miraba fijamente su rebanada de pan oscura.—

- Sí, básicamente esto es lo que Eren recordaba: Ymir devoró a uno de los amigos de Reiner y Berthold, que presuntamente sería un titán cambiaformas como el cadete Jaeger. Ella era un titán de los que estaba al otro lado del muro, los que llamamos normales o no inteligentes. Los titanes no se transforman en humanos devorando a un humano cualquiera, sin embargo, al tratarse de un miembro del grupo de Reiner, podríamos asegurar que poseía la capacidad de transformarse a voluntad. Es decir, cuando un titán se come a alguien con ese poder, recupera su forma humana y además obtiene el poder de transformarse en titán. En nuestra última batalla, Reiner lanzaba titanes a eren cuando trataba de escapar, al principio creíamos que era por que trataba de aplastarnos con ellos pero es más lógico que tratara de conseguir que uno de ellos devorara a Eren para obtener la capacidad de controlar a otros titanes con su grito. Si es así, Eren no sería más que un recipiente que se puede intercambiar por otro. Resumiendo: si el gobierno controla a algún titán, este podría comerse a Eren.-

El sonido de una silla arrastrada interrumpió el discurso científico de Hange Zoe, y Mikasa Ackerman se encaminó decidida a la puerta, pero Levi Heichou la paró tomándola fuertemente por el hombro izquierdo y poniéndose un poco de puntillas para mirarla a los ojos le espetó.

- Tranquilízate. Por mucho que pierdas el control eso no te va a devolver a Eren.—pronunciando aquellas palabras no supo si se lo decía a la muchacha de ojos oscuros o se lo repetía en voz alta a él mismo como para recordárselo por enésima vez. Soltó el hombro de la chica que aceptó la orden y se quedó de pie a su lado.— Por el momento, vamos a ir a por ese tal Rod Reiss, así que preparaos para salir inmediatamente.—

- ¡Si, señor!—contestaron los soldados de menor rango al unísono.—

Recogieron las cosas del desayuno en unos pocos minutos, y tras el paso decidido del capitán se dirigieron hacia el punto de reunión que solo conocían el joven dirigente y la científica que se separó de ellos y fue a la ciudad a informar a Erwin de la situación. Después de andar durante unas horas, pararon en un claro del bosque, junto a un arroyo esperando por las nuevas noticias que Hange traería de un momento a otro.

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